Uno de los principales mitos en que se apoyan los actuales defensores de una intervención militar en Brasil es la ilusoria idea de que durante el régimen militar-fascista (1964-1985) no había corrupción en la gestión del viejo Estado y de que, como mucho, los eventuales escándalos que conseguían romper las mordazas de la censura, institucionalizada en el periodo, no pasaban de casos aislados.
Getúlio Gurgel
Documentos recientemente revelados por el monopolio de prensa, provenientes de los archivos del Ministerio Público Militar (MPM) y del Supremo Tribunal Militar (STM), conteniendo incontables casos de corrupción cometidos por militares entre los años de 2014 y 2017, lanzan luz sobre el asunto1. Por los datos presentados en estas materias, se estima que, en el periodo, por lo menos R$ 191 millones hayan sido desviados de las Fuerzas Armadas en crímenes envolviendo aproximadamente 431 militares.
Aunque la corrupción esté lejos de ser el problema más importante del país o el mayor entre los incontables crímenes cometidos por los milicos de ayer y hoy, se hace necesario ver y analizar cuidadosamente estos hechos envolviendo las reaccionarias Fuerzas Armadas para evidenciar su naturaleza semicolonial y servil de la gran burguesía y del latifundio, así como para demostrar el carácter estructural de la corrupción en el capitalismo burocrático engendrado en Brasil por el imperialismo, principalmente del USA.
Esquemas de corrupción en el régimen militar
Es extensa la lista de las ilícitas prácticas patrimonialistas envolviendo agentes del régimen militar y las reaccionarias clases dominantes que dieron sustentación interna al régimen militar. El día 01/08/1976, el periódico El Estado de São Paulo publicó la materia intitulada “Así viven nuestros superfuncionários”2, de autoría de Ricardo Kotscho, en la cual son presentados los absurdos “privilegios” usufructuados por políticos y altos funcionarios en Brasilia. Los hechos descritos en la ocasión son en todo semejantes a los “escándalos” diuturnamente repetidos por el monopolio de prensa, envolviendo la llamada “clase política” en las gestiones de Lula/Dilma/PT y del canalla Temer/PMDB/PSDB y su cuadrilla.
Entre los esquemas de corrupción durante el régimen militar, citamos dos de los más conocidos. Hidroeléctrica de Itaipu: la mayor productora de energía eléctrica del mundo, fue, probablemente, la obra en que más se desvió presupuesto público durante el régimen militar. Hay fuertes indicios de que, en 1979, el embajador José Jobim fue asesinado por el régimen en la tentativa de esconder esquemas de corrupción envolviendo la construcción de la hidrelétrica3.
Transamazónica: otra obra faraónica multimillonaria e inconclusa, iniciada en la gestión Médici (1969-1974). El proyecto preveía la conexión del Cabedelo, en Paraíba, a la ciudad de frontera Benjamin Constant, en el Amazonas. La idea era seguir hasta el océano pacífico por el Perú y Ecuador. En el fin, la Transamazónica terminó 687 km antes, en Lábrea (AM), y, claro, sin asfalto. Ni por eso, dejó de costar más de 1,5 mil millones de dólares en la época.
Una extensa lista de obras del periodo siguió el mismo modus operandi: Usina Hidroeléctrica de Tucuruí/PA, Usina Nuclear Angra I, Ferrovia do Aço, Puente Río-Niterói, etc. Decenas de empresas, nacionales y extranjeras, apoyaron directamente el régimen militar beneficiándose de las escusas relaciones establecidas con el mismo.
Levantamiento de la Comisión Nacional de la Verdad publicado en 20144 presenta el nombre de más de 80 de esas empresas, de las cuales destacamos las multinacionales del sector automovilístico: Volkswagen, Chrysler, Ford, General Motors, Toyota, Scania, Rolls-Royce y Mercedes Benz. Ya entre los políticos que operaban los esquemas, vemos que el régimen militar fue una verdadera escuela de formación de corruptos, de donde salieron figuras nefastas como Paulo Maluf, ACM, Sarney, Delfin Neto5, entre tantos otros.
Las facilidades de las contratistas
Además de las multinacionales del sector automovilístico, parte significativa de los esquemas de corrupción durante el régimen milite tiene en común la participación de las mismas contratistas que hoy figuran como protagonistas de la Operación “Lava Jato”. La estructuración del oligopolio de las contratistas, comandado por la “big three” – Andrade Gutierrez, Camargo Corrêa y Odebrecht – coincide con el periodo de consolidación del capitalismo burocrático en el país entre los años de 1930, 1940 y 1950 y fue exponencialmente impulsado después del golpe de 19646.
Con el objetivo de dotar el país de la infraestructura mínima necesaria para ampliar la inversión de capital monopolista transnacional y, por lo tanto, profundizar el dominio y saqueo semicolonial del país por el imperialismo, principalmente yanqui, estas empresas fueron responsables, durante todo el periodo del régimen militar, por la construcción de grandes obras como carreteras, aeropuertos, fábricas, ferrocarriles, hidroeléctricas, etc., todo eso usando expedientes ilícitos como fraudes en licitaciones, sobreprecios y formación de cartel.
El silencio sepulcral de la Globo a este caso es otra demostración de su apoyo irrestricto al régimen militar fascista que afligió nuestro país durante largos veintiún años.
Los ‘privilegios’ de los milicos golpistas
Aún después del fin del régimen militar, los milicos no perdieron sus privilegios y, mucho menos, su influencia. Por el contrario, en los últimos tiempos asistimos a un recrudecimiento de su intervención política en medio a la profundización de la crisis moral del viejo Estado y de sus instituciones.
De esta manera, no sólo se mantienen impunes por los crímenes cometidos durante los años en que gestionaron el viejo Estado como, recientemente, sancionaron su autoinmunidad por crímenes cometidos contra civiles, al poder ser juzgados en estos casos sólo por tribunales militares, bien conocidos por su corporativismo. Además de que, a pesar de parlamentarios militares de la reserva y sus representantes en el parlamento burgués defiendan ardorosamente en sus discursos el fin de los “privilegios”, particularmente de los funcionarios, no sólo siguen de fuera de los ataques contenidos en la contrarreforma de la Sanidad como mantienen intactas las jubilaciones (entre otros privilegios) de las viudas de los generales y de los propios gorilas de pijama. De la misma forma, siguen impunemente metidos hasta el cuello en el mar de lama de la corrupción, que es el propio modus operandi de la política oficial en el país, como demuestran las denuncias acerca del recibimiento de propina de la JBS de Joesley Batista por el militar de la reserva Bolsonaro/PSC7.
1 – http://epoca.globo.com/brasil/noticia/2017/10/corrupcao-de-farda-militares-desviam-dinheiro-publico-como-civis.html y https ://www.uol/informas/especiales/corrupcao-nos-quarteis.htm#corrupcao-en los-quarteis
2 – https://mordomias.wordpress.com/a-denuncia-da-mordomia/
3 – https://www.documentosrevelados.com.br/geral/corrupcao-na-construcao-da-usina-de-itaipu-pode-ter-motivado-a-morte-do-embaixador-jose-jobim/
4 – https://brasil.elpais.com/brasil/2014/09/08/politica/1410204895_124898.html
5 – http://www.ligaoperaria.org.br/1/?p=9982
6 – https://apublica.org/2017/04/entrevista-traz-analise-e-historias-de-corrupcao-na-ditadura-militar/
7 – http://www1.folha.uol.com.br/poder/2017/05/1886798-qual-partido-nao-recebe-diz-bolsonaro-sobre-propina-a-radio.shtml