En el fin del mes de noviembre, uno de los líderes de la “oposición” al gobierno de Nicolás Maduro, Luis Manuel Díaz (secretario general del partido “Acción Democrática”), fue asesinado mientras hacía campaña para la farsa electoral que ocurrió día 6 de este mes. Tal acontecimiento expresa el nivel de los conflictos entre los grupos dominantes y las fracciones de la granburguesía por el control del Estado.
Ya el monopolio mediáticoreaccionario se ocupó inmediatamente de pasar la “carga pesada” para el lado del comunismo, acusando Venezuela de ser la prueba cabal del “fracaso del socialismo”. Ya con la derrota del “chavismo” en estas elecciones legislativas toda la derecha reaccionaria se reveló, no sólo en Venezuela, pero en todo continente. Ocurre que el tal “gobierno revolucionario” de Chávez, tal como su sucesor Maduro, no tiene nada de revolucionario y tampoco expresa un proceso de revolución democrática o, menos aún, “socialista”.
¿Qué pasa en Venezuela?
Ocurre, desde el ascenso de Chávez, una reestructuración del viejo Estado venezolano y la profundización del capitalismo burocrático atado al imperialismo, principalmente yanqui. Chávez destronó la fracción compradora de la granburguesía venezolana einvistió la fracción burocrática de esta misma granburguesía que asumió la hegemonía en el viejo Estado. Ese hecho generó los pasados y los actuales encarnizados conflictos entre los grupos de poder para recuperar o mantener la hegemonía en el aparato estatal, respectivamente.
Tales conflictos entre las fracciones son meramente cuantitativos, y no tienen contenido para transformarse en conflictos antagónicos o desembocar en una revolución, ni siquiera antiimperialista, mucho menos socialista.
La fracción burocrática que actualmente concentra la hegemonía en el viejo Estado venezolano no se opone al imperialismo ni a las bases semifeudales vigentes en el país y, por lo tanto, no tiene capacidad alguna de dirigir una transformación democrática en Venezuela. Lo que esta fracción pretende es impedir el avance de los monopolios compradores locales e internacionales, que más y más van desmoronando los negocios de la burguesía burocrática.
Eso, como ya dicho, no constituye una contradicción que puede venir a desembocar en la ruptura con el imperialismo y ni puede serlo, porque esta fracción burocrática liderada por el “chavismo bolivariano” — así como toda la granburguesía, sin distinción entre fracciones — también está umbilicalmente conectada con el sistema latifundista semifeudal – y este, por su parte, es la base de la dominación imperialista.
Es así que se desarrolla el problema en Venezuela.
La máscara del oportunismo es “hecha de papel”
El Presidente Mao Tsetung acostumbraba decir que el imperialismo y las clases lacayas eran “tigres de papel”, y que bastaba una tempestad para que fuesen destruidos. De tal modo como el imperialismo, la máscara “nacionalista” — o peor, “socialista” — del oportunismo de los gobiernos “populares” que surgieron en América Latina (bajo mando y guía del imperialismo yanqui) también es hecha de papel, y la más fina garúa de fin de tarde deja expuesta la verdadera faz de estos gobiernos: pro-imperialistas, pro -latifundios, antipueblo y vendepatria, donde el único esfuerzo es para eludir los pueblos.
La propia práctica de Luiz Inácio lo hizo ser reconocido ampliamente, por todo el Brasil, como un gran servil de banqueros y del imperialismo y mero gerente de turno de la semicolonia Brasil. Cosa semejante pasó con sus “hermanos políticos” Evo, Chávez/Maduro, Rafael Correa e iguales. La práctica del oportunismo es la “garúa de fin de tarde” que mencionamos.
Esos gobiernos “populares”, donde se encuadra el gobierno “bolivariano” de Chávez/Maduro, son embustes del imperialismo, principalmente yanqui (en el caso del “chavismo” es esfera de influencia del imperialismo ruso), para evitar el ascenso de movimientos democráticos y verdaderamente revolucionarios en América Latina. El mismo papel que Chávez desempeñó en Venezuela, poco después, desempeñó Luiz Inácio en Brasil, aglutinando en torno a sí una verdadera cuadrilla de oportunistas y algunos pocos incautos que engañaron las masas con las viejas propuestas de “desarrollo nacional” (subordinado al imperialismo) y “modernización de los derechos laborales”. ¿Coincidencia?
Ni la burguesía compradora, ni la burocrática
Así como el PT intenta imponer su disputa interburguesa con la “oposición” como contradicción principal en el país (sea PT X PSDB, o Dilma X Cunha), lo mismo ocurre en Venezuela. La principal contradicción en Venezuela no es entre las fracciones burocrática y compradora de la granburguesía, representadas, respectivamente, por Maduro/PSUV y su oposición ( en la “Mesa de la Unidad Democrática”, MUD).
Buena parte de las masas populares en Venezuela, cada vez más desilusionadas con la verdadera faz de la “revolución bolivariana”, ya no se aglutinan y ni depositan esperanzas en el oportunismo chavista y la prueba de esto es el cada vezmenor número de votos del mismo en la farsa electoral. Por la falta de organización del proletariado destituido de su auténtico partido revolucionario, hace con que esas masas se encuentren perdidas, a veces cayendo en el discurso igualmente demagogo de la “oposición”, o depositando un voto vacío de significancia en el “chavismo” durante la farsa electoral, motivadas por el estelionato y terrorismo electoral (muy semejante a las campañas petistas en Brasil, repletas de promesas y terror psicológico sobre el corte de los beneficios asistencialistas).
La falta que hace el partido revolucionario del proletariado en Venezuela es la misma, tal vez mayor, que hace aquí en Brasil. El anhelo de las masas populares por las transformaciones democráticas (como distribución de tierras para los campesinos junto a la nacionalización completa de la economía) quedó claro con el ascenso de Chávez y su discurso pseudonanionalista a la gerencia del viejo Estado venezolano. Sin embargo, ya nos enseñaron los grandes líderes del proletariado: en la era del imperialismo, solamente el proletariado revolucionario puede dirigir las transformaciones democráticas y pasar de forma ininterrumpida al socialismo. También para llevar a cabo esta tarea en Venezuela se exige, incondicionalmente, la existencia del Partido Comunista de nuevo tipo, mínimamente establecido, para organizar la clase obrera, los campesinos y la pequeña y media burguesías, que creyeron ciegamente en el “proyecto” chavista en franco desmoronamiento.
Ya en la disputa entre fracciones de la granburguesía, que una u otra domine, puede lanzar en órbita una disputa interimperialista (como los reincidentes flirteos de los representantes de la burguesía burocrática venezolana con Rusia y China, mientras se mantienen fieles al abecedario de gobernar del USA/FMI). Ahí, las masas no tienen nada a ganar.