El país de la ‘changa’ – Población necesita trabajar más para sobrevivir

Para não verem cair ainda mais sua qualidade de vida, trabalhadores são obrigados a fazerem “bicos”

El país de la ‘changa’ – Población necesita trabajar más para sobrevivir

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“¡Salir a pasear sólo una vez por mes!”. “En las fiestas de fin de año yo sólo consigo comprar un par de sandalias”. “Comprar en el mercado está tan caro que con R$ 200 se vuelve prácticamente solo con galletitas para casa”. Tales relatos cedidos al reportaje de AND  por habitantes de favelas cariocas, relatos aparentemente aislados, reflejan la realidad de brasileños empleados y desempleados que, por necesidad, se ocupan en trabajos informales para conseguir sobrevivir.

Según datos del Departamento Intersindical de Estadística y Estudios Socioeconómicos, publicados en abril de este año, en Brasil, el salario mínimo necesario para atender a las necesidades básicas de la población previstas en la constitución, como vivienda, alimentación, educación, salud, ocio, vestuario, higiene, transporte y Sanidad Social, debería ser de R$ 4.385,75. Sin embargo, hoy el salario mínimo está en R$ 998,00.

Valéria, de 50 años, está desempleada y obtiene su renta a través de dulces que ella hace y vende en la Barrera del Vasco, Zona Norte de la ciudad. Valéria cuenta que su alimentación podría mejorar se consiguiera vender más dulces.

— Con las ventas yo sólo pago el mercado, el gas, la luz y un par de sandalias en las fiestas de fin de año. Plan de salud es imposible, pues con las ventas yo no consigo sumar el salario mínimo. Para usted tener una noción, mi hijo aún me ayuda todo mes con R$ 200,00 — explica la entrevistada.

Para conseguir mantener algunos cuidados estéticos consigo misma, ella realiza el trabajo por no tener condiciones de pagar por el servicio.

— Unos dos años atrás yo vendía mucho más, tenía condiciones de embalar mejor los productos, variarlos, y las personas consumían más. Mi renta era en media R$ 1.800. Ahora, con la crisis, cayó para menos de la mitad. He ganado a lo sumo R$ 20,00 por día! Las personas están comprando bien menos, las cosas más básicas para vivir están costando muy caro — expone Valéria.

— Siento que mi alimentación está muy simple, quería que fuera más nutritiva, quería poder comprar más opciones para hacer una comida diferente. Sólo vengo consiguiendo comprar sardina o pollo. Antes de la crisis yo conseguía llenar la heladera con R$ 350,00 y ahora yo no consigo comprar lo suficiente — dice.

El señor Souza, de 65 años, jubilado después de haber actuado como mozo durante 35 años, se queja de las dificultades para sobrevivir y sostener su familia. Hoy, él sólo cuenta con la jubilación que equivale a sólo un salario mínimo. En las horas vagas él retorna a su profesión, en régimen de “changas”, para poder pagar las cuentas. Él nunca pudo dejar de trabajar.

— Hoy en día yo no consigo comprar nada prácticamente. Incluso para hacer unas compras en la feria está dificil. En el mercado está todo muy caro, si yo pagase alquiler estaría en una situación mucho más delicada. Y, aun no pagando alquiler, la cuenta no cierra. Suerte que yo siempre hago unos trabajos extras para complementar. No consigo juntar dinero. Conseguí comprar mi casa aquí en la comunidad con mucho sufrimiento, pasando necesidad, inclusive, antes de jubilarme — cuenta.

— Para se tener una noción: yo vivo con mi esposa y dos hijos más. Mi compañera trabaja cuidando de niños. Ella gana por niño, entonces no hay un valor mensual fijo. Me aborrece haber trabajado duro durante 35 años y en la jubilación recibir un valor tan bajo — afirma Souza.

Ya Márcia, de 55 años, es profesora jubilada y, a pesar de la enseñanza superior completa, su jubilación no cubre los gastos: hoy, ella trabaja como telefonista.

