El anunciado genocidio olímpico se pone en marcha

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El anunciado genocidio olímpico se pone en marcha

São Paulo, mayo de 2006

En la semana del 12 al 19 de mayo de 2006, São Paulo vivió el episodio que quedó conocido como “crímenes de mayo”. En aquella semana, 493 personas fueron asesinadas, la inmensa mayoría en la grande São Paulo, principalmente por agentes del Estado elementos de los grupos de exterminio.

Pocos días antes, el clima era de tensión. Protestas de presos, planes de transferencia masiva de supuestos liderazgos del PCC (Primero Comando de la Capital- organización criminal), insatisfacción de policías con sus salarios, clamor del monopolio de la prensa y de los sectores más reaccionarios de la sociedad por más rigor en el tratamiento de la pobreza como crimen, etc.

En el día 12 una serie de ataques a policías, autobuses y bancos dieron la señal para “la reacción” estatal a través de grupos paramilitares compuestos por policías y de la propia policía que ejecutaron centenares de “sospechosos” que supuestamente habrían resistido a prisión.

Estaba pronto el escenario para la ofensiva por el endurecimiento penal y supresión de garantías, que perdura hasta hoy. La violencia contra los pobres se consolidó y los “escuadrones de la muerte” salieron de las sombras y pasaron a aterrar diuturnamente las poblaciones de los barrios populares de São Paulo.

Río de Janeiro, noviembre de 2010

Moradora mostra cápsulas de grosso calibre dos disparos dos PMs de fuzileiros navais

La política de “pacificación de las favelas” de Río es considerada un “éxito” por el Estado y por el monopolio de los medios de comunicación, que esconden, sin embargo, que las instalaciones de las unidades de policía pacificadora (UPP) no acaban con el comercio minorista de drogas, sino que lo cambia de manos y promueve el terror policial contra las poblaciones antes dominadas por lo que llaman de crimen “organizado”. Además, la política de “pacificar” solamente las comunidades controladas por la facción criminal Comando Vermelho ya denota una cierta preferencia de la parte de las fuerzas del Estado por otras facciones.

Cercado en la región de la Penha y del Complejo del Alemán, un grupo, considerado como el más armado de los que comercializan drogas ilícitas en la ciudad, prometía resistir a la ocupación de la Policía Militar, anunciada para breve. El gran contingente militar necesario para esa masacre anunciada sólo podría ser movilizado con una seria justificación, una conmoción general en la ciudad y en el país.

Y de repente comienzan los incendios de coches y autobuses que, transmitidos al vivo, 24 horas por día, por los canales de televisión, llevando pánico a la población carioca y de la Baixada Fluminense, que dejó desiertas las calles siempre embotelladas.

Y estaba dada la señal para un nuevo baño de sangre en Río de Janeiro. No “la masacre del panamericano” de 2007, cuando más de 150 personas fueron asesinadas (muchas ejecutadas) por la policía en el mismo Complejo del Alemán, pero el “genocidio olímpico”, que ya dejó (hasta 29 de noviembre) más de 40 muertos, más de 200 presos y decenas de heridos dieron entrada en los hospitales de campaña y otros en los alrededores de las favelas invadidas.

“La mayor operación de la historia”

El contingente militar movilizado es el “mayor de la historia” según analistas del monopolio de la prensa. Toda la Policía Militar y Civil del estado está movilizada, inclusive los miembros en vacaciones o de asueto. Luiz Inácio, comprometido con la genocida política de seguridad de Sérgio Cabral Filho envió 300 policías federales, 800 soldados del ejército, decenas de policías camineros federales, además de apoyo logístico en blindados y helicópteros de la marina y de los fusileros navales. Todas esas fuerzas hacen de Río de Janeiro una ciudad sitiada.

La acción de las policías y Marina en Vila Crucero, en la Penha, tuvo el saldo de más de 20 muertos, pero centenares de hombres armados consiguieron huir para el Complejo del Alemán. Hay relatos de ejecuciones sumarias de hombres rendidos y víctimas fatales y heridos entre la población, inclusive niños y ancianos. Como siempre, las fuerzas del Estado están sometiendo la población de esa área a todo tipo de humillaciones y extorciones.

Es fundado esperar que la invasión de la policía al Complejo del Alemán dejará decenas de muertos, entre los traficantes armados y la población que está cercada, sin tener para donde ir incluso por la propia condición de miseria a que es obligada a vivir.

