Criança trabalhando em uma mina de tântalo
Los aparatos electrónicos portátiles han pasado a ocupar un espacio antes sólo reservado a las joyas. De la misma manera que para el usuario de un caro reloj saber la hora correcta es algo secundario, móviles, notebooks y similares son escogidos más por el design innovador de que por la utilidad, pues lo que importa es el nivel de status que el aderezo puede transferir.
Sin embargo, una gran diferencia está en que el reloj sólo puede ser considerado bueno si, además de su apariencia, funcionar perfectamente por un largo periodo. Con los electrónicos, durabilidad más allá de la garantía no es un ítem importante, pues ellos sólo son eficaces en promover prestigio cuando nuevos. En pocos meses, a lo sumo un año tras lanzados, pierden ese poder y hasta acaban siendo contraproducentes ya que demuestran que el propietario no fue capaz de mantenerse actualizado.
Lógicamente, la otra gran diferencia está en que una joya verdadera es algo reservado para los adinerados mientras que un electrónico llamativo, adquirido en cómodas cuotas, está al alcance de cualquier mediocre.
Como esos perversos valores de nuestra sociedad son montados y continuamente realimentados por los medios de comunicación y estos también lucran con la venta de la publicidad referente a este estilo de vida consumista; bien, tal vez todo eso explique el porqué de la media ocultar sistemáticamente cualquier noticia referente a la masacre de millones de personas y al trabajo esclavo e infantil a que es sometido cotidianamente un pueblo africano para que podamos tener fácil acceso a un mineral en particular.
Tantalio y Coltan
El tantalio es un material muy escaso, indispensable en la fabricación de ciertos componentes electrónicos miniaturizados. Pertenece a los elementos denominados de “tierras raras”. En la naturaleza normalmente se encuentra asociado a otro raro mineral, el Colombio, recibiendo esta combinación el nombre de Coltan. La mayoría de las minas de Coltan se encuentra en la República Democrática de Congo.
En el documental Blood in the Mobile o Sangre en el móvil el cineasta y periodista danés Frank Poulsen nos lleva a intentar conversar, una y otra vez, con los esquivos y escurridizos funcionarios de la Nokia, vice líder (perdió el liderazgo para la Samsung) mundial en telefonía móvil y gran comprador del tantalio. Viaja hasta el Congo para descender en las minas de Coltan, en una expedición periodística, donde él y su equipo, por diversas oportunidades, arriesgan la vida.
Frank deja claro en el reportaje que escogió la Nokia por ser un gran fabricante de móviles, que dice adoptar políticas de responsabilidad social, y principalmente por qué siempre compró aparatos de esa marca, pero que se investigase otro fabricante llegaría a los mismos resultados.
Nokia y la guerra
— ¿Es verdad que los minerales que la Nokia utiliza vienen del Congo y que allá están financiando una guerra? — Con esta pregunta el documentalista inicia su peregrinación por las oficinas de la Nokia.
“Aguarde, la persona correcta para responder no se encuentra, marque visita, entraremos en contacto…” Ante ese muro infranqueable Frank decide viajar al Congo. Llega a la capital Kinshasa y si entrevista con el responsable por el Ministerio de la Minería Sr. Kampekampe, que también dirige una empresa privada especializada en obtener concesiones de su propio ministerio para mineras extranjeras. Él asegura que no ve en eso ningún conflicto de intereses y firma un permiso para Frank ir a la región de Kivu y ver las minas.
Él embarca en un avión de la ONU, la única manera segura de viajar. Congo es el lugar del mundo donde se encuentran las mayores tropas de paz de la ONU, pero estas quedan estacionadas en las ciudades y casi nunca llegan a las áreas de minería.
El militar de la ONU encargado de la seguridad de la región se niega a hablar de los grupos armados que luchan por el poder. En la ciudad, autoridades, ciudadanos, extranjeros, todos alertan Frank del peligro que significa ir hasta las minas y relatan historias aterrorizantes. Cuentan que grupos armados cobran peajes, masacran y son imprevisibles si filmados y que el ejército congolés actúa de la misma manera.
