Las jornadas de protesta popular iniciadas en junio, que atravesaron julio y aún son vigorosas en algunos estados siguen causando conflictos entre las fracciones y grupos de poder de las clases dominantes y sus representaciones entre las siglas del Partido Único.
En las últimas semanas, los noticieros del monopolio mediático fueron copados por algo que el pueblo está cansado de saber: el gobierno del PSDB en São Paulo usa y abusa de fraudes en licitaciones para grandes obras, en este caso las del Metro, beneficiando determinadas empresas transnacionales y metiendo la mano en jugosas cuantías del erario público.
Quién conoce un poco de la historia del Brasil es capaz de reconocer que esa es una práctica diaria de toda y cualquier gestión de turno, sea federal, estadual o municipal, de cualquier sigla del Partido Único.
Es público y notorio que el PSDB, principalmente en el periodo en que Cardoso gestionó el viejo Estado para el interés del imperialismo, de la gran burguesía y del latifundio, asumió la tarea de entregar lo máximo del patrimonio de la nación a los monopolios, lo que fue hecho con las privatizaciones, realizadas a través de todo tipo de negociado. Consta aún el caso del banco Banestado, y otros, que no cabrían en el espacio de un editorial de AND.
Eso limitándonos a tratar de corrupción, pero sus crímenes se extienden a la matanza de pobres, a las remociones y desalojos violentos (ejemplo del Pinheirinho), caos en la educación y salud, represión al movimiento popular, criminalización de la pobreza y otra interminable lista.
Eso colocado en la perspectiva de la disputa electoral hace con que los áulicos de la gerencia petista apunten el dedo para las culpas ajenas ignorando las propias. Sí, porque no les es posible esconder que la lista de crímenes del oportunismo petista a la cabeza del viejo Estado o gestionando gobiernos estaduales es tan grande como la del PSDB u otra sigla que ya haya ocupado tal cargo.
Porque ¿no es igualmente verdad que la Policía Federal y la Fuerza Nacional de Seguridad persiguen obreros rebelados en las obras del PAC, asesinan indios en sus tierras e inclusive también reprimieron las manifestaciones de junio/julio?
Y si en el campo de la corrupción el PT está tan enlodado cuánto los otros, ¿qué decir entonces de la “Operación Paz en el Campo”, ordenada por la gobernadora Ana Júlia Carepa, del PT, responsable por la prisión y tortura de centenares y muerte de más de doce campesinos en el Pará a partir del fin de 2007?
Eso sin hablar de políticas igualmente perversas aplicadas por los aliados de primera hora del gobierno petista, principalmente en el Río de Janeiro en llamas, pero también en otros estados, bajo su estímulo, apoyo, protección, e inclusive adopción para aplicación en nivel nacional, como el modelo de las ensalzadas UPP. La misma UPP responsable por el secuestro y probable asesinato del albañil Amarildo y de tantos otros Amarildos por todo Río, que han padecido en las manos de la policía sanguinaria. La misma UPP que prende, tortura y humilla la población empobrecida de las favelas.
El PT que, en la economía, aplica las mismas directrices emanadas del FMI y Banco Mundial que eran practicadas por el PSDB. Que sofoca las huelgas obreras, de funcionarios y de los trabajadores en general a través de la truculencia estatal y de la acción de las centrales sindicales oficialistas.
La única cosa que opone unos y otros es la imposibilidad, hasta ahora, de una repartición del viejo Estado que satisfaga sus múltiples grupos de poder. Si no fuese eso, saldrían de manos unidas, hermanados que son en todo cuánto está escrito arriba.
Agarrados a la tabla de salvación de la farsa electoral del año que viene, aún se complacen en remover la lama del propio cuerpo para tirarla en los otros, en una tentativa de aparecer menos sucios a los ojos del elector. También disputando espacio en esa boya está la parte del oportunismo que se hace de oposición a la “izquierda” y que intentó y sigue intentando, sin éxito, maniobrar la rebelión de las calles para su proyecto electorero.
En ese contexto, el monopolio de los medios de comunicación ya comienza a inflar el globo de ensayo de la “tercera vía” eco-imperialista de Marina Silva como una manera segura de controlar la situación.
Todo eso es lo viejo, lo atrasado, lo decrépito, lo fallido, intentando impedir, vanamente, que lo nuevo brote de las calles. Porque es contra todo lo que es viejo, que el pueblo brasileño, principalmente la juventud, tomó las calles en protestos cada vez más combativos. Y el futuro no se muestra promisor a los enemigos del pueblo. A oírse el eco de los gritos de las calles, “mañana será mayor”, como mayores serán las victorias del pueblo, demostradas en un mayor repudio a la farsa electoral, esta que es uno de los pilares de la dominación burocrática-latifundista-imperialista en el país. ¡Veremos!