En tiempos no tan distantes los palestinos formaban una nación, pero de un momento a otro fueron expulsados de su tierra por milicias de invasores armados por las potencias imperialistas, siendo obligados a ir a vivir en tiendas, como refugiados. Pero cuando usted leer o asistir la crónica sobre lo que está aconteciendo en el Oriente Medio, ciertamente no encontrará cualquier mención a esta verdad histórica.
Desde que el Estado de Israel tiró la primera bomba sobre Gaza en su más reciente ofensiva de aniquilación del pueblo palestino, iniciada el día 27 de diciembre, los grandes periódicos y las emisoras de TV. – todos propagandistas del sionismo – no tardaron en publicar y mostrar un sin número de presidentes y primeros ministros evocando el derecho de los israelíes a la “autodefensa”, en una increíble, pero previsible, tentativa de invertir los papeles de agredido y agresor.
Ellos mismos, los respetables editores y periodistas, tan celosos en su oficio de informar al distinguido público, vienen demostrando particular dedicación en la elección de las palabras apropiadas para reportar la realidad de aquella tierra a los pueblos que viven distantes de allá. En el caso, las palabras escogidas hasta aquí no podrían ser más adecuadas a la versión sionista de la historia y de los hechos presentes.
La principal de estas palabras aparentemente inocentes, pero en realidad preciosas para el sionismo, es “conflicto”. Se habla en “conflicto” israelí-palestino, los más descarados hablan aún en “guerra”, como si dos ejércitos de dos naciones soberanas estuvieran enfrentándose en pie de igualdad en los frentes de batalla, obedeciendo aún a las leyes burguesas de la guerra, respetando la vida de civiles de ambos lados, con el reconocimiento mutuo de liderazgos legítimos del adversario. Todo cómo en las mejores– o peores– películas de falseamiento de la historia.
Se intenta así atribuir al masacre que viene siendo emprendido por Israel en la Franja de Gaza el aura de acción militar inevitable, justificada por el lanzamiento de cohetes del Hamas contra el territorio israelí, que al fin de las cuentas es tierra palestina usurpada, en una ironía muy bien observada por el correspondiente en la región del periódico británico Independent, Robert Fisk, este sí un periodista honesto– ya el periódico, ni tanto.
Pero el pueblo, que no compra gato por liebre, tampoco compra la versión del “conflicto” o de la “guerra”, porque sabe que no se puede llamar así el avance de un ejército truculento, asesino y equipado con armas de última generación contra todo un pueblo que, no es de hoy, está cercado, cansado, fragilizado por el bloqueo económico, pero que aun así resiste y no se curva ante esta nueva tentativa de darles término.
El sionismo explícito de las Organizaciones Globo
Este tipo de desinformación es la misma en todo el mundo, pero los representantes brasileños del monopolio de los medios de comunicación se esmeran en los artificios.
El periódico O Globo, de Rio de Janeiro, creó una “viñeta” (palabra o expresión que los periódicos usan para agrupar materias sobre un determinado tema) llamada “Guerra de Gaza”, y es bajo estas palabras que durante el final de diciembre e inicio de enero el periódico publicó infográficos sobre el conflicto en el cual muestra un mapa de la región de la Palestina, donde está señalado en algunos puntos el dibujo de explosiones, diferenciadas por los colores rojo y amarillo, cada una de ellas representando o un “bombardeo israelí” o un “bombardeo palestino”.
Cínicamente, O Globo viene intentando mostrar como iguales el poder de fuego de uno de los ejércitos más poderosos del mundo y los daños causados por cohetes muchas veces de fabricación casera, que es todo lo que los palestinos tienen de tecnológicamente más avanzado para defenderse. Israel viene masacrando Gaza con tanques Merkava, que cuestan cinco millones de dólares cada uno, y con aviones F-16 y helicópteros de guerra suministrados por los yanquis. Del otro lado– el lado que O Globo intenta enflaquecer presentando como más fuerte de lo que es –, cuando no lanzan cohetes, los palestinos lanzan piedras contra los invasores israelíes.
El día 9 de enero, O Globo abrió sus páginas para el presidente de Israel, Shimon Peres, sentenciar en entrevista exclusiva al periódico que el mundo aún agradecería a su país lo que él viene haciendo ahora en la Franja de Gaza. En cada pregunta, el enviado especial del O Globo a Jerusalén no ahorró halagos a Peres, un señor de la guerra sionista, pero aun así ganador del premio Nobel de la Paz. Él es llamado por el representante del periódico de Un “hombre de paz” y un “visionario”. No importa que venga articulando y apoyando la truculencia, la cobardía y el exterminio.