Militares bloquean los accesos de los morros del Alemán y de la Baiana

Militares bloqueiam os acessos dos morros do Alemão e da Baiana

Eso se explica por los números: de enero de 1998 a septiembre de 2009, resultó en el asesinato de 10.216 personas por las fuerzas policiales en el estado de Río de Janeiro, un promedio de 2,4 muertos por día, siendo que la mayoría de los casos fue registrada como “autos de resistencia”( cuando la policía mata alegando legítima defensa).

Se suma al exterminio la notoria corrupción policial. Ese conjunto hace con que la población carioca, en realidad, tema más la policía que a los “bandidos”. Es frecuente oír taxistas, comerciantes y los habitantes de las favelas diciendo eso.

¿Para qué el Ejército?

Consultado sobre una posible ayuda de fuerzas federales, el gerente estadual Sérgio Cabral Filho no titubeó en aceptarla, y finalmente recibió el contingente de 800 hombres del Ejército que “harán la vigilancia de los entornos de las comunidades invadidas por la policía”. Ni se pasó el primer día de la presencia de esos militares y ya se hicieron víctimas de ellos.

De hecho, esa es la oportunidad tan aguardada para el Ejército mostrar lo que aprendió en las calles de las ciudades de Haití, ya que para allá fue enviado y allá permanece ocupando un país ajeno, en una situación de miseria aún mayor que aquí en el Brasil. Las tropas en cuestión son de las que allá estuvieron especializándose en las técnicas de contrainsurgencia y combate en las favelas, exactamente para ser empleadas aquí en situaciones muy previsibles de revueltas populares a cualquier momento. Evidentemente no es de lo que se tratan los presentes acontecimientos, pero es en la favela, ¿correcto? Por ende, muy funcional para darse el recado a las masas pobres.

“El apoyo de la población”

Como esa es la realización de los deseos de las clases reaccionarias, el monopolio de los medios de comunicación, frente a la realidad de una policía desmoralizada y atemorizada por la población, no tardó en intentar forjar un apoyo popular a las operaciones policiales. El noticiero Jornal Nacional de la Globo promueve un verdadero show a la United States, en que sus locutores tuercen la historia abusando de la manipulación de imágenes y de las hablas de ciudadanos. Esos portavoces de la reacción se esmeran en demostrar un “apoyo macizo” de la población de forma general y, en particular, de los habitantes de las favelas, los cuales, en el fuego cruzado, cuando se manifiestan es para pedir paz y no para llamar de héroes policías que ellos conocen tan bien. Esa contrapropaganda, sí, es que eleva a la categoría de “héroes nacionales” los hombres de negro del Bope, mereciendo hasta comentario especial de Alexandre Garcia, en el noticiero matinal del mismo monopolio.

Titulares de los periódicos del monopolio estampan todos los días que la “Población apoya a la policía”. Y si hubieran ediciones vespertinas, tales llamadas serían repetidas. Viejos juristas, ex-comandantes de una policía cualquiera, del Bope, ex-comisarios, todos representantes de lo que de más atrasado y sanguinario ya existió en las fuerzas públicas brasileñas, fueron resucitados y alzados a especialistas “de seguridad pública”, y profieren todo tipo de barbaridades e insultos al pueblo, así como insuflan las fuerzas genocidas reunidas a no economizar balas, a no preocuparse “con los efectos colaterales”, que esa es una “violencia necesaria”, que “finalmente, algo está siendo hecho”, etc. Y si eso fuera verdad, cual la necesidad de su repetición exhaustiva, sino que la formación de una opinión pública que no es tan favorable así a la masacre.

Y es esa contrapropaganda que inunda las cabezas de la llamada clase media, que, aterrada, refuerza el coro por más sangre y se esconde en sus edificios con vigilancia 24 horas.

Los enemigos del pueblo necesitan hacer creer que se trata de una guerra del bien (representado por el Bope y las fuerzas armadas) contra el mal (representado por los traficantes de las favelas). Que es justificável usar contra el “terrorismo” de los traficantes un terrorismo mayor aún, que alcance a toda la población empobrecida y transforme la ciudad en el paraíso de los grupos mafiosos de paramilitares, empresas de seguridad privada, agentes del capital financiero, especuladores inmobiliarios y toda clase de gente que se sostiene y enriquece con la muerte de gente del pueblo.

El hecho es que fuera una media docena que aplaudieron el desfile militar, ninguna manifestación de apoyo fue vista. Lo contrario, sí, pero muy bien escondido por esos medios.

