En el último 13 de diciembre, la edición del Acto Institucional nº5, vulgarmente conocido en la época como AI-5, completó cuarenta años. Muchos artículos, reportajes, entrevistas y memorias fueron escritos para marcar la fecha. Haciendo una lectura de los discursos y declaraciones, percibimos mucho exhibicionismo y falsas cobranzas, principalmente, por parte de los que hoy componen la gerencia de turno FMI-PT.
Sería una oportunidad para reverenciarse la memoria de los que cayeron víctimas de la insana represión de los gorilas, serviciales de los latifundistas, de la gran burguesía y del imperialismo yanqui. Pocos lo hicieron.
Los que dieron su sangre y su juventud, finalmente, su vida en la lucha contra el fascismo, claman a través de las páginas de la Historia y del sufrimiento del pueblo y subyugación de la nación que en vez de solemnidades, discursos demagógicos y juego de hacer de cuenta, por lo menos sean efectivamente abiertos los archivos del régimen militar. Para que quede bien claro ante toda la nación la responsabilidad de las fuerzas armadas en, una vez más, cumplir el papel de perro de guardia de las clases dominantes y del imperialismo yanqui al practicar una extrema opresión sobre el pueblo brasileño para posibilitar el saqueo a la riqueza nacional y la superexplotación de su gente.
Por detrás de la aparente pugna sobre lo abarcador y extenso de la amnistía para torturadores, en realidad, existe la connivencia de los reaccionarios con los "guerrilleros" arrepentidos y todo tipo de renegados de la lucha contra el régimen militar y por el socialismo.
Analizar minuciosamente el periodo del régimen militar es revelar dos aspectos antagónicos que ninguno de los dos lados actualmente en aparente pugna tiene interés en ver revelados. Primero que el AI-5, al contrario del "golpe dentro del golpe", como algunos lo llaman, fue, en realidad, la secuencia y profundización de la quiebra de la legalidad practicada por el imperialismo y por las clases dominantes nativas, lacayas en 1964, cuando las fuerzas armadas, como espina dorsal del Estado burgués latifundista semicolonial, desencadenaron la lucha armada contra el pueblo brasileño en general y, selectivamente, contra aquellos que, al organizar la resistencia, direccionaban su lucha por transformaciones de profundidad en la sociedad brasileña.
Militares y civiles, por lo tanto, actuaban según los intereses de las clases dominantes explotadoras. Clases éstas cuyos intereses y poder ni siquiera fueron arañados con el final del régimen militar y ni los privilegios más descarados. Basta que examinemos la trayectoria de tantas figuras como José Sarney o de Delfim Neto, que sirvieron y se sirvieron del régimen militar y que, hoy, se mantienen como exponentes en la calidad de consejeros de Luiz Inácio. O de la prensa, como la Red Globo del Sr. Roberto Marinho y Folha de São Paulo del Sr. Frías – sólo para quedar en algunos ejemplos de monopolios de información que quieren pasarse por paladinos de la "libertad de prensa" –, como otros que se nutrieron, se hicieron ricos con apoyo del régimen fascista a quien sirvieron fielmente. La complicidad entre los hombres de la FIESP, de la OBAM y del DOI-CODI no podrá jamás ser olvidada.
En segundo lugar, en el campo de la resistencia, si tuvimos ejemplos bellísimos de coraje, valentía, honradez y compromiso con la causa, por encima de sus intereses personales y por encima de la propia vida, tuvimos los que flaquearon, los que capitularon, restrellaron como gusanos y los que renegaron. Muchos de estos se recogieron a su insignificancia. Otros, sin embargo, a pesar de cargar en la espalda, y principalmente en sus conciencias, el peso del sacrificio y de la muerte de incontables compañeros y compañeras – peor aún, delatores y perros de la policía política y ladrones de los fondos de las organizaciones a que pertenecieron – insisten en ostentar su condición de perseguidos e ajusticiados por el régimen militar y encima de esto reivindiquen para sí jugosas reparaciones materiales y elevados cargos en la estructura del mismo viejo y genocida Estado que ahora ayudan a perpetuar encalando su fachada.
La mayoría de los campesinos, obreros menos calificados, cabos y soldados que participaron de la resistencia al régimen militar, sin embargo, aún no recibió ninguna reparación o recibió migajas. Figuras como FHC, Serra, Luiz Inácio, José Dirceu, Genuíno, Tarso Genro, y otros tantos, que para alcanzar el tope del viejo Estado se vendieron al capital y al llegar a su gerencia se tornaron cómplices cabales con las clases dominantes explotadoras y reaccionarias y el imperialismo. Estas mismas clases que implantaron el régimen militar fascista, para ejecutar un verdadero genocidio contra las masas pobres de Brasil.
La militarización de la sociedad, sea por parte directamente del viejo Estado, sea por parte de la seguridad privada, ha desencadenado la persecución, la tortura y la muerte de campesinos en nombre de la "paz en el campo" para el latifundio actuar sin límites y la prisión, tortura y matanza de trabajadores y del pueblo pobre de las favelas en nombre de la lucha contra el tráfico de drogas y armas, cuyos mayores responsables se encuentran encastillados en la estructura de ese mismo viejo Estado corrupto de cima a bajo, hasta la médula.
Hemos dicho y repetido que el oportunismo (la falsa izquierda canalla de PT, PCdoB, PSB, PPS, PDT, etc.) cuando se presta a asumir el gerenciamiento del viejo Estado, se transforma en el mayor estorbo para que las masas puedan organizar su lucha de forma independiente, en la búsqueda de concretizar sus más mínimos derechos y menos aún sus intereses estratégicos. Así, reaccionarios de pedigrí y tradición se unen a los oportunistas tanto en el encubrimiento del pasado cuánto en la sabotaje del futuro. Como grupos de poder se ayudan para mantener la explotación y opresión de las masas trabajadoras y vender la Patria, rivalizan y pugnan entre sí para decidir cuál agarra más del botín del Estado.
Las masas exploradas y oprimidas en nuestro país nunca dejaron de luchar, a pesar de incontables decepciones con la capitulación y traición de muchos que se alzaron como sus dirigentes. Pero, también nunca han faltado esfuerzos y sacrificios de no pocos. Es una ley de la historia. Y ellas siguen luchando a despecho de todas artimañas, demagogias y mentiras de los oportunistas en el seno del movimiento popular y de la represión sistemática que ahora el gerenciamiento de turno intensifica a través del viejo Estado genocida. Las clases explotadoras reaccionarias y sus capataces en la historia siempre apostaron que la sangre derramada de los oprimidos ahogara sus revueltas. Sin embargo, la historia es pródiga en probar lo contrario: que la sangre riega la revolución. Y, de hecho, la historia no acabó. La crisis del capitalismo se profundiza y una nueva lucha sólo está comenzando.
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