Centenas de miles de jóvenes se levantan y ocupan las calles en todo el país en combativas jornadas de luchas.
Primero fueron las protestas contra el aumento de las tarifas del transporte público en Porto Alegre y Goiânia. Inmediatamente se desataron masivas manifestaciones en São Paulo que desembocaron en enfrentamientos entre la juventud y las fuerzas de represión del viejo Estado. Fueron varios días de combates en las calles. Pueblo versus bombas, gas de pimenta y balas de goma.
El salvajismo de las fuerzas policiales fue respondido con aún más masas en las calles y aumento de la combatividad. El odio represado por décadas de oportunismo electorero y 12 años de gerencia del oportunismo del PT/PCdoB/PSB, del robo desenfrenado, de la corrupción, de los ataques a los derechos del pueblo, rompió los diques de la contrapropaganda de la gestión oportunista Lula/Dilma arrastrando torrentes de masas para la lucha. Al mismo tiempo en que surgían manifestaciones de solidaridad en otros países, nuevas y masivas protestas eclosionaron en varias capitales y otras ciudades brasileñas. ¡La juventud se levanta y los reaccionarios tiemblan!
En el inicio de mayo, los estudiantes de Porto Alegre vivieron otra vigorosa jornada de luchas que ya venían ocurriendo en los años anteriores. Miles de jóvenes tomaron las calles y enfrentaron las fuerzas policiales.
Luego la ola de manifestaciones llegó a Goiânia. Estudiantes de las principales escuelas y universidades ingresaron decididamente en la lucha. Cinco combativas protestas que contaron con creciente adhesión de estudiantes y trabajadores, respondieron con firmeza a los ataques policiales, bloquearon los principales accesos de la ciudad y ocuparon los terminales del transporte público. Las protestas convocadas por el Frente Contra el Aumento dieron muestras de robustez y creciente organización. Los manifestantes atravesaron cuerdas en el trayecto de las protestas para impedir el avance de la caballería, montaron barricadas, pintaron autobús con lemas contra el aumento de los pasajes y forzaron la gestión municipal a recular y suspender el aumento de las tarifas.
Rebelión en las grandes ciudades
Fue una cuestión de tiempo para que el ejemplo de los primeros combates de la juventud elevase la temperatura de las movilizaciones en todo el país.
En 6 de junio, ocurrió el primer día nacional de lucha contra el aumento de los pasajes. Además de los estados ya movilizados, miles de jóvenes tomaron las calles de São Paulo, Río de Janeiro y Curitiba. Ocurrieron escaramuzas entre manifestantes y policías en todas las protestas, prisiones, estudiantes y policías heridos.
En São Paulo y en Río de Janeiro la adhesión de las masas crece a cada día. Grandes manifestaciones se concentran en las áreas céntricas de la ciudad y se vuelven contra órganos de la gerencia del viejo Estado, bancos y representaciones de las mafias de los transportes y fuerzas de represión. Si al principio las manifestaciones expresaban falta de organización, resultando en ataques desordenados, en la medida en que avanzaron las protestas van aumentando las acciones más combativas y organizadas.
Y las protestas se esparcieron como un rastillo de pólvora. Maceió, Victoria, Salvador, Belén, Curitiba, Recife, Porto Alegre, etc., totalizando 12 capitales y por lo menos 16 otras ciudades (hasta el cierre de esta edición de AND, 18 de junio). El día 17 de junio las protestas alcanzaron el auge de más de 300 mil manifestantes en las calles, siendo más de cien mil en Río de Janeiro, 80 mil en São Paulo, 20 mil en Belo Horizonte, 15 mil en Porto Alegre, 13 mil en Belén, diez mil en Brasilia y Curitiba, cinco mil en Fortaleza, cinco mil en Victoria, cuatro mil en Salvador, dos mil en Alagoas, etc. La ola de protestas se arrastra rápidamente llegando también a las ciudades del interior.
Los de cima no pueden actuar como antes
Y frente a la creciente protesta popular, las clases reaccionarias exponen sus podridas entrañas. En París, el gerente estadual de SP, Geraldo Alckmin (PSDB), exaltó la represión y tildó los manifestantes de “alborotadores”. Ya el alcalde Haddad afirmó que en las tres primeras protestas la represión “fue ejemplar”, pero que en el cuarto día de protestas, en que más de 200 manifestantes fueron detenidos, la cosa “no quedó bien” para la policía, pero que mantendría el aumento de las tarifas.
