El fin de un sistema político podrido y la Victoria Pírrica1 de un fascista
Nunca, en toda la historia de Brasil contemporáneo, quedó tan explícita la naturaleza farsante de las elecciones. Tal es el avanzado estado de putrefacción de todo el sistema político de gobierno del viejo Estado de grandes burgueses y latifundistas, serviles del imperialismo, principalmente yanqui, en descomposición acelerada. Eso fue demostrado por el propio hecho de restar, en la disputa de la segunda vuelta de la elección presidencial, dos figuras con tamaño rechazo; además del hecho de que 42 millones de personas la boicotearon y, la mayoría de aquellos que votaron en uno de los dos contendientes lo hicieron porque era contra el otro y no principalmente a favor del escogido o de lo que él decía defender. Eso debido a la bajeza a que se redujo la campaña, además del circo de horrores, corrupción, desfachatez, cinismo, estupidez, de la mentira, engaño y todo tipo de vileza que siempre caracterizó la farsa electoral.
Ocurrida en el ambiente de prolongada crisis política, las elecciones no eran vistas como un objetivo por nadie en sana conciencia. Menos aún es hora de – como ahora alardean el presidente electo, sus partidarios y todo el monopolio de prensa – “unión, paz y tranquilidad para el país”. La gravedad de la crisis política, expresada en la disputa reñida de fuerzas políticas, no puede ser explicada por las pasiones ideológicas de estas, por sí mismas. Es sí una disputa, cada vez más violenta, entre los grupos de poder representantes de las fracciones de las clases dominantes locales por el control y hegemonía en el dominio de la máquina del viejo Estado, por decidir cuál perderá menos con la grave crisis económica y de cómo reestructurar el viejo Estado para conjurar tal crisis e impulsar ese capitalismo burocrático caduco, amenazado de colapso.
Tal disputa, antes entre PT y PSDB – y en estas elecciones entre PT y Bolsonaro –se ha revestido de artificial polarización falsamente caracterizada entre izquierda y derecha, y entre izquierda y extrema-derecha, respectivamente. Todas esas siglas partidarias y sus candidatos profirieron acusaciones mutuas y, de hecho, sólo se contraponen en cuestiones de comportamiento de la sociedad, porque todos, sin excepción alguna, han defendido y practicado, en el Ejecutivo y Legislativo – sólo con pequeñas diferencias de forma – la misma política económica dictada e impuesta por el recetario imperialista yanqui, así como el mantenimiento de este sistema de explotación y opresión del pueblo y de subyugación de la Nación.
Ejemplo de esto en esas elecciones: Bolsonaro, que hizo su campaña acusando el PT de vivir de mentiras, mintió estúpidamente al llamarlo de izquierda y, delirando, lo insulta con el epíteto de comunista. El PT no tiene nada de izquierda, mucho menos de comunista; tampoco son comunistas los revisionistas del PCdoB, que lo secunda. Como falsa izquierda, gobernó por 14 años aplicando la misma política económica que esencialmente aplicó el PSDB – política que Bolsonaro irá a aplicar más radicalmente.
El PT gobernó cooptando los movimientos populares para domesticarlos y someterlos al pacto de clases y amortiguar la lucha de clases. Para eso usó del asistencialismo engañador y represión brutal contra las organizaciones clasistas combativas. Fue sólo engaño e ilusión y, de repente, la crisis del capitalismo burocrático lanzó todo por tierra. Las clases dominantes locales usaron el PT para frenar la lucha de clases y lo escupieron después. Fue un gran fraude: engaño e ilusión del pueblo de un camino fácil de mejorar la vida sin siquiera arañar los mínimos intereses de los canallas que parasitan el pueblo y la Nación; y fraude al hacerse pasar por “izquierda”, cuento del tío fomentado por el monopolio de prensa y la reacción anticomunista fanática.
El fracaso del PT y de sus gobiernos ocurrieron, al fin y al cabo, como también ocurrieron con los del PSDB y de FHC, sólo que más grave, por venir posteriormente, y sería lo mismo con cualquiera de estos partidos. El fracaso y la crisis serán aún más retumbantes en los próximos gobiernos de turno que se sucederán. No fue difícil para la reacción – con la Red Globo a la cabeza, con el furioso descontento y protesta populares, pero principalmente sirviéndose de la rabia ciega de las llamadas clases medias y sus manifestaciones cívicas contra la corrupción – responsabilizar el PT por todos los males acumulados secularmente, arrastrando así grande parte de la entonces base de “gobernabilidad” del PT – que, en jaque por la Operación “Lava Jato” y con el objetivo de controlarla, se unió por el impeachment de Dilma. Así se fabricó el caldo de cultura para la onda reaccionaria, posteriormente transformada en la bolsonarada manipulada ideológicamente con el fracaso de la izquierda, la cual desembocó en la farsa electoral, dando curso legal y sufragio popular al golpe militar contrarrevolucionario, como nuevo engaño del pueblo.
