Las elecciones realizadas en Chile en el último día 17 de noviembre presentaron un número de abstenciones que superó el de todas las ya realizadas. El boicot a la farsa electoral sobrepasó los 50% del electorado. Fue la primera vez que prevaleció el voto no obligatorio. Los analistas burgueses se apresuraron en dar destaque para el avance de la “izquierda” y la consecuente derrota de la derecha, como si ese resultado fuese traer alguna alteración en la calidad del Estado chileno. En realidad, tanto la denominada derecha cuánto lo que ellos llaman de “izquierda” es que fueron derrotados, pues lo que prevaleció fue el repudio a la farsa electoral.
La mayoría de los electores está harta de ver las mismas siglas se revezar en la gestión del viejo Estado sin que, en lo fundamental, nada se altere en el sistema de explotación y opresión del pueblo. Mientras tanto las mineras, los laboratorios, las montadoras automovilísticas, el gran comercio y, principalmente, el sistema financiero crecen y remiten sus fabulosos logros para las matrices en el exterior manteniendo Chile en la condición semicolonial, contando con la sumisión de los partidos que componen el corrompido sistema parlamentario.
El pueblo pasó el recado de que no acepta más asistir de cuatro en cuatro años la vieja y asquerosa política presentarse con nuevas embalajes que traen los mismos contenidos. Por eso la juventud ocupó las calles con los masivos protestos que ganaron la simpatía y el apoyo de la población. Al enfrentar toda la violencia del Estado la juventud combatiente comprobó el carácter antidemocrático del Estado y dejó claro que solamente con una revolución ese carácter podría ser transformado. Y una respuesta fue dada con el repudio a la farsa electoral, hecho inédito en la historia reciente de ese país.
Las lecciones de las calles
Cuando salió el resultado de las últimas elecciones de Francia, con la elección de François Hollande, nosotros afirmamos que las mismas personas que en aquel momento conmemoraban la victoria de Hollande inmediatamente estarían en las calles pidiendo su salida y así fue. Hoy, después de decenas de manifestaciones como huelgas y marchas, él cuenta con la aprobación de sólo cerca de 20% de la población. Ha sido así en países como Grecia, Portugal, España, Italia y en otros países donde el pueblo pasa por la experiencia de tomar las calles para lanzar su protesta contra el dominio del reaccionario Estado de la gran burguesía, de los latifundistas y del imperialismo y los corruptos políticos a su servicio, sea de las siglas dichas derechistas, sea de los oportunistas que se travisten de “izquierda” en el periodo electoral, para adoptar una política declaradamente derechista después de electos.
Como vemos en Chile las cosas van por el mismo camino. Pero, con una gran diferencia a indicar cambio de calidad, en el sentido de que más de la mitad de la población apta a votar, se negó a participar de la farsa electoral.
En Brasil las protestas realizadas desde junio, también, produjeron valiosas lecciones para la población de la ciudad y del campo. Entendiendo la mentira que significa ese tal sistema representativo que, de hecho, representa los intereses de las clases dominantes, el pueblo toma el espacio de las calles y pelea por sus reivindicaciones inmediatas, pero van más allá al chocarse con el carácter burgués -latifundista del empodrecido Estado brasileño al servicio del imperialismo, principalmente yanqui. Por descontado en 2014 el repudio a la farsa electoral se hará oír con gran intensidad.
El oportunismo se hace de salvador de la patria
Repitiendo la vieja táctica de la formación de un frente electorero de “centro-izquierda”, los partidos oportunistas chilenos, que se auto definen como “izquierda”, lanzaron Michelle Bachelet como candidata a la gestión del viejo Estado chileno, la misma que hace cuatro años, aún con cerca de 85% de aprobación en las encuestas realizadas por los monopolios de comunicación, no consiguió elegir su sucesor y la misma que durante su gestión profundizó la dominación de los monopolios y del sistema financiero internacional sobre el pueblo chileno. Ahora ella promete, como respuesta al clamor de las calles, realizar la reforma de la educación en Chile y la adopción de la gratuidad en las universidades públicas. Para tanto los oportunistas jugaron pesado en la cooptación de una parcela del liderazgo del levante que tomó las calles desde 2010.
Al atraer para el juego electoral algunos jóvenes que en determinado momento lideraron el levante de la juventud, la vieja “izquierda” electorera los usó como escudo para intentar engañar una vez más el electorado y legitimar la farsa electoral como si, por detrás de los jóvenes electos para el parlamento, no estuvieran sus viejas propuestas de conciliación de clases que tanto perjuicio ha traído al pueblo chileno.
Como una ponderable parcela de la juventud no se dejó llevar por las falsas promesas y se propone a continuar firme en la lucha y ocupando cada vez más las calles en protestos cada vez más radicalizados, lo más probable es que aún la pequeña parcela de electores, todavía iludidos con el oportunismo, que deberá elegir Bachelet en el segundo turno inmediatamente, luego estará, también, en las calles participando de las protestas.
El carácter de clase del boicot
El monopolio de los medios de comunicación intenta explicar el fenómeno como un desinterés del pueblo por la política, colocando asimismo, la política como una cosa genérica, escondiendo el hecho de que lo que el pueblo está rechazando cada día más es esta política burguesa de falsa democracia de las clases dominantes explotadoras. Véase, por ejemplo, el artículo de Clovis Rossi “La era del desamor por la política” que extrañó “el ‘desaprecio’ por la política demostrado por electores de uno de los países más politizados de la América Latina”. ¿Cómo podría estar desinteresada por la política una masa que ocupó las calles en radicalizados protestos contra el viejo Estado y su gestión? Lo que acontece después de estos episodios es que el pueblo no sólo repudia la vieja política como clama por el surgimiento de nuevos liderazgos y nuevas prácticas que lo conduzca rumbo a una transformación de profundidad, que destruya la opresión y la explotación sobre las amplias masas y la subyugación nacional. Particularmente, en Chile, la juventud lideró las protestas cargando la bandera de la enseñanza pública y gratuita como símbolo de la lucha contra la privatización de los servicios públicos, cuyo gravamen recae principalmente sobre los más pobres.
Esas masas repudian el proceso electoral viciado y farsante hecho para reproducir y perpetuar el actual status quo. Lo que los monopolios de los medios de comunicación se niegan a admitir es que, al negar la vieja democracia, esa significativa parcela más politizada de la población da una demostración superior de politización, pues coloca en la orden del día la necesidad de una Nueva Democracia. Nueva Democracia esta que sólo podrá ser alcanzada por un proceso revolucionario, cuya dirección esté firmemente manejada por las manos del partido verdaderamente revolucionario de la clase proletaria, diferente y opuesto a todos estos partidos engañadores, partícipes de esa farsa, que no son más que diferentes siglas del Partido Único de la vieja orden, comprometidos en dar una nueva cara a la opresión y explotación capitalista.
El imperialismo, al apostar en la falsa izquierda para gestionar el Estado de sus semicolonias, adoptando las políticas de focalización indicadas por el Banco mundial y por el FMI, busca impedir que la lucha del pueblo crezca en politización y organización dando, por lo tanto, el salto de calidad que corresponda a una nueva ola de la revolución mundial que, evidentemente, ya se manifiesta a través de las rebeliones populares, de la resistencia armada de los pueblos invadidos y principalmente por las Guerras Populares que vienen desarrollándose en Perú, Filipinas, Turquía y en la India.