La prevalencia casi inalterada del oportunismo y del revisionismo, manifiestos en líneas derechistas e ilusiones reformistas, en la dirección del Partido Comunista de Brasil — y que fue la principal causa de haber fallado, hasta los días de hoy, todas las oportunidades de realización de la revolución democrática en Brasil — condenó nuestro país a las cadenas de la semicolonialidad y semifeudalidad. La inapetencia de las clases dominantes locales, sirvió para que el imperialismo — capitalismo monopolista, parasitario, en descomposición y agonizante — engendrara en nuestro país de capitalismo tardío, un capitalismo atrasado, de tipo burocrático, como plataforma para la sangría de las riquezas de la nación y explotación sin límites del pueblo, mientras propició a las clases dominantes locales obtener rentosas comisiones, propias de los serviles.
Diferente de la burguesía yanqui y europea, que con su revolución barrió la feudalidad para fundar la república democrática y consolidar los Estados Nacionales cercados de protecciones estratégicas, las clases dominantes brasileñas, como las equivalentes de las demás naciones oprimidas, usaron su Estado burocrático-latifundista para subalternamente asociarse a los monopolios y conglomerados del capital financiero internacional, manteniéndose la semifeudalidad subyacente, a través de la evolución de sus formas.
Modernidad de apariencia
Como un verdadero ramalazo, la industrialización y la urbanización acontecieron en Brasil por la mano del imperialismo, principalmente yanqui, con el engendro del capitalismo burocrático, plataforma de su explotación en la búsqueda del logro máximo, que aquí pasó a desarrollarse generando una apariencia de modernidad. La prevalencia y reproducción de una base semifeudal, sin embargo, revelaba su esencia de país semifeudal y semicolonial.
En la época, analistas de varios grados de la Academia teorizaban sobre la coexistencia de estas dos situaciones con tesis del tipo “dos Brasiles”, “Belíndia”(Bélgica e India), sin embargo, sin resaltar que la modernidad y la miseria extrema eran los dos aspectos de la misma unidad de contrarios. La explotación imperialista presentaba la modernidad como apariencia y la miseria como esencia, como cantada por el poeta popular Patativa do Assaré, en su poesía “Brasil de bajo y Brasil de cima”.
El camino de la subjugação nacional
El imperialismo yanqui, sin embargo, tenía tesis mucho mejor afinadas, como las “tesis cepalinas” oriundas de la Cepal, órgano de las Naciones Unidas, que advocaban la posibilidad del país desarrollarse bajo el tacón de la explotación imperialista. Verdadera canto de serena, estas tesis encantaron los “mejores” economistas y sociólogos de la Academia.
La cuestión central de estas tesis que pulularon en los años 50, 60 y 70 del siglo pasado es que todas ellas partían del mantenimiento del poder en las manos de las mismas clases dominantes. Sin cuestionar la alianza de la gran burguesía compradora-burocrática con el latifundio, atados con el imperialismo, ellas servían a su conservación.
El Partido Comunista dominado por direcciones oportunistas, en una miope visión sobre la realidad nacional dado al manejo mecanicista y dogmático del marxismo, proponía como camino para el desarrollo del país colocarse alineada de la fracción burocrática de esta gran burguesía, tomándola equivocadamente por burguesía nacional, cuando esta, desde su origen y tal como los latifundistas, estaban atadas al imperialismo, principalmente yanqui a quien servían y siguen sirviendo cómo lacayos.
La Revolución Democrática
El golpe militar-fascista de 1964, tramado y ejecutado por los yanquis en colusión con la grande burguesía y el latifundio, animó varios sectores de la nación como la juventud, los intelectuales honestos y la clase obrera a buscar entender las causas de esta realidad y la vía para alcanzar su superación.
Entre las corrientes de izquierda que llegaron más próximo a una explicación dialéctica para la existencia de la vieja orden y el camino para superarla, fueron las que, alejándose del revisionismo kruschovista soviético, se aproximaron del pensamiento de Mao Tsetung. El Partido Comunista de Brasil de Pedro Pomar y Grabois , el Partido Comunista de Brasil – Ala Roja y el Partido Comunista Revolucionario de Amaro Luiz de Carvalho y Manoel Lisboa y la Acción Popular – Marxista-Leninista.
Enalteciendo la importancia del campesinado como principal aliado del proletariado en la etapa de la Revolución Democrática mediante la estrategia de la Guerra Popular Prolongada con el cerco de la ciudad por el campo, estas organizaciones atrajeron la especial atención de los órganos de represión del viejo Estado y de las fuerzas armadas reaccionarias por su aniquilamiento.
