Justificando su fama de no dar puntada sin hilo, y continuando con su modus operandi populista y falluto, Luiz Inácio dio el tono de la campaña electoral, imponiendo al país una avalancha de propaganda de sus “realizaciones” y llamamientos dramáticos por la continuidad de su “gobierno”, en la persona de Dilma Roussef. O más exactamente, para un mandato transitorio hasta 2014 para entonces retornar.
Incapaces de contrarrestar la “ultra-popularidad” del obrero-modelo del FMI, frente al estancamiento de Serra, el PSDB y sus aliados — particularmente sectores de los monopolios de la prensa — ante la dificultad de producirse un factoide que derrumbara la candidata del PT, posibilitando la realización de una segunda vuelta, orquestaron la onda “verde” para inflar la candidatura Marina Silva.
Como visto en el episodio del tráfico de influencia y otros tipos de corrupción en la Casa Civil, que, se arañó alguna cosa de la campaña oficialista, pero no fue lo suficiente como para sacudir la suerte del oportunismo petista en la continuidad de su gestión del viejo Estado semicolonial y semifeudal brasileño. Ahora, Luiz Inácio no dejará que la segunda vuelta se le escurra entre los dedos.
Él tomó todos los cuidados en estas elecciones, tratando de escoger como su sucesor alguien que no tuviera la mínima capacidad de hacerle sombra, debido a su asumida obsesión de volver “en los brazos del pueblo” en 2014, o en cualquier oportunidad que posiblemente surja. Pero, como se confirma, las cosas pueden no ocurrir de acuerdo con lo planeado, porque Dilma no es tan hábil y astuta cuanto el jefe, en la conducción de la política de distribución de favores, donde comen todos los grupos de poder en la disputa por las sobras de la rapiña imperialista que los gerentes de turno se prestan a operar.
Inclusive porque aumentan las evidencias de que los efectos más graves de la crisis que asola a USA, Europa, Japón y otros países alcanzarán a todos y aquí ya pueden ser percibidos. El déficit de las cuentas corrientes ya es el mayor desde 2003 (año en que Luiz Inácio asumió), las reservas cambiarias en dólar acumulan pérdidas fabulosas a cada año por causa de los intereses estratosféricos, la insolvencia general ya es real para las masas, etc. Finalmente, una economía basada en la producción primaria para exportación, en la desindustrialización creciente del país y anclada en altas tasas de intereses, en la oscilación del mercado mundial y de la saña del volátil capital especulativo .Todo eso, aliado a la situación política internacional cada vez más inestable, puede desencadenar y desembocar en grave crisis política, inclusive institucional.
Ya representando el arco de alianzas forjado por Luiz Inácio, Michel Temer, el vice de Dilma, está lejos de ser el diputado pasivo, como aparenta en sus apariciones públicas. Se trata de un cuadro (viejo zorro) de la gran burguesía paulista, o sea, del capital financiero. Temer, el hombre de confianza de FHC en el PMDB durante sus 8 años de turno, lejos de ser la momia a que se asemeja, estará siempre listo, junto a otras ilustres personalidades de la República, como Sarney, Renan Calheiros, Fernando Collor, Jader Barbalho, secundados, claro, por el revisionista y purulento PCdoB, para contener cualquier eventualidad.
Pero al final, ¿quién es la Dilma de quién mucho se habla, pero ni tanto se conoce?
La prensa democrático-revolucionaria no está aquí para alinearse con las cínicas insinuaciones de los monopolios de comunicación, menos aún con las denuncias torpes vehiculadas en el submundo por la derecha más ranciosa que la tacha de “terrorista”, “asaltante de bancos”, “promiscua”, etc.
Al pueblo le interesa y es preciso esclarecer, que Dilma no guarda ninguna semejanza con la joven que resistió y se propuso a luchar contra el régimen militar-fascista, componiendo una de las organizaciones de la lucha armada, que tanta sangre vertieron en las manos facinerosas de las fuerzas armadas y policías. Lucha armada que era para la destrucción de este viejo Estado genocida y no para la concesión de ese arremedo de democracia en que vivimos, como si fuera la octava maravilla, que quieren hacer creer Dilma y la banda de renegados, que hoy se repanchigan en la gestión de ese mismo Estado, por cima de la sangre, de los huesos y lágrimas de los combatientes y familiares.
Parece más con la que, encarcelada por la Oban, fue torturada y delató cobardemente varios compañeros, entregándolos a la saña de los esbirros militares, debilitando su organización y la lucha contra el régimen militar-fascista. Esa que, después de liberada, renegó la lucha armada y permaneció años apagada, quebrada por la traición que había cometido en la prisión. Y que a los pocos aparece en la escena política como miembro del PDT como aprendiz del oficio de tecnócrata, en el cual se doctoró con la gestión de Luiz Inácio, cuando, y a propósito, se afilió a su partido.
¡Triste Brasil!
¡La lucha de clases continúa! ¡Al combate!
Traducciones: [email protected]