Traducción: Enrique F. Chiappa
En USA, cerca de dos millones de trabajadores están próximos de perder las casas donde viven con sus familias. Después de meses, años o hasta décadas pagando las mensualidades a perder de vista, ellos no consiguen más cumplir con las condiciones draconianas de los contratos tramposamente preparados por cierta estirpe de usura de cara limpia: aquella practicada por el sistema bancario yanqui con la connivencia del gobierno Bush.
El mercado hipotecario en USA lucra cerca de 11 mil millones de dólares por año, y 12 % de ese total, proviene de un tipo de crédito que es costumbre ser ofrecido al proletariado por las empresas especializadas, y que se caracteriza por las duras condiciones de financiamiento a largo plazo, con altos intereses, mayores tasas y sujeto a reajustes. Es el crédito conocido como subprime.
Se trata de una estafa ofrecida como solución a los trabajadores ansiosos para liberarse de los altos precios de los alquileres. Sin poder conseguir créditos convencionales — por cuestión de renta, histórico financiero o hasta por causa del color de la piel o de la ascendencia — durante años ellos fueron eludidos con prestamos contraídos con la promesa de los banqueros de que en el futuro, las abusivas cláusulas contractuales serían ablandadas. Sin embargo, en el futuro que se siguió, sucedió exactamente lo contrario.
Cuando los bancos decidieron apretar más aún las condiciones de los créditos subprime, reajustando los valores de las hipotecas, los propietarios de inmuebles no saldados pararon de pagar las mensualidades. Al suspender los pagos, los valores debidos pasaron a ser multiplicados por tasas de interés abusivas, tornando prácticamente imposible para los trabajadores impedir que tarde o temprano, sean desalojados de sus casas. Al mismo tiempo, los precios de los inmuebles desmoronaron, y así mismo, las propiedades continúan sin compradores.
Este es el escenario de lo que viene siendo llamado de "crisis del crédito inmobiliario", "crisis del mercado de subprime" o "crisis de la contracción del crédito". Esta crisis provocó pérdidas en las márgenes de lucros de prestigiadas instituciones bancarias dentro y fuera de USA, afectando también a quién compró títulos vinculados a los empréstitos subprime esperando lucrar con el endeudamiento ajeno, como bancos japoneses, franceses y alemanes.
Fue lo suficiente para alarmar a los farristas del sistema financiero internacional, que funciona a base de pánico de perder fortunas enteras del día para la noche en el casino de la bolsa de valores, dependiendo del resultado contable de esta o aquella empresa, de este o aquel banco.
Tasas de interés, crisis y grilletes
Cuando los opinativos economistas que aparecen frecuentemente en los medios de comunicación tratan de explicar lo que pasó, normalmente dicen que la culpa no es del capital financiero internacional, mas del pueblo. Ellos argumentan que los mal pagadores de USA, con su vergonzosa e irresponsable insolvencia, colocan en riesgo el buen funcionamiento del capitalismo global. En un pase de magia y de descaro, los banqueros-usurarios se transforman en pobres víctimas — víctimas exactamente de aquellos que venían achacando y pensaban que podían aumentar todavía más el achaque impunemente: los propietarios de casas adquiridas vía crédito subprime.
Tanto es así que los gobiernos de los países ricos no demoraron en socorrer al capital bancario, cuyas acciones cayeron en las bolsas de valores de todo el mundo. El Banco de Japón inyectó mil millones de yenes en el sistema financiero del país, pues es ese el valor sumado que los nueve mayores grupos privados japoneses tienen en inversiones vinculadas a las hipotecas subprime en USA. Del mismo modo, el gobierno de Australia liberó casi cinco mil millones de dólares australianos para "asegurar la estabilidad" de las empresas que aprecian los altos rendimientos que embolsan con operaciones de alto riesgo, pero que no aprecian los riesgos.
