Es posible una nueva democracia en Brasil

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Es posible una nueva democracia en Brasil

Recientemente el IBGE y el IPEA divulgaron estudio indicando el crecimiento de la clase media en Brasil y la disminución de la miseria. La referida divulgación causó una tremenda revuelta en aquellos que, situados en la faja de renta de R$ 1.064,00 fueron colocados como pertenecientes a la clase media. Dígase de pasaje que este valor es un poco mayor que la mitad del salario mínimo calculado por el DIEESE. Cualquiera que sea la magia adoptada por los institutos oficiales, ella es incapaz de esconder el hecho concreto del aumento de la concentración de renta en las manos de los ricos, mientras que la bolsa-limosna esconde la miseria endémica que se arrastra por el país, exactamente en los ítems que pueden ser los indicadores de las condiciones de vida del pueblo como tierra, alimentación, habitación, educación y salud, por lo tanto los elementos básicos para la construcción de una verdadera democracia.

La metamorfosis de una dictadura

Con el término del gerenciamiento militar, los brasileños se colmaron de esperanza cuanto a la posibilidad de que Brasil pudiese, en fin, vivir una experiencia democrática. Y fue en el embalo de la elección presidencial vía colegio electoral, montado por el propio régimen militar para realizar una “transición” segura, que Tancredo Neves, en una jugada demagógica, exclamó para toda la Nación que “Mientras exista un brasileño sin techo, sin pan, sin escuela y sin salud, toda la prosperidad será falsa”. Tancredo fue electo y el apoyo de la imprenta de los monopolios generó una gran expectativa en las masas.

Tancredo había dicho una verdad y el pueblo creyó que él pudiese enfrentar los graves problemas de la Nación por la óptica de los explotados, tanto es así que su enfermedad y su muerte, provocaron gran conmoción en todo el país. Aunque también la Red Globo no perdió la oportunidad de espectacularizar  el drama del viejo cacique de la política de las clases dominantes.

Contra este tipo de constatación revelada por la demagogia de Tancredo, Karl Marx, ya en el siglo XIX advirtiera que “Los filósofos siempre se preocupan en interpretar el mundo, cuando lo que importa es transformarlo. Tancredo murió dejando como vice José Sarney, beneficiario privilegiado del régimen militar, y un ministerio esencialmente conservador. Estos indicativos dejaron evidente no haber la menor intención de transformar la realidad por él constatada.

Sarney, como genuino político de las clases dominantes brasileñas, particularmente de la burguesía burocrática, hasta entonces representada casi que exclusivamente por el PMDB, montó la demagogia del Plan Cruzado para eludir al pueblo, elegir gobernadores del PMDB (1986) y mantener las masas en la miseria y rehenes de las promesas populistas. Otra decepción que solamente abrió espacio para otra ilusión: el “cazador de marajás” fabricado por la Red Globo. Medida providencial para impedir que Leonel Brizola venciese, en la primera elección directa para Presidente de la República después del golpe militar.

Las manipulaciones de los monopolios de comunicación conducen el proceso electoral para una disputa de Collor y Lula en el segundo turno. Collor, ya bien articulado con los planes del imperialismo yanqui vence con facilidad. 

Se trataba entonces de aplicar el Consenso de Washington, conjunto de imposiciones a través de las cuales el imperialismo yanqui lanzaba una ofensiva sobre los países dominados.

Se inaugura, entonces, una nueva temporada de crímenes contra el pueblo y la Nación. Collor fue con tanta sede en el montaje del plan de entrega del patrimonio de las empresas estatales, que organizó, junto con PC Farías, un esquema paralelo de recaudación de fondos oriundos de la corrupción que quedó tan a la vista que ni aún sus padrinos de la Globo tuvieron cómo sostenerlo en el cargo y el impeachment se hizo inevitable.