Miles de personas están impedidas de trabajar e inclusive salir de casa. Agua y energía eléctrica cortados, siendo revistados y humillados en los puestos de control en las favelas, con sus pequeños comercios cerrados, todos ellos tienen razones para temer más la policía que los traficantes.

Algunas protestas contra las acciones militares ya fueron realizadas en el Complejo del Alemán, pero fueron descalificados por la prensa de los monopolios, ya que quién no está del lado de la policía, de los “héroes”, está del lado del crimen, del “terrorismo”. Y ese seguirá siendo por un buen tiempo el tono de la cobertura periodística más asquerosa que ya se vio en los últimos tiempos.

Patrick Granja, repórter de AND, entrevistó, en 26 de noviembre, habitantes que no conseguían volver para casa en las calles Paranhos e Itararé, uno de los accesos a los morros del Alemán y de la Baiana, dos de las 13 favelas del Complejo del Alemán.

— Yo vivo aquí hace 30 años. Ya vi eso acontecer un montón de veces. Es siempre así: la policía viene aquí, mata un montón de gente, destruye todo, revuelve la casa de todo el mundo y después se va. Nosotros no queremos policía en el Morro, como están diciendo por ahí. Policía no respeta habitante, nunca respetó y nunca va a respetar. De la manera que ellos nos tratan, ¿cómo iríamos a querer ser vigilados por policías? Ahora usted ve esos hombres disparando allá para arriba y un montón de niños presos dentro de casa. Tengo cuatro hijos y tres de ellos están en casa solos desde el miércoles. Estoy con el corazón en la mano. La pared de mi barraco no aguanta esos tiros. Tiene que haber escuela, hospital, empleo para el pueblo — declaró la manicura Denise do Carmo, 49 años, habitante del Morro del Alemán.

— Estoy desde las 8h de la mañana intentando aproximarme de casa y mi mujer está desde ayer de mañana presa en casa. Cuando hablé con ella por teléfono ella dijo que estaba en el pasillo, acostada en un colchón. ¿Piensan que nos gusta eso, que la gente quiere eso?  Sobretodo yo que soy negro, tengo que estar a toda hora dando explicaciones para la policía. Cuando estoy en el trabajo y me avisan que la policía está en el Morro siento escalofríos, peor todavía si ellos se quedan aquí, cuanta humillación sufriré. Si consigo ir para casa, ya avisé a mi patrón que sólo voy a trabajar de nuevo cuando todo esto acabar, porque si yo paso en el frente de esos tipos [policías y fusileros] ellos me van a dar un tiro, sin duda. Para ellos, todo el mundo en la favela es bandido — dijo el vigilante Marcelo Albuquerque, 22 años, habitante del Morro da Baiana.

— Mi hijo vive en Vila Cruceiro y dijo que entró en casa y ni reconoció el lugar. Todo revuelto y fuera de lugar. Un montón de cosas desaparecieron. Y los vecinos que permanecieron allá dijeron que fue la policía que hizo eso. No quiero ni pensar en lo que yo voy a encontrar cuando llegar en casa. Vine de Sergipe para acá con 16 años y ya vi eso suceder muchas veces. Esa policía no respeta a nadie. La policía entra en la favela día y noche para recoger propina de los traficantes. Ellos ven las armas, las drogas y encima se llevan dinero. Esos son los peores bandidos. Tengo miedo de ellos, así como todo el mundo en la favela – afirmó Neide Tavares, 62 años, habitante del Morro del Alemán.

En 28 de noviembre, aproximadamente cincuenta personas cercaron el autobús para donde eran llevadas las personas presas en uno de los accesos al Complejo del Alemán. El grupo de personas protestaba contra la truculencia de los policías invasores que violaron las cerraduras e invadieron casas sin autorización judicial, quebraron muebles y humillaron decenas de familias.

— Quebraron toda mi casa, revisaron todo y aún salieron llevando mi hijo, diciendo que él era bandido. Pero él es trabajador. Sólo porque es pobre y vive en la favela es confundido con bandido — denunció una habitante del Complejo del Alemán al portal R7.

En el mismo día un helicóptero de la policía destejó diversas casas, derrumbó el muro de una y provocó el desmoronamiento parcial de otra residencia en el mismo complejo de favelas.

— Ya revisaron mi casa. Sólo encontraron mis tres hijos, que yo crié con mucho esfuerzo — protestó otra habitante.

 Pasadas las masacres y todo sensacionalismo, pasado el tiempo, el tráfico seguirá como antes, como sigue en los morros donde se instalaron las UPP, desde que los traficantes, dígase de pasada,  no extrapolen con sus acciones armadas.

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