Los bancos centrales europeos y norteamericanos hicieron lo mismo, o sea, entregaron ríos de dinero público a los banqueros y les concedieron ventajas fiscales, beneficiando la especulación y los lucros obtenidos a través de los elevados intereses impuestos al pueblo. Todo esto en vez de anunciar medidas de apoyo a las familias de los trabajadores asfixiados por los abusos sistemáticamente practicados por la dupla formada por los bancos y las empresas de la construcción civil.
Todo este dinero es destinado a entrar en los balances contables de los bancos y demás empresas metidas con la especulación y la explotación en el ámbito del sector inmobiliario, para enmascarar no apenas ocasionales problemas de "liquidez", mas también escamotear la propia crisis que el capitalismo actualmente padece.
La crisis, sin embargo, insiste en mostrar la cara, y la recesión de la producción capitalista en escala mundial no es algo imposible en un futuro próximo — al contrario. Un síntoma es el nivel del valor de mercado de los inmuebles en USA: el precio de las casas viene cayendo en una velocidad semejante al ritmo de la caída observado poco antes de la gran recesión capitalista de 1929.
Hoy, así como al final de la década de 1920 e inicio de los años 1930, una eventual crisis de los aparatos burgueses de explotación tornaría todavía más dramática la situación de la clase trabajadora, con el agravamiento del desempleo y de las condiciones de sobrevivencia de la población.
Por eso, cuando los gobiernos alrededor del mundo movilizan los fondos públicos para fortalecer el poder del capital, dicen que lo hacen en nombre del bienestar de todos. Lo que hacen en realidad es chantaje. Y para librarse, tanto de la explotación, cuanto del chantaje que parten de la burguesía en crisis, los trabajadores necesitan libertarse no apenas de los intereses y de abusos semejantes, mas de todos sus grilletes.
Crédito racista
En USA, las condiciones de crédito para habitación son especialmente extorsivas cuando son los latinos y los negros que deciden comprar una casa. De acuerdo con un estudio divulgado en octubre del año pasado por el Centro Furman de Mercado Hipotecario y Política Urbana de la Universidad de Nueva York, latinos y negros están más expuestos a ser perjudicados por el crédito subprime de que los habitantes de los barrios donde predomina la población blanca, mismo que todos tengan el mismo nivel de renta.
Los datos confirman antiguas denuncias sobre racismo practicado por las empresas especializadas en lucrar valores fabulosos con la mercantilización del derecho a la habitación. Según el estudio, los latinos son tres veces más vulnerables a este tipo de usura de que la población blanca; los negros cuatro veces más.
Una en cada cinco ventas de casas en USA, es realizada mediante el crédito subprime. Cuando los resultados del estudio del Centro Furman fueron divulgados, una directora de la institución presentó una conclusión obvia: en USA, los latinos y negros corren un riesgo mucho mayor de que, sus casas compradas con tasas de interés exorbitantes, terminen en las manos de un banquero.
Con los datos del Centro Furman , el diario The New York Times hizo sus propias estimativas, bien dirigidas a su público (clase media): entre los deudores blancos no-latinos que ganan de 125 mil a 150 mil dólares por año, apenas 24% tenían deudas en las condiciones subprime en 2006, mientras que entre los deudores blancos latinos el porcentaje era de 52%, más que el doble.
En ciudades donde millones de latinos y negros trabajan arduamente sin derechos y en búsqueda de alguna dignidad, el índice de crédito subprime es record en el país: 25% de los empréstitos para compra de inmuebles son realizados en estas condiciones en Los Angeles, 19,8% en Nueva York, 15,9% en Chicago En Nueva York apenas 16% de los latinos son propietarios de sus casas. Entre los negros que viven en la ciudad, 28% son dueños de las casas donde viven. Entre la población blanca de origen anglo-sajona, el porcentaje sube a 44%.
La NAACP, una organización de combate a la discriminación racial, está procesando en un tribunal de Los Ángeles, 12 empresas de crédito hipotecario acusadas de imponer crédito subprime a los negros. Entre las firmas usureras procesadas están el HSBC Mortgage Services y la CitiFinancial, ramificaciones de los bancos HSBC y Citibank. Uno de los abogados de la NAACP dijo a un periódico yanqui que las instituciones de "subprime" parecen hacer un círculo en torno de los barrios de latinos y negros para ir a venderles gato por liebre.