— Con mi salario yo consigo sólo pagar alquiler y aun dividiendo con el marido. Aunque yo tenga dos fuentes de renta (soy profesora jubilada y trabajo en otro local, con registro), aun así yo no consigo pagar un plan de salud. Mi alquiler queda en torno a R$ 700 a R$ 900 — explica ella.

Márcia denuncia aún la precarización del trabajo de su marido:

— En el trabajo de él, por ejemplo, si el empleado se atrasa, hay descuento en el ticket-alimentación. Quiere decir, antes era descontado se hubiera falta injustificada; ahora es si llega atrasado! Mi marido recibe solamente R$ 240 en dinero para alimentación.

Además de portero, Rodrigo, de 33 años, siente la necesidad de trabajar a los fines de semana como auxiliar de albañil para reforzar la renta necesaria para la alimentación de la familia y para comprar ropas para los niños.

— No consigo hacer mucha cosa. Yo gano poco, el gobierno estipuló un piso salarial . Es muy difícil con ese valor estipulado: o se compra una ropa o se compra un alimento. Juntar dinero es muy difícil también, a menos que yo haga un trabajo extra. De tarde en tarde trabajo en obras para conseguir un almuerzo más reforzado para los niños, comprar una zapatilla. Pero eso sólo es posible con ese trabajo a parte. Además de trabajar de lunes a la viernes en la portaría, yo aún trabajo como auxiliar de obra en los fines de semana. Quedo sin descanso, prácticamente — cuenta.

— Viajar no es posible, no sobra ningún dinero. La alimentación es bien precaria. En el mercado no da para comprar casi nada, tengo tres hijos para criar. Si va con R$ 200,00 en el mercado, sólo se vuelve con galletitas y poco más. Hago lo posible para el dinero rendir durante todo el mes y garantizar una buena alimentación para los niños — explica.

— Antes, aunque el salario mínimo en números fuese menor, yo conseguía comprar más cosas. Hoy él es en número un poco mayor, pero yo consigo comprar cada vez menos. Ropa sólo consigo comprar a cada tantos meses y muchas veces el dinero ni sobra para eso. Estoy sin ahorros. Todo lo que recibo es para pagar mis deudas, comprar algo para los niños. A veces ellas quieren una ropa nueva, un regalo, entonces acaba no sobrando. El único dinero a más que conseguimos tener es cuando viene el aguinaldo, pero aun así tenemos los gastos con las fiestas y los regalos para mis hijos. Plan de salud no tenemos. Mi trabajo tampoco oferta un plan. Además de eso, esos servicios no son baratos, está muy caro  — afirma.

Rodrigo explica que, por suerte, no paga alquiler, lo que facilita su vida. Sin embargo, ni todos tienen esa suerte: — Con mucho esfuerzo, desempleado en la época y con la ayuda de mi esposa, nosotros conseguimos construir nuestra casa en la comunidad. Tengo amigos que pasan prácticamente necesidad, cuando tienen que pagar alquiler y sostener los niños.

El fenómeno de la “changa”

En entrevista cedida para el monopolio de la prensa G1, la técnica de la dirección de Macroeconomia del Instituto de Investigación Económica Aplicada (Ipea), Maria Andreia Parente explica las razones para la mayoría de la población brasileña necesitar recurrir a las changas para consumir productos y servicios.

“Eso está aconteciendo por la combinación de dos movimientos. El primero es que en las clases más altas de la sociedad está habiendo un crecimiento del salario nominal real, al contrario de las clases más bajas. El segundo, es que con eso la inflación está más alta para los segmentos de clases bajas, por causa del alta en productos y servicios que pesan mucho en la cesta de los brasileños, como energía eléctrica y transporte”, afirma.

Con eso, la investigadora explica que, a las masas populares, la inflación está mucho más elevada de  que para la media general. El alto coste de ítems  básicos  obliga las masas  a recurrir a las “changas” aun cuando ya trabajan o son jubiladas. Así, inclusive el trabajador empleado es obligado a trabajar aún más para conseguir mantener su ya bajo nivel de vida.

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