Para realizar tamaña ofensiva contra el patrimonio nacional, el imperialismo necesitaba de alguien más discreto y con cierta credibilidad popular. La solución fue dar posesión al vice, Itamar Franco, teniendo como ministro de la Hacienda el señor Fernando Henrique Cardoso. Este, durante diez años, comandó la privatización/ desnacionalización del patrimonio nacional. Sobre su pretensa credibilidad en los medios académicos y de oposición al régimen militar, Cardoso inmediatamente la puso abajo afirmando: “olviden lo que yo escribí”. Su Plan Real sería, nada más nada menos, que la adecuación financiera de Brasil a los dictámenes del Consenso de Washington. O sea, la profundización sin precedentes del saqueo del sudor de los trabajadores brasileños y el hurto de las riquezas naturales del país.

La crisis del Real, ocultada hasta al extremo para no perjudicar la reelección de Cardoso (1998), explotó con el descontrol cambiario (enero de 1999) y hundió la coligación PSDB/PFL, que daba soporte a Cardoso. Extremadamente desgastados los partidos de la vieja orden y divididas las clases dominantes, la reacción se vio repentinamente sin cuadros, necesitaba de una cara nueva capaz de seguir engañando al pueblo lo suficiente para proseguir implementando el recetario imperialista. Es entonces que surge el oportunismo petista y su cordón de serviles revisionistas (PSB, PCdoB, PPS, etc.), con un discurso acumulado de veinte años de demagogia. Pero, él no vino para salvar la patria y sí para salvar los intereses imperialistas, las clases dominantes y su viejo Estado en descomposición, dando continuidad a sus planes.

Luiz Inácio selló el compromiso, antes de la elección, firmando la Carta a los brasileños (léase Carta de servilismo al imperialismo yanqui). Asumía cabalmente el mantenimiento de los fundamentos de la gerencia Cardoso. Por lo tanto, la continuación de todo el favorecimiento al imperialismo, principalmente el yanqui, al capitalismo burocrático y sus clases dominantes, la gran burguesía compradora y burocrática, así como al latifundio de viejo y nuevo tipo. Y aún prometía más…

La vieja democracia es la dictadura de la burguesía

Este breve histórico de los veinticuatro años de la realidad brasileña post-gerenciamiento militar puede, perfectamente, darnos una visión completa de que las clases que estaban en el poder durante el régimen militar, por lo tanto, los beneficiarios de la democracia de los militares, continuaron siendo los mismos beneficiarios de la democracia pos-militares.

Para ser más exactos, tenemos que admitir que, después del gerenciamiento militar, fueron incorporados a los beneficios de la vieja democracia sectores de las capas medias de la población. Claro, cooptados y llamados a suplir la imposibilidad de los cuadros tradicionales de las clases dominantes. Intelectuales de la falsa “izquierda” (tipo Cardoso, Serra, Wefort y otros), la aristocracia obrera (de la cual surge Luiz Inácio) y algunos elementos de la burocracia sindical (del tipo Medeiros y Paulinho de la Fuerza). Para las amplias masas populares, los desamparados del discurso de Tancredo, además de los seculares sin tierra, la dictadura de siempre nunca terminó.

Algunos mistificadores, en la tentativa de continuar a engrupir las masas, separan la política de la economía y afirman que Brasil vive una democracia política y que es necesario evolucionar para una democracia económica y social. Lenin afirmaba, y con razón, que “la política es la expresión concentrada de la economía”. Reforzaba, así, lo que Marx ya había dicho sobre la determinación, en última instancia, de la superestructura de la sociedad (política) por su base material (economía). ¿Cómo puede, entonces, uno de los países de mayor concentración de renta y de propiedad de tierras del mundo poseer una democracia para las amplias masas? Solamente los bandidos y los ingenuos pueden predicar tal disparate.

