La crisis del carnaval y el carnaval de la crisis

La crisis del carnaval y el carnaval de la crisis

En una de sus últimas entrevistas, los cuadrilleros Temer y Meirelles afirmaron que no había masas en la calle protestando contra sus medidas antipueblo.

En el mejor estilo “estoy esperando para cuando el carnaval llegar”, en todo el país, el pueblo brasileño organizado en Escuelas de Samba o en bloques de los más variados ritmos negaba el viejo cliché de que el “carnaval es para olvidar sus males”.

Sea en sambas-enredo o en marchitas, el pueblo trajo para el carnaval su indignación con la crisis política, económica, social y moral que el país atraviesa, apuntando sus flechas para los causadores de tanta miseria, discriminación y explotación. La realidad bailó y cantó en los pies y en la garganta del pueblo.

Tornando mercancía

El carnaval carioca, que tuvo inicio en la primera mitad del siglo pasado como fiestas populares de grupos aficionados, fue desarrollándose hasta hacerse la mayor manifestación cultural urbana del país.

En el periodo getulista, la festividad fue, en lo esencial, cooptada por el Estado semicolonial y semifeudal, alcanzando el ápice bajo la “regencia” de Joãozinho Trinta y la construcción del sambódromo, dando un salto para la mercantilización y financierización  del espectáculo movido a la exaltación de fantasías a través de la ostentación del lujo y de la riqueza.

Delante de esto, los trabajadores tuvieron, tal como en la fábrica, que sujetarse a la organización y disciplina que imponía un sistema vertical con una jerarquía de jefes y subjefes, división de tareas y encuadramiento, con la diferencia de, al contrario de la fábrica, ser voluntaria.

 Quién paga la banda…

El Estado y el monopolio de los medios de comunicación (Globo a la cabeza), además de la industria de la cerveza, se transformaron en los principales financiadores del espectáculo, quebrando el monopolio de los quinieleros hasta entonces vigente en él. En la misma dirección vino la intervención directa en la producción del evento, “globalizando” horario y tiempo de exhibición, la estética, la temática etc.

En los últimos años la crisis financiera que acosó los estados y municipios, para no hablar del fundamentalismo cristiano del alcalde, se reflejó directamente en la reducción del aporte del Ayuntamiento a la Liga Independiente de las Escuelas de Samba (Liesa).

Obligadas a redimensionar los costes de producción del espectáculo, las escuelas tuvieron que colocar creatividad en las alegorías y aderezos y también en las fantasías con la utilización de materiales más económicos.

 Dio samba

Esa situación obligó, además, los carnavalescos (ni todos) a salir del mundo de la fantasía y pensar en las causas de sus problemas, relacionándolas con las causas de la situación de miseria y abandono de las masas y descalabro general del país.

A partir del clamor de la masa en los trenes, autobuses y metros, así como en las conversaciones de bares, en la fábrica y en los ensayos de la propia escuela, estaba el mote de la pieza de acusación salida de la boca de la Escuela como la voz del pueblo.

Para sorpresa de la Red Globo, que no escondía su preferencia por la Portela, los “jurados” tuvieron que reconocer la superioridad de la Beija-Flor de Nilópolis y de la Paraíso del Tuiuti por el entusiasmo que ambas llevaron a las plateas, que percibieron en sus sambas-enredo (a pesar del eclecticismo de la Beija-Flor) la expresión de la vida de las masas.

En su tiempo, Marx afirmaba que los filósofos hasta entonces se habían limitado a interpretar el mundo de diferentes maneras cuando lo que importa era transformarlo. En las condiciones actuales podemos considerar un avance que la crítica de las escuelas vencedoras haya alcanzado el corazón del capitalismo en su fase imperialista: la ganancia del “mercado”. Este fue el aspecto principal.

En el enredo de la Beija Flor podemos aún destacar la mordaz crítica a la hipocresía de los fariseos defensores de Dios, patria y familia:

Me llamas tanto de hermano
Y me abandonas a la intemperie
Intercambia un pedazo de pan
Por un pedazo de cielo.

La Paraíso del Tuiuti desmitificó el cuento de la abolición de la esclavitud a través de una interrogación que pesa más que una sentencia acusatoria.

Más adelante, ataca la falsa libertad de la empodrecida democracia burguesa mistificada por las falsas “igualdad, fraternidad y libertad”, vigentes en Brasil bajo el abominable “Estado Democrático de Derecho”:

Donde vive la señora libertad
No hay grilletes ni capataces de esclavos.

 Una nueva conciencia

Esas demostraciones son un indicativo de que el pueblo cristaliza el sentimiento de su opresión y explotación estallando cada vez más en revueltas y no tardará a elevar su conciencia de que sólo una revolución puede liberarlo. Y más, que esa solución para sus males está en sí mismo, pues la vida ya demostró que son las masas que hacen la historia y, para tanto, ellas habrán de parir su dirección revolucionaria.

Los revolucionarios brasileños ya apuntaron el camino de la Revolución Democrática, Agraria y Antiimperialista, ininterrumpida al Socialismo.

Su tarea está puesta: organizar el pueblo para asaltar los cielos.

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