La TV de las Organizaciones Globo, la Rede Globo, tampoco quedó atrás. Además de la desinformación sobre la Palestina. Los días de los bombardeos israelíes más sangrientos del noticiero matutino de red nacional de la emisora, el ‘Bom Dia Brasil’, pasó a exhibir entre un intervalo comercial y otro, imágenes alternadas de israelíes y palestinos muertos y heridos, en una hipocresía pacifista que sirve sólo a los intereses de los agresores, una vez que mascara el hecho de que la proporción de muertos no viene siendo pareja, como el juego de imágenes de la Globo puede hacer creer, pero sí de 100 para 1!
Nada de eso sorprende, teniendo en cuenta que el propio director de periodismo de la TV Globo, el Sr. Alí Kamel, es un sionista declarado y aguerrido.
La limpieza étnica de los palestinos
Ya un blogueiro de revistas muy populares entre la derecha nacional, como la Veja por ejemplo, llegó a colocar el siguiente comentario en internet: “Es desnecesario indagar cómo reaccionaría Francia, por ejemplo, si su territorio fuera blanco de centenares de cohetes. Es desnecesario indagar como respondería el propio Brasil”.
El paralelo que el blogueiro propone es ignorancia, o mala fe. En el caso, parece ser mala fe. En esta comparación absurda entre, por ejemplo, la nación brasileña y el Estado ilegítimo de Israel– fruto del lobby sionista y erguido de forma truculenta hace sólo 60 años como un enclave del USA en el Oriente Medio– está implícito un viejo estratagema propio de los cómplices y apoyadores de los crímenes cometidos por los israelíes: el de acusar quién denuncia estos crímenes de antisemitas. Sí, como si la solidaridad con el sufrimiento y con la obstinación del pueblo palestino tuviera origen en algún odio primordial a los judíos; como si la condena de la existencia de Israel allí, enclavado en la tierra ajena y con su ejército masacrando los verdaderos dueños del lugar, fuera una actitud irracional, extremista, desprovista de la más pequeña razón histórica.
Es preciso rechazar esta especie de patrulla ideológica sustentada en pura demagogia, cuya manifestación más hipócrita es aquella de acusar quién denuncia el Estado de Israel de simpatizantes del terrorismo y del baño de sangre.
Sin contar el hecho de que muchas veces la resistencia legítima a las políticas y ofensivas fascistas es llamada de “terror”– sin contar que no hace cualquier sentido hablar en “terrorismo” palestino en el momento en que Israel asesina y mutila mujeres y niños –, aquí está lo que tal vez sea la principal mentira de esta nueva ofensiva sionista sobre Gaza: la de que se trata de una “guerra” contra el Hamas.
No. Se trata del más nuevo y nítido capítulo de la estrategia israelí de limpieza étnica de los palestinos, delineada desde los años 1930, cuando el líder sionista David Ben-Gurion mandó hacer un registro de todas las aldeas de la Palestina, de las plantaciones, de la calidad del suelo etc. O sea: un inventario de todo lo que su movimiento nacionalista judaico pretendía usurpar.
Un esfuerzo de limpieza étnica que comenzó efectivamente inmediatamente después de la resolución de la ONU que impuso a los palestinos el fin de la soberanía sobre su propia tierra, cuando, seis meses antes de la fundación del Estado de Israel, milicias sionistas invadieron las aldeas anteriormente catalogadas para barrer la población árabe. Nada menos de que 800 mil palestinos fueron expulsos de los lugares donde su pueblo vivía desde tiempos inmemoriales. Israel insiste en decir que ellos se retiraron por cuenta propia.
Pero esta es una falsedad que los bravos palestinos nunca dejarán de desmentir, con su histórica y obstinada lucha contra la dominación, que en el pasado fue contra los otomanos, los turcos y la dominación británica. Todas sus luchas de liberación tuvieron éxito. No importa el tamaño de la fuerza empleada contra ellos. La victoria también sobre el colonialismo de Israel es cuestión de tiempo.
Tras 22 días de matanza y destrucción impuestos a nuestros hermanos palestinos en Gaza, Israel y Hamas decretaron cesar fuego el día 18 de enero como dijo el monopolio de la imprenta. La dura realidad en la Palestina, sin embargo, nos informa que la masacre continúa y que los aviones de Israel volvieron a bombardear la región pocos días después de decretada la falsa tregua.
Y tratándose de los señores de la guerra de Israel, la expresión “cesar fuego” no hace cualquier sentido. Los sionistas jamás dejarán de intentar erradicar los palestinos, porque saben que sólo así podrían evitar que los palestinos a la corta o a la larga los expulsen de allá. Los sionistas tienen miedo. Y no importa el fascista Olmert intentar hacer la resistencia palestina temblar, diciendo que la lluvia de bombas sobre Gaza sólo tiende a aumentar. Tarde o temprano, son los peores miedos de los invasores de la Palestina que irán a confirmarse.
