El golpe militar preventivo de siempre

El golpe militar preventivo de siempre

João Goulart (Jango) era un próspero estanciero del sur de Brasil, seguidor de las ideas de Getúlio  Vargas y formado  en la escuela  del populismo laboral. Como la mayoría de los laborales del viejo Partido Trabalhista Brasileño (PTB), tenía ilusiones “desarrollistas” a la sombra de la dominación semicolonial yanqui. Políticamente, representaba los intereses de la burguesía nacional, precisamente de su ala izquierda. Era un nacionalista pretendiendo llevar el país al nivel de las naciones independientes, por la vía de reformas, y no de la revolución. Era un demócrata y patriota, y no  socialista de  cualquier matiz.

Las llamadas “reformas de base” (agraria, urbana, bancaria, universitaria y administrativa), principal proyecto de desarrollo  de Jango, tenían como objetivo adecuar las instituciones a modelos  modernos de funcionamiento, garantizadas la independencia  y la soberanía  nacionales. La principal de ellas, la “reforma agraria”, se proponía crear millones de pequeños  propietarios en sustitución al monopolio de la tierra, concentrada en las manos de un puñado de latifundistas  empresas. La creación  de millones  de pequeños  propietarios significaría la creación  de   un mercado consumidor, tan completo, que necesitaría multiplicar el parque industrial brasileño por números inimaginables para la realidad de entonces, además de fortalecer el capital nacional estatal y no estatal.

Para que esto pudiera acontecer, según su plan de las “reformas de base”, sería necesario estimular inversiones internas y externas, que estaban aprisionados en una política económica de liberação  de remisiones  de logros para el exterior. La solución  presentada fue la de limitar la remisión  de logro en hasta 10% del capital registrado de las empresas extranjeras actuantes en el país, quedando el restante del logro para ser aplicado en la expansión  del parque industrial del país, resultado de la “reforma agraria” y consecuente  fortalecimiento del capital nacional.

Medida importante dentro de la Reforma Urbana era la que daría derecho al inquilino de adquirir el inmueble alquilado, a través del gobierno, que pagaría al propietario en Letras del Tesoro.

Las Fuerzas Armadas se consideran dueñas y tutoras de la república de grandes burgueses y latifundistas  y no  miden esfuerzos para ‘salvarla’ de la revolución.
Es de suma importancia destacar que las “reformas de base” nada tenían de socialistas, cuyo propósito era sólo el de “modernizar” el país en los marcos de las relaciones capitalistas, volcadas a expandir el mercado. Se esperaba así crear propiedades, atendiendo al crecimiento urbano e industrial del país y de su  campesinado, del proletariado, de la media burguesía (burguesía nacional) y de la pequeña burguesía urbana, las llamadas “clases medias”.

Apenas portadores de mentes obtusas o de pura estupidez política, energúmenos y canallas, podrían acusar tales reformas de socialistas.  Se trataba, esto sí, de impulsar  el capitalismo burocrático engendrado en el país por el imperialismo europeo, en el fin del siglo XIX e inicio del XX, a través de los señores de tierra, los barones del café y coroneles de los ingenios. Capitalismo atrasado que había tomado gran impulso con Getúlio Vargas, en 1930 y 1950, profundizado en su apertura económica, por Juscelino Kubitschek con su “Plan de Metas”, de 1956 a 1960, ya bajo la tutela del imperialismo yanqui, directamente monitoreada por  su Embajada. El gobierno Jango, surgido del incidente político de la renuncia de Jânio  Quadros, fue torpedeado diariamente por la acción  de los lacayos del imperialismo yanqui, a través de la Embajada de USA. Fue marcado por las conspiraciones de los altos oficiales de las Fuerzas Armadas que, acusándolo de marioneta  de los comunistas,  predicaban abiertamente su derrocamiento.

Desde el posguerra, la Embajada  yanqui actuó contando con las clases dominantes lacayas de latifundiários  y grandes burgueses y de sus  partidos de forma general y, especialmente, por el social-entreguista (UDN), además de los monopolios y agencias  yanquis aquí instalados. Una alianza reaccionaria, bendecida por la jerarquía  de la iglesia católica, bloqueaba cualquier desarrollo nacional autónomo, e intoxicaba ideológica, política y culturalmente la Nación. La subyugación  semicolonial imponía el atraso al país, en especial con  la reproducción de las arcaicas relaciones de producción  en el campo, manteniendo subyacente la semifeudalidad, a través de la farsa de la evolución en la maquillaje  moderna de sus  formas.

