Están marcadas para agosto nuevas manifestaciones convocadas principalmente por grupos conservadores sin cualquier vínculo con el movimiento popular, además del empeño de los diferentes grupos fascistas recalcitrantes por el impeachment de Dilma Rousseff y contra el PT.
Esos sectores, que ahora actúan a la luz del día, aspiran atraer nuevamente millones de masas a sus protestas, queriendo redirigir en su provecho la justa insatisfacción popular con el gobierno para destituirlo de la gerencia del viejo Estado semifeudal y semicolonial brasileño y servir a sus propósitos inconfesables, pero que tiene como cuestión básica de sus proposiciones la misma receta económica-política de siempre dictada por el imperialismo. O sea, la misma aplicada rigurosamente por las sucesivas gestiones de turno a lo largo de nuestra historia, como lo hace con placer y empeño la gestión Lula/Dilma/PT. Nada más anhelan sino que tomar el lugar de los actuales inquilinos, apoderarse del aparato del viejo Estado para practicar, como siempre ha sido, los desmanes y desfalcos de los cofres públicos. Lo que hacen ahora es aprovecharse al máximo de la fragilidad del gobierno para extravasar las posiciones más extremadas de la derecha. Son todos lacayos del imperialismo, chupasangres del pueblo y entreguistas de la patria.
No es más posible esconder la crisis económico-política, que llega al borde de una crisis institucional, aunque sectores gobiernistas hayan ahora partido para su negación desvergonzada, queriendo desesperadamente convencer el pueblo de que el hambre que llama a la puerta es un fantasma y mera maquinación de la oposición.
Los cabecillas del oportunismo electorero, sin embargo, a pesar de actuar en ese frente, no pierden tiempo con fanfarronerías y tratan de intentar salvar el sistema de explotación y opresión, sentando a la mesa con el FHC y el PSDB. No por acaso, Luiz Inácio, virtual candidato en 2018, fue el encargado de encaminar esas negociaciones.
A pesar de que sectores de las dos siglas nieguen tibiamente los encuentros, está muy clara su necesidad: se trata de la posibilidad de la supervivencia del sistema político-electoral y del Partido Único, sistema de gobierno responsable por la legitimación del viejo Estado de grandes burgueses y latifundistas, serviles del imperialismo, principalmente yanqui.
Nada más natural que se unan para intentar conjurar una ruptura institucional de este viejo Estado, ya que PT y PSDB hace 20 años se hunden en la podredumbre que ellos aún gestionan en nombre de las citadas clases dominantes. Y tampoco esa complicidad se trata de novedad alguna, ya que, en los finales de la década de 1990, el PT, entonces postulante a gerente de turno, también entró en acuerdo con el PSDB, evitando entrar de cabeza en el ‘Fuera FHC!’, que también enfrentaba pésimos índices de popularidad y realizaba el gobierno más vende patria hasta entonces. ¿Y no fue el mismo tipo de arreglos podridos que puso fin a la crisis del mensalão a mediados de 2006? Son las lecciones que la historia da…
Sin embargo, todo indica que tal arreglo esta vez no saldrá así tan fácil y tendrá un precio muy alto. Deve verse que algo más está dándose en esa escalada de prisiones de grandes empresarios y arrestos de vultuosos bienes. La gravedad de la crisis y la agudización de las contradicciones entre las fracciones de las clases dominantes locales por apoderarse de la máquina estatal parecen haber pasado de los límites y la luz roja de peligrosa crisis de legitimidad del vigente sistema encendió en las esferas más altas del poder del capital.
Hay más manos pesadas estirando las cuerdas de que las del juez Moro. A propósito, la edición 2431 – año 48 – nº 25, de 25 de junio del corriente año, de esa vestal de la verdad, de la moral y buenas costumbres, la revista Veja, trae, en la entrevista de las páginas amarillas, la señora Penny Pritzker, secretaria de comercio de USA. En ella, entre otras apreciaciones sobre el país y destaque de los intereses del Tío Sam, afirmó lo siguiente, destacado en letras grandes por la revista: “Para ser atractivo, un país debe ofertar seguridad por encima de todo… Es decir, que el sistema legal es confiable y que ellos no tendrán que lidiar con corrupción. Y remata la entrevistada: “Nosotros estamos listos para ayudar el gobierno brasileño [léase, el stablishment] a apoyar el desarrollo del Estado de Derecho y del sistema legal”.
Y, mientras la crisis sigue invadiendo los hogares de las familias trabajadoras del país, no se pasa un día sin que más y más golpes sean aplicados por la gerencia oportunista contra los derechos del pueblo. Son cortes de derechos laborales y de la seguridad social, aumentos de impuestos e intereses, tarifazos, inflación galopante, toda una situación que el pueblo no tolera más.
Por otro lado, y lo que revela aún más el carácter de esa gerencia de turno, los bancos, los monopolios y el latifundio siguen tratados magníficamente, con privilegios sin límites y financiación multimillonaria, en el caso “agronegócio”. El resultado son logros récords de los bancos y de las montadoras, que nada tienen a reclamar, lógico. Y los serviles aún se prestan a ofertar medida legal para rebajar los ya corroídos salarios de los trabajadores y chantajearlos con su aceptación o desempleo mayor. Lo que cínicamente presentan como salvación de empleos.
Los demócratas y revolucionarios auténticos, los probados y nuevos luchadores del pueblo, en especial la izquierda verdadera, tienen que multiplicar esfuerzos para desenmascarar por completo estos dos campos encabezados, de un lado, por el PT y todos los grupejos que arrastra, y del otro, el PSDB y el residuo reaccionario que lo sigue, los fascistas viejos y nuevos, para denunciarlos al pueblo de como la polarización entre ellos es el juego de salvación de esta vieja orden de explotación, opresión e injusticias. Es preciso multiplicar esfuerzos levantando alto sus banderas de lucha contra ese viejo Estado y sus gobiernos antipueblo y vende-patria, gobiernos de aprieto salarial, causadores de todos los infortunios y autores de todo tipo de crimen contra el pueblo y la soberanía nacional.
El pueblo tiene que tomar las calles, desenmascarar y expulsar los pescadores de aguas turbias, todos los oportunistas y toda la podredumbre. Sólo un proceso revolucionario puede barrer todo montón de basura e injusticias, porque sólo una gran Revolución democrática, por más difícil y prolongada que su ejecución demande, puede poner abajo toda la vieja orden de explotación y opresión y establecer una verdadera República de Nueva Democracia y un Brasil Nuevo.