Editorial – La respuesta a los genocidios del Estado, velados o no, vendrá del pueblo

Editorial – La respuesta a los genocidios del Estado, velados o no, vendrá del pueblo

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El asesinato de seis jóvenes en una masacre en un barrio pobre de la Bajada Fluminense, el día 10 de septiembre, demuestra una vez más la principal política estatal para las masas empobrecidas en el campo y en la ciudad: la masacre con dimensiones de genocidio.

El estudio “Mapa de la violencia: niños y adolescentes en Brasil”, divulgado en julio de este año por la Facultad Latino Americana de Ciencias Sociales – Flacso, trae un dato aterrador: 176.044 jóvenes menores de 19 años fueron asesinados en el Brasil de 1981 a 2010. Más alarmante aún es la evolución de esos números: la tasa de homicidios aumentó 350% en esos veinte años, saliendo de 3,1 muertes por 100 mil para 13,8 por 100 mil en 2010.

No hay razones para creer que esa tasa disminuyó, sobre todo porque se incrementó el número de muertos por la policía durante todos estos años. No hay registro de que cualquier tipo de crimen haya aumentado en esas proporciones durante ese mismo periodo.

Y con respecto a la policía, el análisis de los datos oficiales de las policías que más matan en Brasil, de Río de Janeiro y São Paulo, ilustran bien esa tendencia para las clases oprimidas.

En Río, la policía asesinó, solamente en la capital, 23 personas en agosto, entre ellas una niña de 6 años que jugaba en un parque.

Según datos oficiales, la policía paulista mató 271 personas de enero a julio de este año, 15% más de que en el mismo periodo de 2011. Considerando apenas julio, el índice sube a 300% más asesinatos.

El día 11 de septiembre la Rota, grupo de élite de la policía militar de São Paulo, asesinó 9 hombres que supuestamente estarían juzgando un sátiro en un “tribunal del crimen”. Entre los muertos figura el sospechoso de haber cometido la violación. Ese tipo de acción de la Rota sigue el mismo modelo hace tiempo y viene conquistando la simpatía de los sectores más reaccionarios de la población, principalmente de la capital.

El gerente Opus Dei estadual, Alckmin, respondió así al ser preguntado sobre la masacre: “quién no resistió sobrevivió”, el jefe de la policía dijo que la acción policial fue “legítima”. Esa es la lógica y el concepto de legitimidad aplicado por el viejo Estado contra los pobres. Para las clases dominantes, siempre será legítimo, secuestrar, torturar y asesinar los pobres.

El modus operandi siempre incluye el cerco y masacre de sospechosos, todo hecho espectacularmente y explotado publicitariamente como eficiencia en el combate al crimen. Después se dice que hubo resistencia, tiroteo, lo que justifica la matanza. Para variar, los sospechosos casi siempre tienen antecedentes criminales, lo que probaría que no eran inocentes…

En Goiás, además de los muertos oficialmente en acciones policiales, registrados como “autos de resistencia”, se estima que haya 48 desaparecidos por obra de la PM, especialmente por su batallón de élite, llamado Rotam. Hay fuertes sospechas de que la policía haya asesinado también un locutor de radio y un abogado en el estado.

A los que escapan de la muerte, resta el infierno de la pudrición en las mazmorras medievales, llamadas de presidios, la verdadera política habitacional para los pobres, aplicada con rigor por las gestiones de turno del viejo Estado. En la Paraíba, una comisión del Consejo Estadual de Derechos Humanos fue detenida por el director de un presidio después de registrar las horrendas condiciones de vida dentro de las cárceles el día 28 de agosto. Detalle, tanto el director cuanto los carceleros eran policías militares desviados de sus funciones.

Ya los que tienen más suerte y permanecen “libres”, pueden notar que no se da un paso sin percibir militares a paisana o uniformizados. En la ciudad de São Paulo, nada menos que 30 de los 31 sub-ayuntamientos  de la ciudad son comandados por militares. La gran mayoría de vice-subintendentes y jefes de gabinete también es compuesta de militares. ¿Coincidencia?

En Río de Janeiro la presencia policial se esparce como un cáncer para todas las esferas de la vida de la población, que se ve arrinconada dentro de sus propias casas, a merced de un estado de excepción no declarado y llevado a cabo con la mayor truculencia posible.

Esos son sólo algunos de los aspectos de la militarización que toma el Brasil de norte a sur. Como una de las características del fascismo, esta militarización gana adeptos, principalmente entre sectores de las llamadas “clases medias” que hacen eco a las campañas publicitarias sensacionalistas volcadas a instigar los más bajos instintos y provocar el frenesí de la defensa de su incremento como siendo la más democrática de las medidas.

Así, por ejemplo, se oyen en Río homenajes a las UPP como si fuesen la solución para crímenes como la masacre que asesinó los seis jóvenes en la Bajada Fluminense. En la atmósfera ilusoria con que la propaganda oficial induce y entorpece la opinión pública, cuando, al contrario de lo que ella infunde, el país marcha para una grave crisis, se fomenta preventivamente el caldo de cultivo más rancioso y fascista contra los pobres y las masas en lucha. El cacareo orquestado de que los delincuentes se encuentran mejor armados que la policía es la falacia que encubre y justifica la creación de más y más cuerpos policiales y el agigantamiento de sus aparatos, en un frenesí sin precedentes del cual resulta un aumento desenfrenado de furia y autorización para que la policía mate. La acción brutal y sanguinaria de la policía pasó a ser,  como conviene a las clases dominantes y sus gerentes de turno, la panacea para todos los males de la sociedad.

La inmensa mayoría del pueblo, por su parte, que sufre cotidianamente las desgracias de la convivencia con la policía en sus puertas o aún ocupando sus casas, la solución pasa por expulsar cualquier presencia militar reaccionaria de los barrios proletarios, porque es preciso detener la escalada fascista. Las barricadas de neumáticos en llamas en las protestas anti represión policial en los barrios y villas proletarias en las grandes metrópolis y aún en las pequeñas ciudades más lejanas del interior ya son algo común y no han podido frenar la saña genocida del viejo Estado. En la marcha con que se suceden los acontecimientos, no demorarán los días en que esas masas populares recurrirán a otros y más eficaces métodos para su autodefensa.

Traducciones: [email protected]

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