¿Cómo reaccionar ante la codicia desmedida de las grandes corporaciones, la violencia del aparato policial-militar, el sistema financiero, el terrorismo de Estado? ¿Cuáles son las posibilidades de las clases populares ante las presiones económicas y represivas que sufre en su día a día? A continuación, dos películas documentales instigadoras, que registran ejemplos de una persona y un pueblo que con inteligencia, coraje, pero sobre todo su espíritu altivo e indomable, consiguieron enfrentar y subyugar adversarios descomunales.
La lucha del indómito pueblo de Bougainville
En la Oceanía existe una pequeña isla llamada Bougainville, localizada al noroeste de Australia, habitada casi exclusivamente por aborígenes que suman aproximadamente 200 mil individuos. A partir del final de los años 80 su pacífica población mayoritariamente agricultora y pesquera tuvo que transformarse en guerrera para sobrevivir, trabando el mayor conflicto armado del Pacífico Sur tras la Segunda Guerra Mundial.
Las tierras de naturaleza frondosa comenzaron a ser destruidas por la megaminera anglo-australiana Río Tinto. Sus montañas y florestas se transformaron en gigantescos agujeros estériles y envenenados. La implantación de la mayor mina de cobre a cielo abierto del mundo en la época fue implacable con la población.
Bougainville, étnica, histórica y geográficamente pertenecía al archipiélago de las islas Salomón, pero las potencias coloniales hicieron las divisiones de acuerdo con sus intereses. Así, Bougainville pasó de colonia francesa desde el siglo XVII a dominio alemán, después australiano, durante breve tiempo japonés y, finalmente, al de Papúa-Nueva Guinea. Entonces fue Papúa-Nueva Guinea quien hizo los acuerdos con la transnacional Río Tinto. Los habitantes de la isla, indignados con la minera escogieron el ciudadano Francis Ona, operario de la empresa, para negociar con ella un acuerdo. Francis llegó hasta la dirección y pidió que se retiraran de la isla y además una indemnización de diez mil millones de dólares para compensar los daños causados. Los directores de la empresa rieron de él, hasta porque el emprendimiento todo no tenía ese valor. Bueno, a Francis no le gustó que se mofaran. Fue hasta el depósito de la minera, cargó cincuenta kilos de explosivos y junto con los habitantes comenzó a dinamitar la infraestructura de la empresa. Entonces nace el BRA, el Ejército Revolucionario de Bougainville (Bougainville Revolutionary Army), liderado por Francis, para sabotear la minera, organizar la resistencia y luchar por la independencia.
La secuencia es muy interesante: la Río Tinto abandona el emprendimiento. El ejército de Nueva Guinea ataca. El BRA comienza a defenderse aún sin disponer de armas de fuego, sólo con piedras y palos y hasta lanzan flechas en los helicópteros militares. Australia pasa a ayudar a Nueva Guinea. El BRA, que fue equipándose con armas capturadas del enemigo, vence con lucha de guerrilla. Nueva Guinea declara que el BRA es demasiado poderoso para sus fuerzas militares y contrata un ejército de mercenarios de la ‘empresa de seguridad’ inglesa Sandline International por 36 millones de dólares. Acontece que los militares de Nueva Guinea, al saber de la cuantía pagada a los mercenarios, se rebelan contra el propio gobierno, prenden y expulsan los mercenarios.
En ese tiempo es impuesto un bloqueo naval riguroso a la isla, objetivando llevar la población desesperada a luchar contra el BRA. Pero acontece exactamente lo contrario. El BRA y el pueblo se unen aún más para encontrar soluciones para la supervivencia, partiendo para la floresta, haciéndose autosuficientes en todo.
Siete años después de iniciado el bloqueo, el documentalista viaja a Bougainville. Tras arriesgar su vida burlando el cerco, escoltado por un equipo fuertemente armado del BRA que se desplaza en lanchas rápidas, finalmente desembarca en la isla. Su cámara nos muestra la destrucción dejada por la empresa minera, un verdadero paisaje lunar. Luego nos lleva hasta los asentamientos que la empresa había levantado para acomodar la población removida de los terrenos de la mina; se asemejan a favelas. De los tres mil millones de dólares que la Río Tinto facturó aquí, sólo migajas para el pueblo. Ni escuelas hicieron.
Aún vemos lo que quedó de los sabotajes: las torres de transmisión de energía derrumbadas, los alojamientos de los operarios destruidos. Todo fue hecho por los bouganvilleanos para asegurar que la empresa nunca más colocaría sus pies en la isla.
Pero, lo que más llama la atención es la ingeniosidad y garra del pueblo. El bloqueo creó enormes dificultades. El conflicto mató un décimo de la población. Sin embargo, de las dificultades nacieron soluciones originales sorprendentes. Como primera medida, todas las familias fueron orientadas a buscar ser autosuficientes en alimentos.
La chatarra de la minera sirvió para realizar incontables proyectos. El más extraordinario: la fabricación de más de cincuenta mini centrales hidroeléctricas que iluminaban todas las aldeas, al contrario de las ciudades ocupadas por el ejército de Nueva Guinea, que no disponían de energía eléctrica.
Pero, del conocimiento profundo de la floresta es que vinieron las grandes soluciones, nuevas tecnologías: trampas hechas de hierbas irritantes para detener el enemigo, remedios. Y de entre todos los elementos naturales, uno fue fundamental para la lucha del pueblo de Bougainville: el coco.