Con  el adestramiento de la oficialidad de las Fuerzas Armadas del país por los imperialistas ingleses y, principalmente, por los yanquis a partir de la Segunda Guerra Mundial – adestramiento realizado a través de los cursos de lavado  cerebral de los currículos de la “guerra fría”, en la Escuela  de Américas y en el Pentágono, en los cuales  aprendieron que todo que no fuera sumisión al USA sería comunismo –, lógicamente esa fuerza armada se consolidó como responsable, por la sustentación  de la condición semicolonial y semifeudal  del viejo Estado brasileño.

Dueños de la república y lacayos del imperialismo

La victoria  de la Triple Alianza en la guerra contra Paraguay, a mando del colonialismo inglés para liquidar la naciente  revolución democrática burguesa en aquel país, llenó de glorias  el Ejército y la Marina  nacionales de entonces. Con estos laureles y armados de su  positivismo caboclo, buscaron en la “Proclamación de la República” su  afirmación como el Poder Nacional de hecho y de derecho. Tales ilusiones sirvieron para consolidar en el poder político el poder económico de los señores de tierra, la República de los coroneles. Pero, a la vez,  las condiciones inhumanas y de carencias  materiales básicas con que las tropas brasileñas tuvieron que combatir en aquella guerra, dada la corrupción de la alta oficialidad monarquista, esclavista y oligárquica, así como las prácticas genocidas contra un pueblo ya desarmado, fermentaron y dieron  nacimiento al Movimiento Tenientista, de aspiraciones  democráticas burguesas y esencialmente  antioligárquico.

Los terremotos de las décadas de 1920/30 causados por las rebeliones de este movimiento con  la Columna Prestes, pero principalmente con  la agitación popular nacional-democrática, agraria-antifeudal, antifascista y antiimperialista en la conformación  de la Alianza Nacional Libertadora (ANL), basada principalmente en la izquierda  del Tenientismo, medios empresarios, intelectualidad y en el Partido Comunista de Brasil (P.C.B), tuvo con la derrota del Levante de 1935 la inauguración  del anticomunismo como línea  de formación ideológica en las Fuerzas Armadas, sustentáculo de   un Estado latifundista-burocrático, servil del imperialismo. Sobre el Levante de 35, la verdad  hecha de la mentira repetida mil veces se fundó en la sórdida farsa de que los militares comunistas promovieron “asesinatos de militares que dormían” – hechos inexistentes, al contrario de los infames y protervos actos de ejecución  sumaria, principalmente de soldados y suboficiales  revolucionarios ya rendidos, desarmados y manietados . Las persecuciones por razones políticas e ideológicas ya iniciadas, bajo el pretexto de la “política fuera de los cuarteles”, como medida de combate a la revolución en 1935, se profundizaron en expurgos de oficiales y soldados, en las sucesivas crisis de las décadas siguientes.

Luego del fin de la guerra en 1945, el Alto Mando de las Fuerzas Armadas (ACFFAA) había recibido órdenes de los yanquis para deponer Getúlio, como medida contrarrevolucionaria preventiva, antes que el pueblo, dirigido por los comunistas lo hicieran por medio de la revolución, como acontecía en varias partes del mundo.

En 1954, el golpe para deponer Getúlio lo llevó al suicidio, acto que conmovió el pueblo brasileño, frustrando su  consumación completa. Otras cuarteladas se hicieron contra Juscelino y la posesión  de Jango, revelando en estos espasmos golpistas su naturaleza reaccionaria anticomunista patológica.

Bolsonaro quiere restablecer el régimen militar fascista, mientras el Alto Mando quiere llevar el golpe paso a  paso, con el máximo de ‘legalidad’.