En Río de Janeiro un desconcertado Sérgio Cabral Filho surgió delante de las cámaras, queriendo descalificar y desconocer la dimensión de las protestas.
El ministro-jefe de la Secretaría-General de la Presidencia de la República, Gilberto Carvalho; el ministro de la Justicia, José Eduardo Cardozo; y gente de la “situación” y de la “oposición” en el Partido Único de las clases dominantes, todos fueron forzados a defender esa democracia de mentira y justificar la represión pregonando que “protestar es aceptable”, mientras que no interrumpa el tráfico, que no sea contra la Fifa, que no sea contra las imposiciones de la gran burguesía, del latifundio y del imperialismo.
Una protesta contra la Copa de las Confederaciones en Brasilia reveló esquemas de espionaje e intrigas entre las propias fuerzas gobiernistas, dando a entender que las pugnas en el seno del PT y de la gerencia del viejo Estado van mucho más allá de lo que revelan.
Asustados con la dimensión de la protesta popular, los gerentes del viejo Estado en todas las esferas tiran para todos los lados.
Así, el senador Paulo Paim, del PT, cuando acontecía la ocupación del Congreso por los manifestantes, no perdió la pose, elogió el movimiento “pacífico”, condenó los “vándalos” y colocó la culpa del aumento de los precios “en los empresarios”. Llegó a decir que los esfuerzos de la “presidenta Dilma” para desgravar la cesta básica y las tarifas de transporte no fueron acompañados por el empresariado, que aun así aumentó los precios.
Ya al día siguiente, 18 de junio, Dilma maniobró para intentar ganar alguna simpatía del movimiento y dijo en discurso que: “El Brasil hoy despertó más fuerte. La grandeza de las manifestaciones de ayer comprueba la energía de nuestra democracia. La fuerza de la voz de la calle y el civismo de nuestra población. Es bueno ver tantos jóvenes y adultos, el nieto, el padre, el abuelo juntos con la bandera del Brasil cantando el Himno Nacional, diciendo con orgullo yo soy brasileño y defendiendo un país mejor. El Brasil tiene orgullo de ellos”.
Si no fuese esa una característica del oportunismo más sucio, podría ser caracterizado como enfermedad mental.
Los de bajo no aceptan seguir como antes
El levantamiento de la juventud en curso también es una enorme lección para un gran sector de las masas que aún mantenían ilusiones con el oportunismo electorero, sobre todo con el oportunismo del PT/PCdoB/PSB, en la gerencia semicolonial y habiendo conmemorado el auge de su popularidad, ve surgir enormes fisuras en su gigante de pies de barro. Tanto el oportunismo en la gerencia del viejo Estado como las demás fracciones del Partido Único tienen directa responsabilidad por la brutal represión desencadenada contra las protestas.
Lo mismo se puede decir de las ilusiones pacifistas. Mientras la UNE y otros grupos menores radicales de boca y electoreros de hecho, ofrecían flores a la PM, centenares de miles de jóvenes rompen las barreras policiales, enfrentan las bombas y balas de goma (y hasta munición letal), cercan edificios e instituciones del viejo Estado y desarrollan, en medio a la lucha, su organización y formas de resistencia clasistas y combativas.
En 17 de junio, además de derrotar una vez más las bombas y balas de goma, de enfrentar tiros de fusil y encorralar las fuerzas policiales en Río de Janeiro en varios combates en las calles, los manifestantes cercaron las sedes de las gerencias del viejo Estado en la capital fluminense, en São Paulo y Brasilia. En Río, centenares de manifestantes enfrentaron la policía y atacaron el edificio de la Asamblea Legislativa, que tantas veces aprobó leyes antipueblo y el aumento de la represión contra las favelas. En São Paulo, miles cercaron el Palacio de los Bandeirantes, sede del gobierno, y por poco no reventaron sus portones. En Brasilia, la multitud ocupó el Congreso Nacional. Los manifestantes no querían audiencias o protocolar sus reivindicaciones, y sí dar un mensaje gritado en unísono en todo el país: “¡el pueblo despertó!”
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