En su discurso de posesión la nueva gerente de la administración PT-FMI, Dilma Rousseff, después de realizar los juramentos de costumbre al mercado, a los monopolios de comunicación, al clero, a las clases dominantes nativas y al imperialismo, afirmó que haría un gobierno para todos, recalentando el mismo discurso palabrero de su tutor y antecesor, que imprimió a su gestión la marca de Brasil, “gobierno de todos”.
De los sindicalistas vendidos a los representantes de las oligarquías financieras y latifundistas no faltaron elogios a su habla, demostración cabal del compromiso con aquellos que sólo entienden los beneficios para sí como beneficios para todos.
Semicolonia no tiene gobierno, tiene gerente
De la afirmación de que iría “a hacer un gobierno para todos” transcurren dos mentiras. La primera es sobre su propia condición de gerente de los intereses de las clases dominantes locales y, principalmente, del imperialismo. El ejercicio de gobernar, según el marco constitucional sobre el cual juró solemnemente respetar y defender, exige que el presidente, de hecho, pueda tomar decisiones soberanas, que correspondan a los intereses de la mayoría de la nación, contrariando el apetito de los explotadores locales y foráneos.
Para nuestra congoja, esta no ha sido la tónica en estos más de 120 años de historia republicana. Los que intentaron, cuando intentaron, salir del script, en el caso Getúlio y Jango, fueron sumariamente abducidos de sus cargos por golpes cívico-militares. En cuanto al gerente, cabe a él seguir el guión trazado por los patrocinadores de su elección debidamente camuflada por la farsa electoral. Eso ni siempre queda claro para el conjunto de la nación delante de las fanfarronerías y tentativas de demostrar lo contrario a través de una descomunal carga publicitaria, como hizo Luiz Inácio. La evaluación que hicimos en las ediciones 70, 71 y 72 del AND y los artículos del profesor Adriano Benayon en las ediciones 71, 72 y 73, desmitificando las apariencias y revelando la verdadera esencia de las relaciones de explotación y dominación a que nuestro pueblo está sometido, son pruebas más de que suficientes para demostrar la condición de semicolonia del Brasil y, por ende, que Dilma es una gerente más y no presidente.
La segunda mentira es corolario de la primera: Dilma no gobernará ni tomará decisiones que favorezcan la mayoría de la nación, contrariando el apetito de los explotadores locales y foráneos. Como gerente de un Estado semifeudal y semicolonial cabrá a ella orientar su administración para la atención de las exigencias de sus amos.
Su discurso busca ocultar el hecho de que en una sociedad de clases y, especialmente, en una semicolonia, es imposible contemplar el interés de todos. Esto por el carácter del Estado, un Estado burgués -latifundista servicial del imperialismo, que ejerce su dictadura sobre la mayoría de la nación, o sea, sobre los obreros, los campesinos, la pequeña y media burguesías y el pueblo en general. Estos producen la riqueza de la nación y pagan pesados impuestos. Sin embargo, además de no ser beneficiarios de los recursos recaudados, son obligados a “pacíficamente” aceptar su transferencia para los cofres del imperio a través de sus bancos y transnacionales, además de la corrupción endémica y del deshonesto enriquecimiento practicado por la burocracia y por los políticos profesionales con sus altos salarios.
La liquidación del viejo Estado es el fin de la miseria
Estado democrático de derecho. Es con esta pomposa denominación que el oportunismo quiere encubrir la dictadura burguesa que él gestiona. Así aquellos, que verdaderamente luchan por una profunda transformación de las relaciones sociales y que no aceptan cambios cosméticos, como las políticas públicas de focalización en las parcelas más miserables de la población, no pueden contentarse en trabar la lucha solamente contra el imperialismo, la gran burguesía y el latifundio. Combatir y desenmascarar el oportunismo y todas sus mentiras y engaños como la tentativa de pasar la idea de que un ex-obrero en la gestión del poder burgués traería reales beneficios para la clase o de que una mujer y, peor aún, una ex-guerrillera arrepentida, podría modificar la correlación de fuerzas entre dominantes y dominados dentro del viejo y carcomido Estado brasileño.