El gobierno de Jango, desde el inicio, suscitó a la reacción la maquinación  de   un golpe militar preventivo con frenéticas actividades políticas impulsadas por los yanquis. Desde financiaciones de organizaciones  de formación  política de cuadros  y articular acciones entre militares, empresarios y políticos (como el caso del Instituto de Investigaciones y Estudios  Sociales – IPES), de candidaturas a gobiernos  de estados, a Senado y a la Cámara de Diputados (a través del Instituto Brasileño de Acción  Democrática – IBAD), la movilización  y entrenamiento  militar y armamento de bandos anticomunistas (AAA, escuadrón de la muerte).

Cuando las manifestaciones de masas  y elevación  de la participación popular organizada pasaron a desarrollarse, aún bajo las banderas reformistas, los generales reaccionarios, apoyados en las redes de la reacción – prensa venal, iglesia católica y partidos derechistas  – hizo esparcir verdadero delirio anticomunista, en el interior y capitales . Incentivados por políticos reaccionarios, como Carlos Lacerda (gobernador del estado de la Guanabara), Ademar de Barros (gobernador de São Paulo) y Magalhães  Pinto (gobernador de Minas Gerais), entre otros, todo bajo la coordinación  de la CIA yanqui a través de la Embajada, los generales y la reacción  pasaron a tramar el golpe civil-militar que reventó en 1964.

Tal como hoy, el golpe militar no se dio por cuenta de  un descerebrado milico como Olímpio Mourão Filho o Bolsonaro . Las clases dominantes retrógradas y sumisas  al imperialismo, como gestoras del Estado semicolonial y semifeudal  – bajo las bendiciones del gobierno militar secreto – a través de pugnas y colusiones  entre sus fracciones, articulan los “tres poderes” de la República, además de los  monopolios de prensa, para remover los obstáculos en la búsqueda por saciar sus intereses, atropellando para eso las propias leyes de su  vieja y podrida democracia. Esto, hoy, tal como en 1964, sólo puede acontecer en la forma de un golpe militar, para el cual  las Fuerzas Armadas lacayas son llamadas a comandar la represión  a las masas en lucha por sus derechos.

Aún, para que ocurra el golpe preventivo al inevitable levante de las masas, el ambiente mundial debe estar impregnado por la amenaza  de   una tremenda crisis económica, cuya única salida para el imperialismo es aumentar asustadoramente el nivel de explotación  de las colonias y semicolonias.

La propaganda cumplió un papel fundamental para llevar gran parte de las masas al señuelo y se alinear a proyectos  antinacionales y antipueblo. Los monopolios de prensa  y las nuevas medias, como las redes sociales, pasan a ataques feéricos contra las fuerzas progresistas, creando fantasmas y combatiéndolos como entes reales.

Los acontecimientos en la historia  humana ocurren como tragedia y son  únicos, su repetición sólo puede ocurrir como farsa. Los fenómenos de la lucha de clases  de determinada época y tipo de sociedad  son los mismos, sin embargo ocurren en tiempos diferentes de esa época y en  realidades particulares. En la ofensiva  contrarrevolucionaria preventiva en curso en el país, por determinadas circunstancias, desembocó con la farsa electoral en la conformación  de   un gobierno reaccionario tutelado por el ACFFAA, el cual  se mueve en pugna y conluio  por la hegemonía  la extrema-derecha de Bolsonaro  y la derecha  del ACFFAA. Bolsonaro, en su tacaña mentalidad de anticomunista obstinado, quiere restablecer el régimen militar fascista y sus  contendores del ACFFAA – o el  gobierno de hecho de los generales, gobierno militar secreto – quieren llevar el golpe paso a   paso dentro del máximo de legalidad  posible.

Así, las campañas que fueron hechas para golpear Jango y la que llevó a la elección de Bolsonaro  sólo se igualan en apariencia, porque lo principal de la realidad, en la contradicción  entre la tragedia y la farsa, no es la contradicción  real, y sí  la lucha  entre contrarrevolución y la revolución ; lucha entre la ofensiva contrarrevolucionaria preventiva a través del golpe militar en curso, paso a paso y por etapas (cuyo objetivo es prevenir la inevitable  rebelión de las masas de nuestro  pueblo que van a levantarse contra la explotación  desenfrenada) versus la revolución  de nueva democracia.

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