Editorial – Túmulo encalado

Editorial – Túmulo encalado

El gran señuelo de la “reforma política” fue colocado en marcha en el “congreso nacional” y lo que se vio hasta ahora, como preveíamos, apenas podrá reformar la fachada del podrido, anacrónico, ilegítimo y cada vez más desacreditado sistema político brasileño.

La “reforma política” viene siendo glorificada por las siglas del Partido Único como la panacea para los males de la nación y principalmente por el oportunismo electorero (PT, PCdoB, PSOL, etc.) como bandera general y como lo más importante y crucial en la cuestión política. Esa reforma tuvo influencia de movilizar aún algunas almas que, no viendo ninguna forma de cambio fuera de la institucionalidad, embarcaron en este nuevo estelionato electoral petista para “derrotar la derecha”.

La cosa está apenas comenzando y muchas materias serán alteradas en los trámites por la cámara, senado y ejecutivo, además de los conflictos que serán resueltos por el STF, que más una vez será llamado a legislar. La verdad es que, para variar, nada de bueno para el pueblo saldrá de allí que más probablemente será una contrarreforma, que tratará básicamente del proceso electoral.

Recuérdense que la bandera de la “reforma política” fue resucitada y erguida por la gerencia petista durante las jornadas de protesta popular de 2013, como tentativa de contrarrestar la repulsa de las masas populares, destacadamente la juventud combatiente, al oportunismo electorero.

Para los oportunistas, eso no importa. Las siglas del gobierno tratan ya de intentar zafarse con el viejo argumento de que “intentamos”, pero el “congreso más reaccionario de todos los tiempos” no permitió. Sería el caso de preguntarse en cuál oportunidad el congreso fue un mal servidor de las clases dominantes.

Convengamos, esas mentiras ya no engañan a nadie. Lo que intentan hacer pasar por lucha en el congreso, en realidad es la conciliación más desvergonzada para atacar los derechos del pueblo, algo iniciado en esta gestión por las MP 664 y 665, que retiran derechos laborales y de la seguridad social (de responsabilidad del ejecutivo) y el PL 4330, de las tercerizaciones (de origen en el congreso). Y en cuanto a la tercerización, dígase de pasaje, viene siendo practicada ampliamente con el consentimiento de CUT, Fuerza Sindical, CTB, etc., que ahora arman gritaría eligiéndola como el peor y único mal que el congreso amenaza los trabajadores. Todo ese proceso transcurre en consonancia con las exigencias de los monopolios y aprobado, no sin escenificaciones de protestas indignadas de los diferentes grupos de poder.

Para mantener, como se dice, “un pie en la calle”, el oportunismo se vale de los movimientos corporativizados y centrales sindicales oficialistas en movilizaciones cada vez más insignificantes, como las del día 29 de mayo, para denunciar un supuesto “golpe de la derecha”, hacer su dócil “crítica” al gobierno y seguir amasando el barro de la mortinata “reforma política”. Todo eso mientras promueve más y más medidas antipueblo en nombre de la “austeridad”. Ese es el verdadero golpe.

Ese reformismo barato no encuentra más el mismo eco de tiempos atrás. El innegable empeoramiento de las condiciones de vida del pueblo, así como la indignación con todo el discurso mistificador del oportunismo, hace hervir la olla de la insatisfacción y de la revuelta popular. Cada día se hace más claro que el camino para la defensa de sus derechos es la lucha combativa, lejos de la farsa electoral.

Los verdaderos demócratas y revolucionarios, tanto en el campo como en la ciudad, no pueden ceder ni un milímetro de derechos y garantías de la población, en una lucha radical e incondicional contra las medidas anti pueblo y anti nación, tanto de la gerencia federal como en los estados y municipios, elevando sus tareas de organización y propaganda en la preparación de la Huelga General.

El oportunismo electorero no puede más refrenar o eludir con la misma eficiencia la lucha de las masas explotadas y oprimidas, que se levantarán inexorablemente contra el viejo Estado de grandes burgueses y latifundistas, serviles del imperialismo, principalmente yanqui, para barrerlo, juntamente con sus administradores locales, todo el oportunismo y todo que es viejo en nuestra sociedad.

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