La putrefacción del Estado brasileño va acelerándose en razón directa de la profundización de la crisis internacional y sus efectos sobre nuestra economía. Como la política está en función de la economía, no podemos descartar de manera alguna que los recientes escándalos hayan surgido con el propósito de encubrir otros, o como acción para desviar la atención del pueblo, en este caso, de la profundización de la crisis. Mientras Luiz Inácio daba manija al escándalo de Cachoeira, Dilma Rousseff y su ministro Mantega se entregaban a mágicas tentativas de levantar la economía en una desesperada pelea con la realidad.
El monopolio mediático, cumpliendo su papel en la cotidiana misión de enmascarar y hasta esconder la realidad, abre sus principales espacios para los escándalos, con destaque para la anatemanización de la divinidad de los días pasados, transformada en villana, y el ascenso de nuevas divinidades ya escogidas para ser las villanas de mañana.
Los codazos dentro del partido único es también un indicador de los tiempos de crisis, ya que las oligarquías trabajan para su propia sobrevivencia. Sus CPI(Comisión Parlamentar de Inquérito) son nada más de que un freno de reposicionamiento en el gran tren de corrupción en que transformaron el Brasil.
Al hacer, sin embargo, la lectura de los espacios secundarios, vamos a encontrar los indicios de la profundización de la crisis. Sin alarde, ella va registrando la reducción de vuelos de las grandes compañías aéreas, que hasta hace poco tiempo eran símbolo de la incorporación de la pobreza a la “clase C”. La reducción de las tasas de intereses iniciadas por los bancos oficiales como tentativa de apalancar las ventas de una industria cuya producción no para de caer, aún amparada por desgravaciones en las cargas sociales. También ya no se habla más del boom de la construcción civil y sí de su contrario, la desaceleración del sector ya apuntado como el privó del aumento del desempleo. Pero, lo que viene ganando cada vez más espacio en los informativos es la insolvencia, cuyas manifestaciones en la tarjeta de crédito, en el cheque especial y en el cheque de pago diferido no son mayores de que la insolvencia con la financiación de vehículos.
Escogemos para este artículo el titulo de La burbuja de cuatro ruedas, pues ella es la más evidente demostración del servilismo de Luiz Inácio para con el sistema financiero y con las transnacionales montadoras de automóviles y, a la vez, su irresponsabilidad y cabal deshonestidad para con la nación. Primero liberando el crédito en hasta 80 meses, después practicando la renuncia fiscal para el sector automotriz, contribuyó para el fabuloso logro de los dos sectores exactamente en el momento en que la crisis económica mundial colocaba a ambos en su epicentro. Es importante destacar que estos fabulosos logros fueron decisivos para socorrer sus matrices en quiebra inminente.
La contrapartida de esta práctica del oportunismo petista fue el endeudamiento, como nunca antes visto en la historia de este país, de las familias brasileñas que, llevadas por una descomunal propaganda y por las facilidades engañadoras de los bancos y de las montadoras, cayeron en el cuento del coche nuevo o del coche usado, en el caso de los que lo adquirieron por primera vez. Los costes con las cuotas, sumados a seguro, mantenimiento, multas, estacionamiento y otros gastos provenientes del propio uso del vehículo hacen con que el presupuesto familiar no consiga abarcar tantas obligaciones sin perjudicar la cobertura de gastos con alimentación, vestuario, habitación, higiene, educación, etc.
Gran parte de las familias está con su presupuesto comprometido por cerca de cuatro a cinco años y cuando la cosa aprieta se ve obligada a devolver el coche y aún tener que pagar intereses y multas por retraso de las cuotas, pues el valor del vehículo casi siempre es inferior al débito con el banco. Otras veces el trabajador repasa el coche y la deuda para otro que pueda continuar pagando y no recibe nada de vuelta, arcando así con el perjuicio de la entrada y de las parcelas pagadas.
La burbuja automovilística va transformándose en un bola de nieve, ya que los stocks de las montadoras más los stocks de las concesionarias y más los stocks en las revendedoras de usados apuntan para un desempleo en el sector que deberá devenir en cascada, alcanzando autopiezas, talleres, seguros, etc…
Como ya afirmamos en esta página, la oportunista fábrica de ilusiones avanza para la bancarrota. Cabe, por lo tanto, a aquellos que de forma sincera luchan por la mejoría de las condiciones de vida de los trabajadores y del pueblo en general que aumenten el nivel de denuncia sobre las trapacerías en las cuales la gestión de turno sometida a los intereses del imperialismo, de la gran burguesía y del latifundio va hundiendo nuestro país en la desindustrialización, en la desterritorialización y en la desnacionalización. Desindustrialización, principalmente en los sectores textil, de confección, calzados y otros ítems de la industria leve; desterritorialización con la entrega de vastas áreas para que empresas extranjeras planten caña de azúcar y monten sus fábricas de producción de alcohol y otras; y la desnacionalización, principalmente del sector de distribución en las manos de Carrefour, Wall-Mart y Casino (Pão de Açúcar, Casas Bahia y Ponto Frío) y de la agroindustria.
No necesita haber un candidato, como afirman los oportunistas centristas, para hacer las denuncias en el periodo electoral: todo tiempo es tiempo y todo lugar es lugar, desde que haya gente, para realizarse la más enérgica agitación sobre la necesidad de la revolución democrática en nuestro país, la cual pasa necesariamente por la total negación de la farsa electoral montada por la connivencia de los oportunistas con los grupos de poder encastillados en el viejo aparato de Estado. Fortalecer la lucha campesina es un gran paso para enflaquecer las oligarquías latifundistas, sustentáculos internos, junto con la gran burguesía, de la explotación imperialista sobre el Brasil. Avanzar para la conformación del Frente Único Revolucionario teniendo la alianza obrero-campesina como núcleo y en su entorno los intelectuales y demás sectores de la pequeña burguesía.
Inclusive porque, a pesar de 9 años de política de apoyo irrestricto al “agronegocio” e incentivo a los latifundistas, del incremento de la represión al movimiento campesino combativo y cooptación de la dirección del MST, la lucha por la tierra se mantuvo y da muestras que se levantará en una nueva ola.
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