Todavía ensayando los primeros pasos en el sentido de la escenificación de la farsa electoral, el monopolio de los medios de comunicación busca, a través de una falsa polémica, clasificar ideológicamente los candidatos a gestionar los intereses del imperialismo y sus lacayos grandes burgueses y latifundistas en Brasil. Mientras tanto, la burocracia inútil de los tribunales electorales cacarea hasta el hartazgo nauseabundo sobre la “decisiva” participación del ciudadano, reducida al voto, en una elección farsante y corrupta de un sistema político podrido hasta la médula.
Los defensores de que el Estado ejerza un mayor control sobre la economía son clasificados como de izquierda y aquellos defensores del llamado “Estado mínimo” son clasificados como derechista o “neoliberales”.
Para las siglas que se debaten dentro del Partido Único, estas clasificaciones son bien recibidas y bastante aceptables, ya vez que eluden el hecho de que, al fin de cuentas, todas ellas son ideológicamente derechistas. La regla para tales clasificaciones es el sometimiento de todas ellas a la política de subyugación nacional impuesta por el imperialismo, principalmente yanqui. Además de la decisiva cuestión de quien finalmente es este viejo Estado: del latifundio, de la gran burguesía en sus fracciones compradora y burocrática, serviles del imperialismo, principalmente yanqui.
Capitalismo burocrático
Este decrépito Estado brasileño en franca descomposición, bajo el dominio imperialista, manejado y disputado por los grupos de poder representantes de las carcomidas clases dominantes locales, de origen esclavista y feudal, condescendientes desde las entrañas al “mercado”, usan la estructura burocrática del Estado para recaudar los impuestos pagados por el pueblo en las esferas municipal, provincial y federal para emplearlos en beneficio de su amo imperialista y a sí mismos.
Bajo el mito de que el “Estado Democrático de Derecho” es la democracia universal fueron creadas instituciones, que a la vez que administran y celan por la destinación de los recursos, se apoderan de cuotas del mismo. Estas instituciones albergan una burocracia de alto nivel en los llamados poderes de la República, o sea, el ejecutivo, el legislativo y la judicatura.
El precio pagado por la subyugación nacional al imperialismo equivale, prácticamente, a la mitad de todos los impuestos achacados al pueblo brasileño. Comenzando por el servicio de la deuda pública envolviendo intereses y amortizaciones, comprenden otros títulos como: remisión de logro de las transnacionales, royalties, dividendos, patentes, etc.
Ministros de Estado, senadores, diputados federales, Ministros del Supremo Tribunal Federal y de los tribunales superiores, asesorados por profesionales de nivel superior, todos ganando remuneración mensual superior a R$ 30 mil, además de regalías como el pago de alquiler, pasajes aéreos, teléfono y hasta vestimenta. Esta burocracia de alto nivel llega a los cargos generalmente por indicaciones para ejercer cargos comisionados. Indicaciones de los oligarcas que sostienen el empodrecido sistema político brasileño a través del dominio de la política regional y municipal.
Se suma a todo esto el coste de la casta militar, columna vertebral de sustentación de esta empodrecida orden, distribuida en los ministerios militares y en sus comandos y regiones militares.
Máquina electoral
Se cuentan entre los cargos más anhelados, los de dirección de las llamadas empresas estatales como los bancos públicos: BNDES, Banco de Brasil, Caja Económica, Banco del Nordeste y otros de menor porte, además de empresas como: Petrobrás, Eletrobrás, CHESF, Itaipú, Funai, Nuclebrás, Correos, etc. Todas estas empresas y bancos poseen un consejo de administración compuesto por cerca de seis a 12 consejeros que se reúnen de dos a tres veces al año, sin embargo reciben rentables remuneraciones mensuales.
Son estos cargos que posibilitan el direccionamiento del impuesto que el pueblo paga al favorecimiento de los grupos de poder a través de concesiones, renuncia fiscal, préstamos subsidiados, acompañados casi siempre de las estafas, propinas, competencias fraudulentas, direccionamiento de licitaciones y otras corrupciones características de este mitológico “Estado Democrático de Derecho”.
La llamada Máquina Pública con sus actividades fines destinadas a prestar servicios a la población generalmente con remuneración rebajada sostiene, pues, esta burocracia de alto nivel encastillada en su actividad medio.
Tal como las estructuras que citamos en nivel federal, vemos su reproducción en los planos provincial y municipal.
Imagine, cara lectora y lector, el gasto de los más de 5.600 municipios brasileños para sostener sus cámaras de concejales y la estructura burocrática del Ayuntamiento con su secretariado, que en muchos casos equivalen a lo gasto con todos los funcionarios que verdaderamente trabajan. Esto para no hablar de lo que acontece con los estados y sus máquinas empodrecidas, cuya vitrina mayor es el estado de Río de Janeiro, pero no sólo.
Es esta estructura de base semifeudal que, en tiempos de elección, se transforma en la más potente máquina electoral a reproducir todas las iniquidades de la vieja orden burguesa-latifundista servil del imperialismo.
Por eso que afirmamos y no cansaremos de afirmar que este ultrapasado y caquéctico sistema político brasileño jamás cambiará a través de las empodrecidas elecciones garantizadas a peso de oro por los grupos de poder que se apropian de sus resultados.
La Revolución Democrática, Agraria y Antiimperialista es pues una necesidad histórica para separar el Brasil de un pasado tutelado por el atraso en toda su dimensión y construir el nuevo Brasil.
Solamente así, con la destrucción cabal de esta vieja, atrasada y empodrecida orden, sobre sus escombros, que el pueblo edificará su Estado revolucionario, el poder popular de Nueva Democracia, el Estado que puede proveer el pueblo de todas sus necesidades, para edificar un Brasil Nuevo.