Hace tiempo, el gerenciamiento Kassab se muestra alineado con las políticas fascistas nacionales de ataque a los trabajadores pobres, principalmente a los que no tienen donde vivir. El año pasado, el intendente cerró tres albergues en la capital, eliminando 1.154 plazas de las ya escasas 8 mil que habían hasta entonces, para atender una multitud de más de 10,5 mil habitantes callejeros, según el Ministerio del Desarrollo Social y Combate al Hambre, de los cuales 79,6% comen por lo menos una vez por día y 19% de los entrevistados no consiguen alimentarse diariamente. 88,5% de ellos, según la investigación, jamás fueron beneficiados por ninguno de los programas asistencialistas ofrecidos por las gestiones de turno.
— Dicen que sólo hay plazas en los albergues de la periferia, que no hay más como dormir en el centro. ¿Pero quién quiere ir para São Mateus, o para São Miguel? Nos despiertan a las 6 de la mañana y vamos para la calle, tenemos que volver al centro andando — afirma el habitante callejero Adriano da Silva Pereira, de 28 años, hace seis meses viviendo en la Calle Anchieta, próximo al Patio del Colegio, área histórica de la ciudad.
— Ellos [de la municipalidad] están intentando ‘limpiar’ el centro, empujar el problema para la periferia, con el cierre de los albergues de São Francisco [en el Glicério] y del Jacareí [en la Bela Vista] — afirma Anderson Miranda, coordinador del Movimiento Nacional de los Habitantes callejeros.
Como si no fuera bastante, a través de acto administrativo del día 1° de abril, Kassab quitó la responsabilidad de los agentes de protección social de abordar a los habitantes callejeros y la repasó para la guardia civil metropolitana, que ahora estará encargada de contribuir "para evitar la presencia de personas en situación de riesgo en las vías y áreas públicas de la ciudad y locales impropios para la permanencia saludable de las personas". Para cumplir esa sádica tarea, los GCM están aplicando el "toque de despertar". Eso quiere decir que las personas que no tienen donde vivir, además de perder sus lugares en los escasos y precarios albergues, ahora no pueden ser flagradas durmiendo en las calzadas, pues si eso acontecer, la GCM está autorizada a despertarlas.
Según más de 30 denuncias de la Asociación Red Rua — una especie de ouvidoria de los habitantes callejeros — los abordajes de la GCM incluyen zurras, robos y otras humillaciones.
En el día 15 de abril, el secretario municipal de seguridad urbana, Edsom Ortega, recibió representantes de cuatro entidades que trabajan con habitantes callejeros para conversar. En la ocasión, Ortega negó los abusos y, por eso, los representantes de las entidades presentes en la reunión invitaron periodistas para, que al día siguiente, vayan hasta el Viaduto do Glicério, en el centro, para participar de una investigación aterradora. En la ocasión, los coordinadores preguntaron cuántos habitantes callejeros de los que viven en el local ya sufrieron abusos de los GCM. De 15 personas, nueve levantaron la mano. Muchos dijeron que fueron golpeados con cachiporras y otros que tuvieron sus documentos robados.
Después de la investigación, guardias y policías llegaron juntos y rápidamente comenzaron a agredir los habitantes callejeros. Al intentar impedirlos, profesionales de la ONG ‘Minha Rua, Minha Casa’ también fueron agredidos con golpes, patadas y espray de pimenta. Pero, según Ortega, tal conducta no es un privilegios de las semicolonias, "los países más desarrollados siguieron esa línea", la línea de oprimir cada vez más las masas, criminalizando la pobreza y los movimientos sociales.
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