Tal como los fracasos de los gobiernos anteriores, lo mismo, inevitablemente, pasará con el gobierno de Bolsonaro y con lo que derivará de él. La elección del capitán reformado y marajá hace 28 años es una Victoria de Pirro ganada en el grito en una Batalla de Itararé2. Su elección fue un proceso que la intervención militar engendró para ostentar legitimidad frente a la Nación. Sin embargo, la base de toda la crisis actual es la crisis general de descomposición de ese capitalismo burocrático emperrado y de base podrida, dentro de la crisis general del imperialismo. Más grave aún ya que su centro está en la crisis de descomposición del imperialismo yanqui, cuyos temblores sísmicos de la Bolsa de Nueva York ya ronda las bolsas de todo el mundo, prenunciando nuevos y mayores colapsos. De colusiones y crecientes pugnas en el seno del imperialismo, principalmente de la superpotencia hegemónica única yanqui y aliados contra la superpotencia atómica rusa y aliados, el enfrentamiento de su crisis general apunta para mayor explotación de los trabajadores y mayor rapiña y pillaje de los países oprimidos. Para hacer frente a la grave crisis general de nuestro país, los imperialistas yanquis ajustaron con la reacción ingresa establecer el régimen de fuerza (militar) – lo más disfrazado posible de democracia – necesario para imponer tal solución al pueblo y a la Nación, para mayor explotación del pueblo con el despojo de sus derechos y el saqueo más desenfrenado aún de nuestras riquezas naturales. En esta condición, diferentemente de 1964, los yanquis no podrán aportar dólares para quitar el país de tamaña crisis económica, pues sólo aportarán militarmente a la contrarrevolución como ya iniciaron, enviando al Ejército reaccionario centenares de blindados fuera de uso de sus hordas. La inevitable revuelta de las masas ya iniciada hará inevitable que esta se vuelva contra todo el sistema de esa vieja orden de explotación y opresión.
Revuelta popular y golpe militar contrarrevolucionario preventivo
El curso de la historia reciente del país, de crisis económica-social-política y moral de un sistema caduco, está conformado por crecientes revueltas populares contra la explotación y violencia del viejo Estado latifundista-burocrático. Aunque dispersas, sin embargo tendientes a unificarse – tales como las revueltas de 2013/2014 – las luchas de los campesinos por la tierra, huelgas de los trabajadores, como la de los camioneros, ya encendió la luz roja de alarma de los guardianes del sistema, las Fuerzas Armadas reaccionarias. A través de su Alto Mando pusieron en marcha el plan de golpe militar contrarrevolucionario preventivo al levantamiento general de las masas. Entre colusiones y pugnas internas – divergencias y luchas de la extrema derecha con la derecha – para definir como operar, terminando por unificarse temporalmente para realizarlo por la vía de la farsa electoral, poniendo el general Mourão de vice. Por el histórico y naturaleza de este sector no es ningún disparate entender el atentado a Bolsonaro como maquinación para generar conmoción y justificar la suspensión de las elecciones e imposición de una intervención militar. Lo que podemos ver es que, por el resultado, la enmienda salió mejor que el soneto, ya que el fato del atentado hizo Bolsonaro de víctima y catapultó su candidatura.
Por lo tanto, la crisis no sólo continuará como se agravará explosivamente. Ningún gobierno salido de la farsa electoral quebrada puede detener la crisis, pues no puede quitar el país del agujero de inmediato y ni a medio plazo. La crisis, al desembocarse en la formación de un régimen militar reaccionario sufragado en las urnas y disfrazado de civil, selló la falencia completa del corrupto sistema político de gobierno, sin embargo no puede suprimir la corrupción endémica del viejo Estado e inherente a esta vieja orden semicolonial y semifeudal. Tal salida, como movimiento contrarrevolucionario preventivo, colocará las Fuerzas Armadas en el centro y, así, la crisis irá para su seno, engendrando la situación que podrá transformarse en mayor crisis militar, mayor represión y genocidio y consecuente oposición a la violencia reaccionaria por mayor violencia revolucionaria, la guerra civil revolucionaria.
Levantar la resistencia popular a nuevo nivel
Frente a la situación de gran peligro de una violenta revuelta popular, el plan imperialista yanqui de mayor militarización del continente, además de las bases militares en el Perú y Colombia – como ya vemos en nuestro propio país las actividades de altas autoridades yanquis, en torno al problema migratorio venezolano y con el objetivo militar, encubierto por “cooperación científica” en cuanto a la Base de Alcântara – se compagina con el golpe militar en curso. Como estrategia de largo curso el plan es el de estimular y provocar conflictos fronterizos (caso de Venezuela ya creado y futuramente con Bolivia), para evolucionarlos en conflictos militares y futuras guerras reaccionarias, como formas de intervención militar indirecta, a través de “fuerzas multilaterales de paz”, OEA, ONU, etc., generalizando tales conflictos para encubrir la naturaleza de clases de la crisis interna de países como el nuestro, desviando la atención en función de conjurar el peligro de la revolución democrática, pendiente, necesaria e impostergable. Las llamaradas de las revueltas populares transformadas en incendio revolucionario podrán esparcirse por todo el continente sudamericano.
Los verdaderos revolucionarios y revolucionarias de nuestro país deben elevar rápidamente su nivel de actividad en la movilización, politización y organización de las masas básicas, parte por parte, y todos y todas activistas comprometidos con los intereses del pueblo y de la Patria deben abandonar de vez las ilusiones reformistas y prepararse seriamente para la lucha revolucionaria dura y prolongada. Combatir la reacción medida por medida elevando constantemente los niveles de organización de vanguardia y de masas.
¡Abajo la reacción y el fascismo!
¡Yanquis go home!
¡Viva la Revolución de Nueva Democracia!
1. Analogía al evento histórico en que el vencedor pierde tanto cuando el perdedor.
2. La batalla que no existió.