Elección no, revolución sí!

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Elección no, revolución sí!

A cada dos años el pueblo es obligado a participar de la farsa electoral, a través de la cual la burguesía y el latifundio, serviles del imperialismo, deciden con el concurso del voto popular, cuáles de los infames politiqueros ocuparán la gerencia de las estructuras del viejo y empodrecido Estado Brasileño.

Además, como las de ahora, las elecciones municipales son especiales para constreñir el pueblo con el asedio de candidatos y sus cabos electorales más conocidos y próximos de la población y con esto componer la estrategia y esquemas para las elecciones para diputados, senadores y principalmente de gobernadores y presidente. Nada del interés del pueblo está en juego. Al contrario, estas elecciones son clave para los grupos de poder y para los explotadores que ellos representan.

La burguesía, cuando llegó al poder del Estado, al desalojar la nobleza de los puestos de mando y expropiarla, creó el sistema parlamentario. Hipotéticamente, el parlamento sería compuesto por representantes escogidos por el pueblo a través de elecciones libres y del voto secreto. Sólo hipotéticamente, porque en la práctica las elecciones para escoger tales “representantes del pueblo” siempre fueron movidas a dinero, y mucho dinero. Pero, si el dinero estaba y está en las manos de los capitalistas, ¿cómo se podría esperar elecciones verdaderamente libres cuando el dinero es usado como instrumento de corrupción y de distorsión de la voluntad del elector?

Diariamente la prensa de USA presenta informes de las donaciones de campaña para los actuales candidatos a vivir en la Casa Blanca, en una demostración inequívoca de que solamente los candidatos que representan los intereses del “establishment” tienen condiciones reales de participar de la disputa. Las decenas de candidatos que presentan su postulación al referido puesto, por no poseer el nivel financiero de los demócratas o de los republicanos, son tratados como excéntricos, locos o simplemente como algo folclórico.

En el Brasil, la cosa sigue por el mismo camino. Examínense los informes de la Justicia Electoral sobre las donaciones de campaña de los principales concurrentes a los cargos de presidente, gobernador, alcalde, senador, diputado federal, diputado estadual y concejal, y, sin necesitarse instalar ninguna CPI, luego quedará claro la vinculación del candidato con los grupos económicos. Son banqueros, empresas transnacionales, contratistas, empresas del agronegocio, redes hoteleras, redes comerciales, redes de la enseñanza privada, empresas de transporte, empresas de prestación de servicios como limpieza, seguridad e informática, o sea, los detentores del poder de hecho en una sociedad capitalista. Eso para no hablarse en el dinero pasado por fuera de la contabilidad oficial de los partidos y que alimentan el cajero dos o el colchón de los candidatos.

Es así que las cosas funcionan en el sistema capitalista de modo general y con más énfasis en las semicolonias como el Brasil, sometidas que son a la tutela imperialista. Así, las elecciones implican en cambios que nada de significativo cambian, pues, la esencia del sistema permanece inalterada. Concretamente, las elecciones son realizadas para el mantenimiento del sistema y no para su modificación, para pasar la idea  y sensación de que todos están participando y decidiendo. Los que participan de este juego como candidatos deben tener esto muy claro y presentar su compromiso explícito con la reproducción del sistema. Fue el caso de la carta a los brasileños, escrita por Luiz Inácio y que pasó a ser el documento oficial de todas las candidaturas de la “izquierda” oportunista en la América Latina.

Sólo la revolución puede cambiar la esencia del Estado

Es común oír de la boca de los representantes de la “izquierda” oportunista, comprometida con el proceso electoral burgués –latifundista al servicio del imperialismo, la defensa de la tesis de que la etapa actual de la revolución brasileña es socialista. Su discurso y su práctica presentan tamaña distancia que la palabra hipocresía es leve para calificar su postura, cuando dócilmente comparecen a la institución electoral y allá se inscriben para concursar a uno de los “lugarcitos rentosos” en el Estado burgués, como decía Lenin. Y, para conseguir algunos votos, presentan un programita liberal, rellenado de fraseologías socialistas, que con la cara más cínica presentan en sus pocos segundos de televisión.

Esa gente no pasa de coadyuvante de la farsa escenificada por la burguesía para la reproducción de su sistema. Elecciones que son vendidas como el principal atributo de su decrépita “democracia”. Participar de ellas es, pues, dar aval a la reproducción del sistema diseminando junto al pueblo la ilusión de que participa de las decisiones políticas y de cambios, de que mejores días podrán venir para sus vidas.

La existencia de mejores días para el pueblo es incompatible con un sistema de dominación que mantiene una tremenda explotación sobre el país y su pueblo, extrayendo de los mismos los resultados de todo su trabajo y de su riqueza.

Para cambiar ese cuadro se hace necesario adoptar el método correcto, o sea, el método de transformar el Estado a través del derrumbamiento de las clases explotadoras que representa y su sustitución por las clases explotadas, destruyendo el viejo Estado reaccionario y creando el nuevo Estado Popular.

Ese método es la revolución, el método de la transformación de la esencia del Estado de una vieja democracia, la democracia de las clases explotadoras, para una nueva democracia, la democracia de las clases explotadas y oprimidas, la democracia popular.

El método de estas elecciones, por lo tanto, es el método del imperialismo, de la gran burguesía y del latifundio para mantener todo que ahí está sin alteración, o, como mucho, cambios cosméticos, superficiales, que no modifican el sistema de explotación.

Es de suma importancia que quede claro que para métodos diferentes deben corresponder formas de organización y lucha diferente. Para las elecciones son necesarios partidos electoreros, comités electorales, cabos electorales, mucha promesa, mucha demagogia y principalmente mucha mentira y mucho dinero. Para la revolución, es necesario un partido revolucionario compuesto por cuadros revolucionarios y activistas de los movimientos de masas, municionados de la ideología proletaria, la ciencia del marxismo, y con la disposición de organizar las masas bajo el principio de que son ellas que hacen la historia y que sólo a través de la violencia revolucionaria podrán barrer definitivamente la violencia reaccionaria del Estado burgués opresor.

El socialismo no será implantado por decretos celestiales, como parecen esperar los oportunistas y revisionistas de esa “izquierda” de fachada. La realización de la revolución democrática capaz de quebrar los lazos de la dominación imperialista, de liquidar el capitalismo burocrático y el latifundio es el único camino posible de asegurar, de forma ininterrumpida, la continuidad del proceso revolucionario rumbo al socialismo.

No se debe perder más tiempo, por lo tanto, con el método de la ilusión electorera burguesa. Pongamos manos a la obra en la construcción de los instrumentos de la revolución. Diferente de los resultados electorales inmediatos e inocuos, los resultados revolucionarios vendrán a medio y largo plazo, y vendrán para quedar.

Traducciones: [email protected]

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