El Centro de São Paulo permaneció cerrado por combates durante el día entero en 16 de septiembre dando una nueva confirmación de que el país, desde las explosivas manifestaciones de junio/julio de 2013, entró en una nueva etapa de la confrontación social y de la lucha de clases. Desde entonces, hemos afirmado que nada sería como antes y, de hecho, mucha cosa cambió, principalmente en la forma que las masas ven el viejo Estado, sus gerentes y sus fuerzas de represión, así como los procesos de legitimación de la dominación, caso de la farsa electoral.
Y cuando la policía se dirigió a ejecutar un nuevo desalojo ordenado por la “justicia” paulista, no esperaba encontrar una aguerrida resistencia de los habitantes de un hotel abandonado hace 10 años, como también la solidaridad de centenares de personas a esos mismos sin casa en lucha por vivienda.
Las escenas de batalla en el corazón de la mayor ciudad del país ganaron el mundo y revelaron que los problemas del Brasil son mucho más profundos de lo que hace creer la mediocre campaña electoral de los embusteros que actualmente disputan los cargos de gerentes y subalternos del viejo Estado y la función de lacayo mayor del imperialismo.
El monopolio de la prensa se apresuró a mostrarse histérico y de nuevo lanzó el calificativo de “vandalismo”, pero aún sus imágenes no fueron capaces de esconder el ataque indiscriminado a la población, que, lógicamente, se indignó con eso, llevando muchos a participar de la revuelta.
Setenta presos, confinados en un campo de concentración creado en una estación de servicio, como si no hubiera material inflamable de sobra en la situación de vida de los trabajadores en una ciudad devoradora como São Paulo.
No tardó, el oportunismo electorero más rastrero intentó aprovecharse de la acción judicatura/policial para atacar Alckmin y el PSDB. Y como en la campaña electoral un candidato sienta en el propio rabo para hablar del rabo de los otros, PT/PCdoB fingen hacer algo para minorar el sufrimiento de las miles de familias sin casa de São Paulo. Denuncias de habitantes de favelas muestran el descaso con incendios criminales e instancias de la administración municipal que criminalizan comercios y viviendas “irregulares”, a ejemplo de cualquier gerencia “neoliberal” que fingen combatir.
Todas las fracciones del Partido Único festejan la defensa del “Estado democrático de derecho”, pero niegan el derecho a la vida mínimamente digna, justificando el uso de toda la fuerza del Estado para asegurar el derecho a la propiedad privada abandonada. Todos prefieren encarar el desgaste de un desalojo brutal a desapropiar el edificio para entregar a las familias que necesitan.
Preocupados con la “autonomía del Banco Central”, con combatir la corrupción de los otros (no la propia), finalmente, centrando en querellas mundanas, ya que el programa económico es el mismo, los canallas en disputa, ahora a sopapos, los votos del pueblo chantajeado con el miedo de perder lo que no tiene, no es capaz de detenerse por ningún momento en las reales necesidades de los brasileños.
Y como cada vez más pierden la confianza espontánea de los electores, parten para el más vil chantaje, la táctica de la pregonar del voto útil. Todas las candidaturas dedicaron un tiempo precioso de la propaganda en el radio y TELE para intentar convencer a los que no votan a votar, sea allá en quién sea. Eso no es sin ton ni son, pero parte de una gran preocupación con la legitimidad del pleito, amenazada por el prenuncio de gran boicot a las urnas.
Y así como los combates en las calles en 2013 hicieron que las masas pierdan el miedo de la policía, mostraron que una chispa puede incendiar la pradería, que un desalojo de sin casa u otro tipo de crimen del viejo Estado puede transformarse en una rebelión, como abundan casos por todo Brasil.
E hicieron también aumentar el repudio al proceso electoral farsante. La parcela consciente que se niega a votar es ampliamente mayor. Nunca se vieron tantas campañas de boicot, tantos movimientos populares y colectivos empeñados en esclarecer el retroceso de la participación en la elección entre despreciables de la peor especie.
En cuanto a la “izquierda” oportunista electorera de oposición, actúa para legitimar como democracia esta farsa hecha para encubrir el sistema de explotación y opresión vigente y en descomposición. Más aún, ante el innegable y creciente rechazo de las masas populares a toda esta vieja orden, corren en su socorro clamando por su reforma. El “plebiscito por la reforma política” por ella lanzada como una cruzada decisiva es rotundo fracaso en sus propias huestes.
Exactamente porque, así como las masivas y tormentosas rebeliones de 2013 contra todo este estado de cosas, que también repudió esa “izquierda” , la creciente agitación por el boicot de la farsa electoral expresa vigorosamente el clamor popular, no por reformas cosméticas para embelesar el capitalismo, pero sí por la completa sustitución de toda la vieja orden.