Sistema de estado y sistema de gobierno

El poder político es la dominación de una o más clases sobre otras, ejercida a través del Estado. Este se estructura y se organiza en dos sistemas: el Sistema de Estado (poder real) y el Sistema de Gobierno (forma de gobernar). Esa forma de gobernar causa la impresión ilusoria de que la organización estatal corresponde a una autoridad que se sitúa por encima de todas las clases de la sociedad. La dictadura de la burguesía es la dominación económica que se sostiene a través del poder de Estado y es determinada por los intereses de las clases poseedoras. Su sistema de gobierno se da de dos formas: el fascismo declarado y la demo-liberal. Siempre que la crisis en la sociedad alcanza un grado extremo y peligra su dominación, la burguesía, a través de su fracción hegemónica, rompe toda su veleidad liberal, suprime los más elementales derechos de ciudadanía aplicando la dictadura fascista declarada. Pero, la forma demo-liberal, la democracia representativa, es su preferencial porque camufla su real condición de dictadura.

El Estado burgués es, antes de todo, protector de la propiedad privada de los medios de producción, detentando el monopolio de la violencia armada, es el guardián de toda orden de explotación establecida. En la forma de democracia representativa, en su expresión jurídica de Estado Democrático de Derecho, el Estado es el fiador de la máxima hipocresía legitimadora de las injusticias de que “todos son iguales ante la ley”. ¿Cómo sería posible que patrón y empleado, rico y pobre, explotadores y explotados sean iguales ante la ley?

El Estado Democrático de Derecho esencialmente es: derecho de las clases poseedoras de explotar el trabajo de las clases desposeídas y el derecho de las clases desposeídas de ser exploradas, según algunas normas que mantenga tal explotación en el límite de la autodestrucción de la sociedad. Esencialmente la democracia burguesa es la dictadura de la ínfima minoría de la población sobre la inmensa mayoría de esta.

En Brasil, país secularmente dominado por potencias extranjeras, el Estado es de grandes burgueses y latitudinarios a servicio del imperialismo. Corresponde a su condición de país semicolonial en que se desarrolla un capitalismo de tipo burocrático con subyacente semifeudalidad. En él el sistema de Estado se reestructuró para la acomodación y reajuste de poder entre las fracciones de la gran burguesía (la burocrática y la compradora) y la clase latifundista. Fue lo que ocurrió con el adviento de la república (1889), el movimiento liberal de 1930 y el golpe civil-militar de 1964, y como viene intentándose hacer en las últimas décadas para impulsar el capitalismo burocrático en crisis. Su sistema de gobierno ha alterado continuamente en razón de las crisis políticas crónicas propias de un país dominado por el imperialismo. Actualmente el Sistema de Gobierno renovado con la Constitución de 1988, se formaliza como un “Estado Democrático de Derecho”, organizado según el modelo de una república federativa y presidencialista, donde “son poderes de la Unión independientes y harmónicos entre sí, el legislativo, el ejecutivo y el judicial”.

Como casi todo en una sociedad de clases basada en la explotación del trabajo, más aún en tratándose de semicolonia, se guarda una gran distancia entre lo que se dice o escribe y lo que se practica. Nuestra “Constitución Ciudadana” se hace letra muerta cuando, para limitarnos en un pequeño ejemplo, el ejecutivo indica los miembros del Supremo Tribunal Federal y legisla a través de medidas “provisorias”.

Estos son, pues, los sistemas de Estado y de gobierno de esta vieja democracia dominada por la burguesía y por el latifundio a servicio del imperialismo. De ahí resulta, bajo los adornos de un proceso electoral corrupto y farsante, toda iniquidad, toda explotación y toda opresión que reprimen nuestro pueblo en las formas más variadas. Es en los bajos salariaros, el desempleo, las pésimas condiciones de vida expresas en la precariedad de su alimentación, de su vivienda, de su salud y de su educación. Es el obrero sin derechos, el campesino sin la tierra, la juventud sin futuro, la mujer trabajadora discriminada, explorada y violentada. Son los pequeños productores del campo y de la ciudad oprimidos por los monopolios. Son la brutalidad y violencia policiales, el genocidio de los pobres por el Estado y un mar sin fin de indignidades y de injusticias.

Una nueva democracia es posible

Pensar una nueva democracia para Brasil así como para cualquier semicolonia de Asia, de África o de América Latina sólo es posible se ella sea consubstanciada en una nueva política, una nueva economía y una nueva cultura.