Vale destacar que solamente la conjugación de esfuerzos de la represión no sería suficiente para el aniquilamiento de estas organizaciones, no fuera la penetración en su seno de tesis revisionistas y capitulacionistas , para abandonar la línea revolucionaria de la Guerra Popular Prolongada. Prueba cabal de tal desvío quedó demostrada cuando todas estas organizaciones, al contrario de profundizar la asimilación del maoismo, lo cambiaron por devaneos revisionistas, unos por el “frentismo de la izquierda” o “partido táctico”, otros por el legalismo y cretinismo parlamentario etc., pantano en el cual los seguidores de Kruschov, del guevarismo-castrismo y del trotskismo ya se hundían.
Los revisionistas y capitulacionistas , en vez de adoptar el serio y correcto balance de la experiencia de la Guerrilla del Araguaia formulado acertadamente por Pedro Pomar — que asume el campesinado como fuerza principal, conforme definido por el pensamiento de Mao Tsetung —, la camarilla de Amazonas se sirvió del revisionismo albanés de Enver Hoxha para liquidar el Partido Comunista, como partido revolucionario y, bajo la continuación de la sigla PCdoB, dio origen a un nuevo partido revisionista.
El fracaso de estas organizaciones no puede ser debitado a las tesis científicas del desarrollo del Marxismo, como Marxismo-leninismo-maoismo, pero sí al predominio en las mismas de una línea errada en el análisis de la realidad del país, en olvidar las características del partido de nuevo tipo y la necesidad de la Alianza Obrero-campesina en la formación del Frente Único. El surgimiento de la Guerra Popular en países como Perú e India es la comprobación de la validez del camino de la Revolución Democrática como revolución de Nueva Democracia.
El prenuncio de la muerte
La profunda crisis en que se hunde el imperialismo en su irreversible proceso de podrecimiento es fácilmente visualizada por las altercaciones interimperialistas. Véase, por ejemplo, las relaciones entre USA y Rusia, USA y Europa, Reino Unido y Alemania para constatar la profundidad de la crisis y lo cuánto ella se distancia de su superación. Esta crisis estimula aún más la lucha de clases en los propios territorios imperialistas, mientras la cuestión de los inmigrantes se agravó hasta tal punto que no encuentra solución mínima en los marcos del imperialismo.
Querer pasar la idea de que el Brasil — en la calidad de semicolonia, cuyo Estado burgués-latifundista, servil del imperialismo, bajo un régimen de capitalismo burocrático — se desarrolla en contra de la crisis imperialista, además de defensa de la vieja orden, es, francamente, estupidez y pura deshonestidad de economistas de alquiler de la marca de Henrique Meirelles y su patota de apaniguados.
El aumento del grado de explotación de los trabajadores, el aniquilamiento de los pueblos indígenas, el asesinato masivo de campesinos, la matanza en las favelas, todo cómo continuado genocidio de los pobres, sumado al avance sobre las reservas minerales y vegetales del país y el direccionamiento de toda la economía basándose, cada vez más, en la producción primaria para exportación — todo eso volcado para satisfacer la insaciable voracidad del sistema financiero — es la inevitable consecuencia de la descomposición imperialista a que ya se llegó mundialmente.
Además de los grupos de poder y sus representantes en las podridas instituciones del viejo Estado, lacayos cómo Temer y la cuadrilla que asaltó la gestión del viejo Estado crean un frente de lucha contra el pueblo y la Nación.
Nada podrá salvarlos de la ruina, pues toda su descarada obstinación no es nada más que sólo uno de los capítulos de la lucha de clases en nuestra sociedad, lucha de clases que entró en su etapa más alta, la de la lucha violenta y prolongada que el proletariado y las masas populares de nuestro país están acercándose, clamando por una dirección, un programa y una estrategia que pueda liquidar toda esta vieja orden y la construcción de una orden nueva.
La crisis general de descomposición del capitalismo burocrático en Brasil, en medio de esa profunda y aguda crisis imperialista mundial, lanzó a la superficie una crisis política sin precedentes en la cual las diferentes fracciones de las clases dominantes se enfrentan en un espiral de violencia, en el cual cada una se sirve de los aparatos que controla en la máquina del viejo Estado para aplastar su contendiente. De ahí la feroz e interminable lucha entre estructuras de los llamados “tres poderes”, y la división creciente en los partidos de su empodrecido sistema político, en los monopolios de la prensa — por ejemplo, Red Globo juega para derrumbar Temer y El Estado de São Paulo para sostenerlo — impactando la opinión pública.
La crisis seguirá profundizándose y la situación de hoy podrá parecer calmaría frente a su agravamiento. Todas las fuerzas políticas, de la derecha, del centro y de la izquierda están interpretando y organizando su intervención política y mucha agua aún pasará por bajo del puente hasta un desfecho más definitivo de esta crisis.
Sin embargo, a pesar de moribundo, el capitalismo burocrático y sus regímenes políticos corruptos permanecerán insepultos arrastrando el país y el pueblo para calamidades terribles. Sólo la Revolución Democrática, Agraria y Antiimperialista podrá arrasar con ellos y establecer una nueva orden, Nueva Democracia y un Brasil Nuevo. Y esta costará una lucha prolongada y cruenta.