Mismo siendo verdadero y degradante el hecho de que en USA la tasa de intereses para crédito inmobiliario es calculada en función del origen étnico, la cuestión central es que la usura inmobiliaria en el país traspasa la cuestión racial; en realidad, ella es un drama para los trabajadores cuya única opción que les da el gobierno Bush y el mercado financiero yanqui es aceptar este tipo de extorsión para tener donde vivir.
También en el año pasado, el Consejo Nacional de la Raza — la mayor entidad representativa de los inmigrantes en USA — reunió datos, comparó números, hizo cuentas y concluyó: la quiebra de los usurarios inmobiliarios va afectar principalmente la parcela de la población que trabaja duramente y sustenta la economía del país. O sea: quién va pagar — y ya está pagando — el pato del fin de las hipotecas es el pueblo trabajador.
La lógica de la crisis reproducida en Brasil
En diciembre, en Brasil, el Consejo Monetario Nacional prohibió a las instituciones financieras de cobrar en el país una tarifa llamada TLA — Tasa para Liquidación Anticipada, que debía ser paga cuando un deudor decidía liquidar un crédito antes del final del plazo determinado. Pero la prohibición de la cobranza de esta tarifa — cuyo valor puede llegar a 10 mil reales — no está valiendo para las operaciones de crédito realizadas en el ámbito del sistema Financiero de Habitación.
La excepción deja claro dos cosas: el entusiasmo de los bancos con las nuevas reglas para financiamiento de inmuebles en Brasil y el servilismo y la subordinación de la gerencia FMI-PT a los intereses de los bancos.
Luiz Inacio y sus compañeros oyeron los ruegos del capital financiero que opera en el mercado habitacional, tratando de crear las condiciones para un nuevo y largo período de "espectáculo del crecimiento" de lucros bancarios, esforzándose para hacer valer en nuestro país la misma lógica, muy simple, que llevó a la crisis del subprime en USA: quién debe asumir los perjuicios de la fanfarronería son las masas trabajadoras.
La Administración Lula decidió liberar 8,4 mil millones de reales del Fondo de Garantía por Tiempo de Servicio (FGTS) en 2008 para que los bancos lucren con intereses de hasta 8,16% al mes sobre tamaña cuantía, más la Tasa Referencial de actualización. Además, para que el contrato de financiamiento sea firmado, se extinguió el límite de renta y de valor del inmueble. La nueva farra comenzó el 2 de enero.
Ya se ven los ejecutivos del sector inmobiliario declarando — con la pulidez que les es peculiar — que las nuevas reglas van a provocar el "desarrollo" y la "diversificación" del mercado.
Con un saque todavía mayor para 2008 del caja del FGTS, el presidente de la Asociación Brasileña de las Entidades de Crédito Inmobiliario y Poupança (Ahorro), Luiz Antonio de França — que es también director del banco Itaú — ya se ocupó de difundir la previsión de crecimiento del crédito habitacional contratado solamente con recursos de la poupança (Caja de Ahorro): 25% al año hasta 2010.
De acuerdo con las estimativas de los banqueros, el crédito inmobiliario debe alcanzar 2,3% del PIB en 208, 3,6% en 2009, y puede llegar a 10% del Producto Interno Bruto brasileño en 2010. Es un banquete preparado y servido a los bancos a costo del empobrecimiento y del endeudamiento de los trabajadores brasileños, inclusive con Fondo de Garantía garantiendo apenas un inmueble que, cuando esté pago, de aquí a 25 o 30 años, estará viejo y desvalorizado.
Caso no consiga pagar los intereses a lo largo de las décadas, el trabajador pierde el inmueble, si desea saldar la deuda antes del plazo final, paga multa de la Tasa para Liquidación Anticipada. Sí, por que en el Brasil del gran capital y de las administraciones conniventes con la explotación, quien opta por parar de pagar intereses parece estar sujeto a eso mismo: ser multado.