A primera vista, bajo la cortina de humo yanqui, el inicio de noviembre vendría a ser marcado por retrocesos para la lucha antiimperialista en Afganistán. El lunes, día 2 de aquel mes, USA anunció la reconducción forzada de su lacayo Hamid Karzai a la autoridad del gobierno títere de Cabul para algunos años más de colaboración con los invasores, después de todo el teatro armado por la ONU en torno a los “fraudes” detectados en la urnas y en las cédulas de votación del pleito realizado en agosto – como si todo el circo sufragista conducido por las potencias aliadas para legitimar la ocupación no fuera pura farsa en su propia naturaleza.
Aquel lunes, el jefe de la denominada “Comisión Electoral Independiente de Afganistán” – respaldada por las Naciones Unidas – trompeteó sucintamente y para quién quisiera oír: “No habrá segunda vuelta”. Fue este el torpe punto final colocado en esta otra farsa de sufragio escenificado por USA en la región. Fue este el desfecho avalado por la misma comisión que había denunciado los tales fraudes, aparentemente con afinco y bravura, pero cuya función verdadera jamás dejó de ser la de conferir legitimidad a las urnas armadas por el imperialismo y de proteger los invasores del constreñimiento político que se anunciaba. El tal jefe de comisión, Daoud Allí Najafi, se refería específicamente a la posibilidad de la realización de una segunda vuelta entre Karzai y su mayor adversario (en rigor, su cómplice) en la farsa electoral afgana, Abdullah Abdullah – posibilidad abierta con las denuncias de irregularidades.
En un arreglo cuyos meandros aún no fueron esclarecidos, Abdullah Abdullah apareció recusándose a disputar la segunda vuelta tras todas las idas y venidas en torno a los “casos de fraude”, alegando que el gobierno afgano no había atendido sus exigencias para la realización de un “escrutinio justo”, y diciendo que abandonaba la disputa que ayudaba a escenificar porque pensaba sobre todo en los “intereses de la nación”. Pero, la justicia que el pueblo afgano quiere, así como sus reales intereses, jamás estuvieron en cuestión en aquel sufragio de mentira, ni cuando había un “oposicionista” pidiendo votos, ni tampoco cuando Karzai se transformó en candidato único y fue automáticamente “elegido” para duplicar el tiempo de su administración. Más tarde, el día 19 de noviembre, Karzai tomó posesión y, delante de la invitada de honra Hillary Clinton, convidó Abdullah Abdullah a formar un “gobierno de unidad”.
Obama no sabe más que hacer
Pero la reconducción del vende patria Karzai a la autoridad de la gerencia afgana significa una victoria del imperialismo apenas para los más desatentos. Finalmente, ni la comisión dicha “independiente” de las Naciones Unidas, ni las demagogias sin fin de la Doctrina Obama o el poder de fuego de las potencias en alianza sanguinaria contra el pueblo afgano, ni tampoco la gran colaboración de los medios de comunicación del imperialismo pudieron resguardar a USA y la Otan de la derrota política (con la absoluta desmoralización de la farsa electoral) y militar (con la inexorable desmoralización de la máquina de guerra invasora) que a ellos vienen siendo impuesta por la resistencia en Asia Central.
Allá, en Asia Central, la situación del enemigo está cada vez más difícil, y comienza a caer de rodillas exactamente en la región donde se diseña uno de los principales escenarios de las guerras para la cual la crisis del imperialismo empuja el mundo. La retórica de la “exportación de la democracia” no resiste a la evaluación más ingenua que se haga con respecto a la actuación de USA en el mundo. Por otro lado, sino el mismo, Obama simplemente no sabe qué hacer delante de la inquebrantable resistencia afgana.
El jefe del imperialismo parece tonto entre las propuestas de los señores de la guerra del pentágono de nuevas estrategias de ocupación. El monopolio de la comunicación hizo circular la noticia de que Obama tiene “cuatro planes en la mesa para escoger”, dando la impresión de que las opciones son muchas y que todo está bajo control, cuando en realidad los agresores no ven salida por el frente. Lo máximo que se consigue decidir es que serán enviados más soldados para Afganistán, entre 10 mil y 40 mil hombres, con Obama gruñendo fuerte para el pueblo afgano pocas semanas después de haber ganado el hipócrita premio Nobel de la Paz.
La administración yanqui exigió, y las potencias europeas cómplices de la invasión a Afganistán deberán enviar cinco mil soldados adicionales para allá en los próximos meses. El anuncio fue hecho por el premier británico, Gordon Brown, el sábado día 14 de noviembre, el mismo día en que la resistencia afgana impuso tres bajas más a las tropas invasoras en las proximidades de una base militar yanqui, dejando aún 19 heridos, lo que aumentó las protestas de los pueblos europeos contra la presencia de sus países en los esfuerzos de guerra al oriente.
Palabrerío para disimular lo obvio
En el inicio de noviembre, Nidal Malik Hasan, mayor del ejército yanqui de origen musulmán, mató 12 soldados compatriotas en la base de Fort Hood, en Texas, la mayor de USA, y donde los militares próximos a ser mandados para los países ocupados pasan por los últimos exámenes médicos antes de embarcar. En el funeral de las víctimas, Obama derrochó demagogia y reafirmó todo el conjunto de mentiras con las cuales a lo largo de ocho años Bush intentó vender las agresiones imperialistas en el Oriente Medio y en Asia Central como un servicio prestado al pueblo estadunidense y a los demás pueblos del mundo, buscando camuflar la naturaleza rapiña-colonial de esas ocupaciones del ejército yanqui por todo el mundo y el hecho incontestable de que ellas se insertan en la carrera por el reparto del mundo.
Ante los túmulos, Obama dijo que “son tiempos de consternación” para USA, y siguió con su falacia infame: “en Afganistán y en Pakistán, los mismos extremistas que mataron casi tres mil estadunidenses siguen colocando a USA, nuestros aliados, los afganos y los paquistanís inocentes en peligro”.
Palabrerío para disimular lo obvio: los responsables por la masacre alucinada de Fort Hood no son aquellos que resisten a la invasiones criminales mantenidas por los yanquis, pero sí los jefes del imperialismo que insisten en mantenerlas, enviando más y más jóvenes reclutas a quién se les da órdenes para asesinar otros pueblos en nombre de los intereses de los poderosos, y que más tarde tendrán grandes oportunidades de figurar entre las crecientes bajas de las fuerzas agresoras.
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