Tres días de relatos desde Israel hechos por un corresponsal honesto
Hace décadas que el periodista británico Robert Fisk acompaña de cerca la actuación del imperialismo en el Oriente Medio, denunciándola. Son de él los mejores relatos también de los asesinatos cometidos y de las mentiras contadas por Israel, con la autoridad de quien está allá y se muestra dispuesto a reportar los hechos con honestidad. Sus reportajes son publicados por el periódico The Independent, de Inglaterra. A Nova Democracia tradujo algunos tramos de dos de sus reportajes sobre la actual ofensiva sionista en la Franja de Gaza. Vea abajo tramos de su correspondencia de los días 7 y 8 de enero.
07.01.2009
Otra vez Israel abrió las puertas del infierno para los palestinos. Cuarenta civiles refugiados muertos en una escuela de las Naciones Unidas, tres más en otra. Nada malo para una noche de trabajo en Gaza de un ejército que cree en la pureza “de las armas”. ¿Pero por qué estaríamos sorprendidos?
¿Acaso nos olvidamos de los 17.500 muertos en 1982 en la invasión de Israel al Líbano; de los 1.700 civiles palestinos muertos en las masacres de Sabra y Chatila; de la masacre de 106 refugiados civiles libaneses en una base de la ONU en Qana, en 1996, siendo más de la mitad de ellos niños; de la masacre en 2006 de los refugiados de la aldea libanesa de Marwahin, que fueron expulsos de sus casas por Israel y, enseguida, abatidos por francotiradores a bordo de un helicóptero israelí; de los mil muertos en la guerra movida por Israel contra Líbano también en 2006, casi todos ellos civiles?
En el pasado, ya relaté las disculpas de que se sirvió el ejército israelí para justificar estos ultrajes. Teniendo en cuenta que ellas pueden ser recalentadas en las próximas horas, aquí están algunas de ellas: que los palestinos mataron sus propios refugiados, que los palestinos desenterraron cuerpos de cementerios y los colocaron en las ruinas, y que, en última instancia, los palestinos son los culpables, porque ellos apoyaron una facción armada, o porque palestinos armados deliberadamente utilizaron refugiados inocentes como escudos humanos.
Sin duda oiremos todas estas mentiras nuevamente. Nuestros dirigentes irán se exasperar y bufar y dirán al mundo que el Hamas rompió el cesar fuego. Pues no fue esto lo que aconteció. Fue Israel que lo hizo, el día 4 de noviembre del año pasado, cuando un bombardeo suyo mató seis palestinos en Gaza, y nuevamente en 17 de noviembre, cuando otro bombardeo mató cuatro palestinos más.
08.01.2009
Como es fácil esconder la historia de los palestinos, falsear la narrativa de su tragedia, a fin de evitar una grotesca ironía sobre Gaza, sobre la cual, en cualquier otro conflicto, los periodistas estarían escribiendo en sus primeros informes sobre la guerra: que los dueños originales, legales de la tierra israelí sobre la cual caen los cohetes del Hamas viven en la verdad en Gaza. Por esto existe Gaza: Porque los palestinos que vivían en Ashkelon y en sus alrededores – Ashalaan, en árabe – fueron desapropiados de sus tierras en 1948, cuando Israel fue creado y ellos fueron confinados en las playas de Gaza.
Ellos – o sus hijos, nietos y bisnietos – están entre el millón y medio de refugiados palestinos que colman Gaza, 80% de los cuales vienen de familias que un día vivieron donde hoy es Israel. Esta es la verdadera historia: la mayoría de los habitantes de Gaza no es de Gaza.
Pero, al ver el informativo, se puede pensar que la historia comenzó ayer, que un grupo de barbudos islámicos, lunáticos y antisemitas, surgieron de repente en los barrios pobres de Gaza y comenzaron a lanzar misiles contra el pacífico, democrático Estado de Israel, sólo para provocar una venganza justa de la fuerza aérea israelí. El hecho de que cinco hermanas muertas en el campo de Jabalya tenían abuelas que venían de la misma tierra cuyos más recientes propietarios ahora las habían bombardeado hasta la muerte simplemente no aparece en la historia.
Tanto Yitzhak Rabin como Shimon Peres dijeron, allá por la década de 1990, que deseaban que Gaza simplemente desapareciera, y podemos ver por qué. La existencia de Gaza es un recuerdo permanente de aquellos centenares de miles de palestinos que perdieron sus casas por la mano de Israel, que hace 60 años huyeron o fueron expulsos, por miedo o en razón de la limpieza ética emprendida por los israelíes, cuando ondas de refugiados aún vagaban por Europa tras la II Guerra Mundial y cuando árabes expulsos a montones de sus propiedades no preocupaban el mundo.
Bien, el mundo debería preocuparse ahora. Amontonado en los kilómetros cuadrados más superpoblados del mundo está un pueblo expropiado que está viviendo en medio a la basura y a las cloacas y, en los últimos seis meses, con hambre y en el oscuro, y que viene siendo penalizado por nosotros, el Occidente. Gaza siempre fue un lugar de insurrección. Llevó años para que la sangrienta “pacificación” iniciada por Ariel Sharon terminara, y Gaza no será domesticada ahora.
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