Él tiene su rica agua; Se puede fabricar jabón. Su cáscara sirve como leña, para curar heridas, para ahuyentar insectos. Y además de las potencialidades que ya conocían, descubrieron otra: la extracción de óleo.
Y así una gran curiosidad del documentalista (que pasa a ser también del espectador) es desvelada: ¿cómo funcionan los coches abandonados por la minera sin gasolina ni diesel y que atraviesan a toda hora la isla? Puro óleo de coco.
Entrevista Francis Ona y su gente. Ellos cuentan sus historias de lucha y sus estrategias de resistencia que fueron siendo elaboradas en la medida en que el conflicto evolucionaba. Francis vive simplemente, sirviendo al pueblo que lo cerca, cuidando de su plantación, cortando leña para las viudas. Además de ser el iniciador de la guerra de liberación de Bouganville, conquistó aún más respeto sirviendo al pueblo.
En el fin de la década de 1990, con el BRA victorioso en 80 % de la isla, se profundiza una división política. El vicepresidente, Joseph Kabui, apoyado por el jefe militar del BRA, defiende acuerdos internacionales mediados por la ONU. El presidente Francis defiende la victoria militar completa y que el pueblo de Bouganville decida su propio destino. Por eso Francis es designado como “línea dura”.
La posición de Kabui vence. En 1998 fue levantado el bloqueo. Después hicieron un acuerdo de paz avalado por la Australia y en 2005 conquistaron la autonomía y está prevista su total independencia para los próximos años. Francis no participó de las elecciones y Kabui fue elegido presidente.
La historia de la lucha del indómito pueblo de Bougainville es contada en el documental The Coconut Revolution (La revolución de los cocos) dirigido por Don Rotheroe.
La historia hasta nuestros días no está en el documental y es bastante confusa. Hay informaciones de que en alrededor de 2005, Francis se habría autoproclamado rey de Bougainville. Hay también en internet información de que Francis habría muerto de malaria en su aldea aún en 2005. Se habla también de préstamos internacionales para la reconstrucción de la isla que tendrían como garantía las reservas minerales de Bougainville. Joseph Kabui aún era el presidente de la “Región autónoma de Bougainville”.
Finalmente, aunque se pueda decir varias cosas sobre las limitaciones de movimientos de liberación que no son dirigidos por el proletariado y su partido revolucionario, la principal lección del BRA es la de que en la guerra, el factor decisivo es el hombre, y no las armas, y que todo es posible para las masas.
El internacionalista Lucio Urtubia
Lucio Urtibia, no destaque, junto a Che Guevara em 1962
Nació en 1931, en la ciudad vasca de Cascante (España), en una familia muy pobre. Vio su padre morir sin cuidados médicos por falta de recursos, y a partir de entonces, aún chico, pasó a cometer pequeños delitos como única manera de luchar por la supervivencia.
Cuando joven, obligado a servir el ejército franquista en la frontera con la Francia, aprovechó el puesto para ayudar en el sostenimiento de la familia con algún contrabando. Entonces él es descubierto y antes de ser prendido huye para la Francia. Desterrado, sin estudios, asume el oficio de albañil como profesión. En París, donde fija residencia, conoce gente de los movimientos de la izquierda local y de los exiliados españoles. Su conciencia política crece. Convencido de que los bancos eran las mayores sanguijuelas del pueblo, pasa a participar de asaltos armados a agencias bancarias para levantar fondos a fin de ayudar compañeros políticos perseguidos. Aún teniendo éxito en estas actividades, percibe que es muy arriesgado y que tarde o temprano alguien podría lastimarse. Él piensa en una manera más original y segura de contribuir…
Entonces este albañil semianalfabeto, de gran inteligencia y capacidad de relacionamiento, consigue convencer los profesionales más calificados en el área gráfica a ayudarlo en la confección primero de documentación para los perseguidos políticos y más adelante a falsificar cheques de viajes. Los cheques de viajes o Travellers checks eran muy usados en aquella época por turistas y hombres de negocios. El dinero obtenido con la falsificación pasa a ser repasado a grupos de izquierda del mundo entero. El volumen del fraude, en la casa de las decenas de millones de dólares, hizo sacudir el mayor banco yanqui de la época: el First National Bank (que tras este golpe cambiaría para Citybank)
Cazado por las policías de la Europa y hasta por la Interpol, él acaba siendo prendido. Entonces sus compañeros redoblan el derramamiento de cheques falsos. Lo que había sido anunciado como una victoria de las autoridades rápidamente se transforma en un fiasco. Al final, Lucio continuaba siendo un hombre pobre de manos encallecidas, su prisión no resolvía nada. Sí, porque el dinero recaudado había sido transferido íntegramente para los revolucionarios cubanos, los Tupamaros del Uruguay, Panteras Negras, los separatistas vascos y todas las causas que él creyera que merecían su apoyo; y Lucio sobrevivía modestamente de su oficio. Cuatro meses después, desesperados y atónitos, banqueros y policías le proponen un acuerdo: entregar las placas matrices de la producción de los cheques, destruir los cheques que estuvieran listos y su palabra de que nunca más se envolvería con falsificación, y en compensación Lucio quedaría libre de toda acusación y recibiría una sustancial suma en dinero.
Así fue hecho. Lucio, en este mes de febrero, completa ochenta años, lúcido y altivo.
El documental se intitula Lucio, dirigido por Aitor Arregi y José Mari Goenaga.
Traducciones: [email protected]