El oportunismo se hace aún más peligroso enemigo en la medida en que trabaja y maniobra con herramientas del fascismo, tales como la corporativización de la sociedad, la cooptación de liderazgos del movimiento sindical y popular y una brutal represión sobre las masas. La criminalización de la pobreza, acompañada de las limosnas electoreras, también forma parte del arsenal oportunista para mantener las masas paralizadas mientras su sudor y su sangre son drenados para alimentar la perversa injusticia social imperante en el país.
Las políticas compensatorias del imperialismo son usadas para justificar el propagandeado “gobierno de todos”. Ya revelamos aquí, como ejemplo, que en 2009, mientras el programa ‘bolsa familia’ destinaba cerca de R$ 13.000 millones para atender a más de 12 millones de personas, media docena de banqueros y especuladores eran agraciados con nada más nada menos que R$ 390.000 millones. Es en esta proporción que el oportunismo hace el “gobierno de todos”, todo determinado por el FMI y el Banco Mundial y encubierto por otra herramienta del fascismo, o sea la repetición de mentiras hasta el cansancio para que las mismas parezcan verdades.
Las masas tienen derecho a todo
Las masas no quieren ser sólo menos miserables, ellas quieren y tienen derecho a una vida verdaderamente digna, con todo el significado que este término exige. Lo que las masas como un todo no saben es que en este sistema la miseria mayor o menor, la penuria, el hambre, la indignidad, la injusticia y la opresión sólo varían en niveles en un ciclo interminable. Como el oportunismo no consigue atender los verdaderos anhelos de las masas, por sus compromisos con la gran burguesía, con el latifundio y el agronegocio y principalmente con el imperialismo, usará todo su stock de subterfugios, de propaganda mentirosa y todo tipo de engaño y represión, hasta que no le reste ninguna credibilidad ante el pueblo. Este será el momento más oportuno para la destrucción del viejo Estado, a través de una revolución democrática de nuevo tipo (vea AND ediciones 3, 5 y 7) y el establecimiento de un nuevo, el Estado de Nueva Democracia.
La represada necesidad del pueblo no podrá ser satisfecha con puntas de presupuesto y tampoco con las sobras del superávit fiscal y ni aún de la totalidad de tales presupuestos, hipótesis remota para no decir imposible. El carácter del Estado, su naturaleza, su ideología y sus métodos, jamás podrían contemplar los intereses completos de las masas populares. Para la atención de los intereses integráles de las masas populares, más que de un volumen colosal de recursos, es necesario una ideología, una política y métodos correspondientes a las clases explotadas y oprimidas, situación que sólo podrá ser obtenida con la confiscación de los seculares explotadores de nuestro pueblo y el establecimiento de un nuevo poder, una nueva democracia. Esta será pues la principal tarea de la revolución de Nueva Democracia. Sólo una revolución puede poner fin a un Estado genocida y podrido hasta la médula y el sistema de capitalismo burocrático a que sirve y asegura reproducir.
Sólo así el nuevo poder, el poder de la alianza obrero-campesina y sus aliados de la pequeña y media burguesía, podrá entregar la tierra al campesinado sin tierra o con poca tierra, acompañada del soporte técnico, financiero y educacional; dotar el campo de equipamientos productivos de última generación, infraestructura y equipamientos sociales que hagan la vida posible y agradable y, así, sea incrementado el flujo ciudad-campo para una mejor distribución de la población en el territorio nacional; garantizar alimentación harta, saludable y barata a todo el pueblo; garantizar un padrón digno de habitación con todas las condiciones sanitarias básicas; construir una red de salud pública y gratuita que se paute por la prevención y divulgación masiva de los métodos de conservación de la vida saludable; orientar la industria para la producción de bienes de uso colectivo como transporte, cocinas, lavanderías y otros; implantar un modelo de educación basada en estudio, trabajo y lucha; imprimir a la cultura una nueva orientación en la cual prevalezca el carácter popular, científico y de masas; entre otras iniciativas.
El nuevo poder, por ser efectivamente democrático, eliminará el viciado y corrupto sistema parlamentario e instituirá la Asamblea del Poder Popular que tendrá su organización correspondiendo a los varios niveles de organización de la sociedad.
El movimiento campesino combativo ya viene dando pasos positivos en este sentido, poniendo en práctica aunque en pequeña escala lo que en breve se propagará por todo el país. Movilizar, politizar y organizar las masas que están siempre dispuestas a luchar es, pues, la tarea del momento para los luchadores de la causa del pueblo y de los verdaderos demócratas.
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