Camuflada bajo la rúbrica de consultoría o palestra, la fórmula petista de aumentar el patrimonio personal avanzando sobre el patrimonio público, o valiéndose de informaciones privilegiadas, como casi todo lo que ellos hacen, no tiene ninguna creatividad. Lo que es nuevo en eso todo es la forma descarada con que ellos vienen actuando y la cara dura con que hacen la defensa de su mafiosa ética.
Comenzando por Luiz Inácio, ex-gerente de la semicolonia, que montó un biombo para dar apariencia legal a sus fraudes, pasando por el aventurero y jefe del “mensalón” José Dirceu, por el velocista Palocci y llegando hasta el partido que, sin mayores estructuras, esconde dinero en los calzoncillos, los petistas son el mejor ejemplo del ascenso social de los brasileños tan propagandeada por ellos.
Palocci hasta hoy no reveló la lista de sus clientes de su próspera consultoría, y por eso es que no podemos concluir si las propinas fueron pre o pospagadas o, aún, de las dos modalidades. Como es público, sin embargo, y en la condición de recaudador oficial de la campaña de Dilma, que por lo menos diez millones de reales entraron en su bolso en el periodo entre su elección y la posesión, cuando él ya estaba investido en la condición de “hombre de Dilma” da para sospechar que esta parcela correspondía a una propina prepagada.
Por otro lado, el caso de la firma de Luiz Inácio que ha cerrado negocios conferenciantes exactamente con empresas, casi todas transnacionales, que obtuvieron beneficios tales como préstamos del BNDES, renuncia fiscal, encomiendas y recomendaciones gubernamentales, además de otras formas de privilegio, es tan indiscutible que queda evidente ahí el caso de una propina pospagada. Conferencias de 40 minutos al precio de U$S 500 mil o U$S 200 mil, para no acrecentar nada a los oyentes a no ser un u otro chiste viejo, es demasiada camaradería.
Citemos una situación ejemplar: Luiz Inácio fue invitado por la constructora Odebrecht para una conferencia en Caracas, Venezuela, de su amigo Chávez. La contratista obtuvo en la víspera de la conferencia la liberación de cerca de U$S 600 millones como pago de servicios prestados en aquel país y al día siguiente a la conferencia, el BNDES presta casi U$S 500 millones a la PDVSA para que esta contrate obras con la referida constructora. Digno de constar en el más refinado breviario internacional de lobby.
Un nuevo grupo de poder de las clases dominantes
El oportunismo cuando llega al poder, en la condición de gerente de los intereses del imperialismo, de la gran burguesía y del latifundio, cobra un “pedaje” por sus servicios. Viniendo él de una extracción de clase pequeño-burguesa, considerando que aún los sindicalistas de origen obrera como Luiz Inácio provienen de una fracción que Marx calificó como aristocracia obrera, y que por su inserción en la burocracia sindical están fuera del proletariado. Este tipo de gente, al llegar a la gestión del Estado, en el caso brasileño Estado burgués-latifundista servil del imperialismo, no llegan a conformar una nueva clase y sí un grupo de poder más de las clases dominantes.
Queda claro, por lo tanto, que todo el radicalismo destilado por los petistas en los años de 1980 y parte de los de 1990 era nada más nada menos que la ira del pequeño-burgués contra el burgués por no estar en su lugar. Luego que vislumbraron la posibilidad de ocupar los puestos de mando en la gestión del viejo Estado, los petistas mostraron su verdadera faz de dóciles serviles de las clases dominantes. Y lo hacen bajo un amplio abanico de justificaciones que nada más son que copia del procedimiento de los viejos cuadros de la política yanqui como Kissinger, Carter, Clynton, etc., así como de otros locales, como FHC.
Barrer todo el oportunismo
Lenin ya afirmaba que pretender combatir el imperialismo sin, simultáneamente, combatir el oportunismo y el revisionismo no pasaba de fraseología hueca. La necesidad, pues, de librar nuestro país de las garras del imperialismo, principalmente yanqui, pero, también, del europeo, del japonés y del chino, es tarea que pasa por el combate frontal a los oportunistas que alcanzaron los puestos de gestión del viejo y carcomido Estado brasileño. Su acción se ha conducido en el sentido de seguir manteniendo la explotación de nuestra fuerza de trabajo, la expoliación de nuestras riquezas minerales, de la tierra y demás recursos naturales por el gran capital nativo y foráneo en pago de beneficiarse personalmente de un ascenso de clase bajo la base de la traición y subyugación nacional, en detrimento de los intereses de la gran mayoría del pueblo brasileño.
Si hubo un tiempo en el que, para las amplias masas, era difícil comprender esta cuestión, hoy esto no acontece más, pues a pesar de la política asistencialista aplicada para turbar la vista de los pobres, su práctica en el favorecimiento a los enemigos del pueblo ha sido cada vez más ostensiva, lo que no deja margen de duda en cuanto a su real proyecto. La tentativa de ocultar de los brasileños la repercusión de la crisis en el sistema capitalista internacional, esencialmente en lo que concierne al precio que el imperialismo ha cobrado de nuestro país en términos de transferencia de vultuosos recursos para los bancos y para la sede de las transnacionales, queda cada vez más difícil de realizarse. Los levantes, rebeliones y huelgas que van generalizándose por todo el país son la demostración de que los oportunistas tendrán vida corta en su intención de engañar el pueblo durante todo el tiempo. Sabedores de eso, tratan de enriquecerse con la más voraz ganancia.
Más que nunca el papel de la agitación política revolucionaria se coloca en la orden del día para llevar al proletariado y a las amplias masas populares del campo y de la ciudad los hechos sobre los cuales se ampara el desenmascaramiento del oportunismo. Aún más ahora, con la delatora Dilma Rousseff al frente de la gestión del viejo Estado, es preciso movilizar, politizar y organizar para cumplir la misión de realizar la revolución agraria y antiimperialista por la instalación de la República de Nueva Democracia en el Brasil.
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