Una nueva política donde el sistema de Estado no sea el poder dominante de la grande burguesía y de los latifundistas y sí el poder dominante del conjunto de las clases trabajadoras explotadas y oprimidas. O sea, la clase obrera, los campesinos pobres, los estudiantes e intelectuales honestos, los pequeños y medios propietarios rurales, industriales y de los sectores del comercio y de los servicios. En este Estado de Nueva Democracia, el Sistema de Gobierno será organizado de modo a sustituir el actual sistema “representativo” con la siniestra figura del político profesional, por un sistema que pueda expresar el Poder Popular, a través de las Asambleas del Poder Popular. Estas por su parte serán organizadas desde las zonas rurales, el barrio, el distrito, el municipio, donde el ciudadano ejerza el poder político a través de la democracia directa, inclusive, en la elección de sus representantes para las Asambleas del Poder Popular a los niveles regional y nacional.

No es ni necesario tomar la experiencia histórica de la lucha de liberación de los pueblos. La crónica político-policial de nuestros días es la comprobación más que elocuente de que no es por dentro de este actual sistema de Estado de la vieja democracia (dictadura de la burguesía), a través del viciado proceso electoral, que podremos llegar al Estado de Nueva Democracia (dictadura conjunta de las clases revolucionarias). Tal nuevo Sistema de Estado sólo podrá ser alcanzado a través de un proceso revolucionario, una vez que las clases dominantes en el actual Estado de vieja democracia, jamás aceptarán y harán de todo para impedir que profundas modificaciones en la estructura de poder vengan a acontecer.

Se tratará, entonces, de una revolución de nueva democracia o, en otras palabras, una revolución democrática de nuevo tipo. Que es democrática burguesa, porque aún no propone suprimir toda la propiedad privada, o sea, preserva la pequeña y media, además de distribuir parcelas de tierra para los campesinos pobres sin tierra o con poca tierra. Sin embargo, es de nuevo tipo porque confiscará, además de las tierras de los latifundistas, todo el gran capital (bancos, industrias, agropecuaria, comercios, transportes y servicios), sean estos de la gran burguesía burocrático-compradora brasileña o del imperialismo.

Recursos estos que serán aplicados en la mejoría inmediata de las condiciones de vida y trabajo de las amplias masas populares y en el fortalecimiento de la independencia nacional.

La edificación de una nueva economía contemplará necesariamente – comenzando por la obligatoriedad de trabajar a todos los adultos en condiciones de realizarlo, sin cualquier distinción que no sea la de especiales condiciones para las mujeres trabajadoras – derechos ampliamente asegurados, remuneración condecente con el nivel de desarrollo nacional, habitación, saneamiento, redes de salud, transportes colectivos, seguridad social, tratamiento especial a niños y ancianos. Para una nueva cultura se exigirá que la enseñanza en todos los niveles, el restablecimiento de la cultura nacional y popular y el apoyo y estímulo al florecimiento cultural, tengan carácter científico y de masas cuanto a sus contenidos y nacional cuánto a sus formas.

Es democracia de nuevo tipo por qué se diferencia de las viejas revoluciones democráticas acontecidas en USA y en Europa, en el siglo XVIII, dirigidas por la burguesía para su dominio y usufructo. De las varias clases interesadas en esta revolución de nueva democracia sólo el proletariado, como la más avanzada y última clase de la historia, podrá asumir su dirección en alianza con los campesinos, principalmente pobres y demás clases explotadas. Por fin, es de nuevo tipo por tratarse de una revolución permanente, cuyo proceso se desarrollará ininterrumpidamente en Revolución Socialista.

Bajo la dirección de la clase obrera en alianza con las clases revolucionarias, el Estado de Nueva Democracia podrá implementar una Nueva Economía y una Nueva Cultura, verdaderamente volcadas para los intereses del pueblo y Nación y del compromiso irrenunciable con la causa de la liberación de los pueblos y naciones oprimidas de todo el mundo.

Traducciones: [email protected]

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