Transcurrido un año del mandato puente de Rousseff, la crisis del viejo Estado semifeudal y semicolonial brasileño sigue profundizándose y revelando a la población brasileña a que grado de podredumbre puede llegar. Como la parte más evidente (pero no la más importante) de esa crisis es la corrupción en la gerencia PT-FMI, el monopolio de los medios de comunicación y la “oposición” emasculada, abraza la lucha contra ella como el principal bordón, aprovechando la aversión popular al robo de dinero público para capitalizarse en la disputa electoral. Incluso luchas populares eminentemente políticas, como el caso de la huelga y ocupación de la rectoría de la Universidad Federal de Rondônia, fueron retratadas como “luchas contra la corrupción” por el monopolio mediático.
Dilma simula una limpieza ética y, aún a los ojos del monopolio, promueve las reacomodaciones y despidos, fingiendo hacer reforma ministerial, cuando los escándalos resultan de la pugna feroz entre los grupos de poder, particularmente en la dirección petista. Ella conferencia con Luiz Inácio, acaricia FHC, ejecuta una demagogia improvisada y farsante con las víctimas y familiares de muertos y desaparecidos en el régimen militar-fascista…
El 9º año de la llegada del oportunismo petista a la gerencia del viejo Estado llega al fin y expone el agravamiento de las condiciones de vida de las masas, la escalada fascista sobre la sociedad y particularmente sobre los pobres, la estagnación de la producción, los privilegios escandalosos de los bancos, transnacionales y especuladores, el entreguismo más descarado y, claro, el robo del patrimonio nacional. Todo eso como nunca antes en la historia de este país.
Los dos sectores que más lucraron este año dan bien una muestra de para donde es conducida la política económica del oportunismo: los bancos ganaron R$ 37.200 millones en los primeros nueve meses (17% de más que en 2010) y las mineras R$ 29.500 millones (alta del 46,8%!).
Como si no bastara eso, el oportunismo que desnacionalizó bloques de explotación de petróleo y otras cosas se prepara para privatizar los aeropuertos, sueño antiguo de las clases dominantes que se realiza ahora bajo el manto de la copa y olimpíadas. Eventos esos que “justificaron” también una avalancha de gastos públicos con elefantes blancos que de nada servirán para el pueblo, pero que llenarán los bolsillos de contratistas y transnacionales y ciertamente, de las campañas electorales millonarias de sus queridos. La sumisión es tamaña, que hasta cambios en la legislación están siendo hechos para facilitar la rapiña imperialista durante la farra de la Fifa.
Con el PIB estagnado y la tendencia a la recesión en el próximo periodo, la gerencia del oportunismo se esmera en desviar toda la renta del pueblo para las transnacionales y bancos, ampliando el endeudamiento a título de mantener “la economía calentada”, pero que en poco tiempo desembocará en la insolvencia generalizada, tendencia que ya se acentúa al fin de 2011.
En este sentido, no pasan de falacias las tentativas de librar el país de la crisis general de superproducción relativa del capitalismo, ya que gracias al dominio extranjero de la economía nacional es imposible la creación de un mercado interno independiente. Lo máximo que hará será dar sobrevida a los monopolios transnacionales que envían para las matrices los logros aquí obtenidos.
Paralelamente, las masas se libran gradualmente de la camisa de fuerza del oportunismo, abandonan las ilusiones y ganan las calles en huelgas, resistencias, rebeliones, manifestaciones y protestas, en un ciclo de movilizaciones que ha décadas no era visto en Brasil.
Las obras del PAC siguen trabadas (11,3% concluidas en 2011). Las construcciones se hicieron verdaderos barriles de pólvora por causa de la superexplotación y las condiciones infrahumanas de trabajo, lo que generó verdaderas rebeliones obreras en Jirau y Santo Antônio (Rondônia), Suape (Pernambuco) y otras localidades, contrariando las direcciones sindicales vendidas, cooptadas con la contratación de sus dirigentes en los puestos del Estado y con considerables presupuestos sacados de las espaldas de los trabajadores.
La violencia contra el pueblo, expresada en la remoción de viviendas, en la criminalización de la pobreza y en la ocupación militar de zonas enteras de las grandes ciudades y áreas de campo, que viven cercadas y en un estado de sitio no declarado, alcanzó niveles que causarían envidia a los ideólogos nazis, todo aplicado bajo la égida del “gobierno democrático-popular”.
Y por hablar en crímenes contra el pueblo, el ejército brasileño sigue ocupando el Complejo del Alemán, en Río de Janeiro, pisoteando y achacando su población, así como ocupa Haití y agrede su pueblo, sin que haya ninguna mención de retirada de las tropas.
Es sabido que el oportunismo en la cabeza del viejo Estado fue el mejor amigo del latifundio, perdonando sus deudas, frenando la ya endeble “reforma agraria”, legalizando la apropiación fraudulenta de tierras. Con Dilma fue aprobado el código forestal, elaborado por el PCdoB, que legaliza las deforestaciones de latifundistas y perdona multas, pero persigue y criminaliza los campesinos pobres que luchan por la tierra.
Ya hace semanas que tropas del ejército están acampadas en Cerejeiras, sur de Rondônia, muy próximas del escenario de la Batalla de Santa Elina, en Corumbiara, ocurrida en 1995, que opuso campesinos a tropas de policías y pistoleros, al mando de los latifundistas de la región, dejando oficialmente 9 campesinos muertos y muchos gravemente heridos, torturados y con secuelas insuperables. Hace dos años que la hacienda fue retomada y hace un año cortada por los campesinos, como AND viene informando hace varias ediciones.
Hay denuncias y motivos para creer que las tropas están allá para hacer la desocupación del área, encubiertas por el pretexto de cierta “Operación Ágata” en la extensa frontera con Bolivia. Inclusive porque el propio Ouvidor Agrario Nacional, Gercino José da Silva, además de otros burócratas del Incra, delegados y policías, vino amenazando con “serias consecuencias” si los campesinos no se retirasen.
Reunidos en el Comité de Defensa de las Víctimas de Santa Elina (Codevise), los campesinos, a quién de derecho y ya de hecho pertenecen las tierras del latifundio, donde ya viven y producen en sus lotes, decidieron montar campamento fuera de dichas tierras y prometen continuar la resistencia.
¿Está armado el escenario para una nueva masacre de campesinos pobres en la Amazonia? ¿Dilma se responsabilizará por eso?
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