Actuando para preservar el corrompido sistema político brasileño, los bandidos de la plaza de los tres podridos poderes se articulan para mantener los privilegios y salvarse de la cadena, resguardando las ventajas.
Cuando parecía que las cúpulas de las siglas electoreras ya habían sucumbido en el pantano del Partido Único, acontece que más patrañas son tramadas por sus cabezas decrépitas, para una vez más servirse del dinero público en beneficio propio, mientras negocian para asegurar, al nivel de los tres poderes, la política de explotación del pueblo y de entrega de las riquezas naturales a las corporaciones extranjeras.
Muy al contrario de las mistificaciones de los economistas burgueses, en las cuales agentes del FMI y emisarios del viejo Estado brasileño intentan insistir que vivimos una crisis de desequilibrio de las finanzas públicas, el país se hunde en la crisis general de descomposición de su capitalismo burocrático asentado en la semifeudalidad y atado a la dominación imperialista.
Mistifican exactamente para justificar, como siempre, la aplicación de los dictámenes (ajustes y “reformas” laboral y seguridad social) de la oligarquía financiera internacional, con el objetivo de chupar más sangre del pueblo y de la Nación para hacer frente a la crisis general del imperialismo. Y es de esta naturaleza anacrónica y empodrecida de nuestra sociedad, carente de la Revolución Democrática triunfante y de completa soberanía, que deriva la endémica corrupción, expresa en las esferas de la política, economía, cultura, moral y ética.
Llegada hasta tal punto, se trata de una crisis no sólo del sistema político de gobierno, y sí crisis del sistema de Estado, del sistema de Poder.
El sistema político es la forma como el sistema de Estado, o de Poder, se presenta y opera. Las siglas partidarias de este sistema político abrigan las representaciones y grupos de poder de las diferentes fracciones de las clases dominantes explotadoras y parásitos del pueblo y de la Nación. Clases lacayas del imperialismo, principalmente yanqui.
Encuentros como el que ocurrió entre Temer, Aécio y Gilmar Mendes son ejemplo de la delincuencia de la plaza de los tres poderes: un malhechor se reúne con un parlamentario corrupto y un ministro “voluble” para acertar la “Reforma Política” y salvar el leproso sistema político brasileño. No puede haber retrato más fiel de la bancarrota de tal sistema político. ¿Qué pueden hacer, sino maquillajes, para dar fachada nueva el basurero? ¡Sepulcros encalados!
Propuestas como semipresidencialismo, presidencialismo de cooptación, presidencialismo de coalición, parlamentarismo, distrital, distrital mixto, voto en lista, financiación privada, financiación pública, fin de las coligaciones, cláusulas de barrera, cláusulas de desempeño o cualquiera que sea el consenso entre los crápulas del Partido Único, es mera confabulación para camuflar y perpetuar la podredumbre.
Las clases dominantes de grandes burgueses y latifundistas lacayos, así como sus representantes de las diversas siglas partidarias, sólo pueden actuar en la forma de este viejo y podrido Estado, del manejo de la corrupción como modus operandi secular, en la implementación de lo impuesto por el imperialismo.
Como en el reciente episodio de la farsa electoral en el Amazonas, en que el boicot superó en números al candidato más votado, el pueblo continuará repudiando, y en breve actuará para que no reste al imperialismo, a la gran burguesía en sus dos fracciones (compradora y burocrática) y al latifundio otra salida a exponer su podredumbre.
El peligro principal es que el oportunismo, cuando se desarrolla una situación revolucionaria, se presenta para aprovecharse del descontento de las masas, usando sus viejas falacias de “políticas públicas”, “gobierno participativo” y otras demagogias.
Mientras tanto, la Revolución avanza por las manos de los campesinos, que siguen tomando las tierras de los latifundistas, y por las manos del proletariado, que sigue preparando huelgas, elevando la protesta popular y combatiendo de modo inseparable todo el oportunismo.