Después de muchas conversaciones consigue una autorización del militar congolés encargado de la región para viajar al lugarejo de Walikale en un avión de carga de minerales. En medio de la selva, una carretera es la pista de aterrizaje.
En Walikale conoce Chance, un chico de 16 años superviviente de una masacre acontecida pocos días antes. De las autoridades locales consigue otros permisos para filmar en las minas y Chance se ofrece para acompañarlo. Junto a un pequeño grupo viaja primero de moto por dos horas y después, para evitar grupos armados, encara una caminada de dos días por la selva. En el local, quien manda es una brigada del ejército que actúa por cuenta propia. El pueblo trabaja duro y los militares los extorsionan. Felizmente los soldados exigen de Frank una cuantía en dinero y lo liberan para entrar y filmar.
El lugar, antes selva, es una montaña descubierta llena de agujeros con tierra removida que parece la boca de un hormiguero gigante. De 15 mil a 25 mil personas trabajan y viven en su entorno. Las personas relatan que pocos días antes un grupo armado quiso tomar el lugar, lanzó bombas, tiros, y varios trabajadores murieron. Finalmente Chance lo lleva para la mina en que trabajaba. Es un agujero improvisado de casi cien metros de profundidad, caliente y sin aire, sólo iluminado por las linternas en las cabezas. El trabajo es duro y hay peligro constante de todo caer. Niños y adultos martillan codo con codo para extraer las piedras. Se estima que exista un centenar de minas como esta.
Un país a la Nokia
Volviendo para su país Frank rememora la historia del Congo. El Congo fue creado a más de un siglo como una colonia de esclavos para la extracción del látex, por el Rey Leopoldo II de la Bélgica que así se convirtió en uno de los hombres más ricos del mundo. La Nokia, cien años atrás, era una pequeña fábrica de estuches de goma suministrada por Leopoldo II. Y así se creó otro país rico en que el pueblo continúa miserable y sufriendo.
Nuevamente volvemos a la Nokia. Una reunión había sido marcada con un año de antecedencia, pero es cancelada. Con mucha insistencia, Frank consigue hablar con un funcionario. Este afirma que en el mercado existen varios suministradores de Tantalio y de estos, algunos provienen de fuentes legítimas y otros no, y que la Nokia no tiene como rastrear la procedencia de la materia prima.
Incansable, Frank viaja a Alemania para visitar el Instituto Federal de Recursos Minerales y Ciencias Geológicas. Allá, recibe de los científicos la afirmación de que es absolutamente viable identificar la procedencia exacta del Coltan con sólo un grano.
Frank entrevista representantes de diversas ONG y políticos en varios países que denuncian la financiación de la guerra en Congo por las transnacionales para retirar sus minerales.
Nuevamente tras mucha insistencia, prometiendo que sería la última vez, consigue ser recibido por media hora por el director del departamento de responsabilidad social de la Nokia. Muy pulida y educadamente, el ejecutivo asegura que la empresa está muy preocupada y que estudia la mejor manera de resolver la situación por el bien de los niños… Frank le recuerda que ellos no han hecho nada de concreto para una situación urgente que ya dura más de diez años con cinco millones de muertos y 300 mil mujeres violentadas. Tras un poco más de blablablá por parte del ejecutivo, acaba la media hora de la entrevista.
Finalmente Frank, ya de salida de la sede de la Nokia, habla para una gerente: “¿Qué puedo decir para los niños que trabajan en aquellas minas? ¿Qué esperanza puedo transmitirles? Yo desearía terminar la película oyendo de ustedes algo como “Reconocemos que no hemos hecho el suficiente y que de alguna manera…”.
— ¿Por qué admitir algo sólo para que usted consiga una buena película si no sentimos que tengamos algo que admitir? — finaliza la funcionaria irritada.
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