Traducción Enrique Chiappa
Desde diciembre de 2019 está siendo discutido el Presupuesto impositivo en el Congreso, entrando en contradicción con el gobierno. El proyecto retira autonomía del gobierno sobre el presupuesto y destina, obligatoriamente, una gran parte a los parlamentarios. La manifestación del día 15 de marzo, convocada y desconvocada por Bolsonaro, objetiva atacar el parlamento para obligarlo a ceder. La crisis política crece, agita toda la estructura del viejo Estado y conduce a avalos institucionales. Luchas palacianas que ya son también crisis militar.
La manifestación fascista, a propósito, convocada por los bolsonaristas y desmovilizadas bajo presión de los generales, llevaría a las calles un contingente de masas – especialmente los sectores medios, esos que creen que la raíz de todos los problemas es la corrupción. Y la razón es que la convocatoria se asentaba en el ataque a un desmoralizado y corrupto Congreso. Pero no se constituiría en un marco y ni un influjo para el bolsonarismo.
La contradicción aguda que existe en la disputa por la dirección de la ofensiva contrarrevolucionaria preventiva entre la extrema-derecha comanda por Bolsonaro y la derecha militar y civil, comandada por el Alto Mando de las Fuerzas Armadas (ACFA) y gran parte del parlamento a veces induce las personas a creer que el parlamento defiende las libertades y la democracia. Pero no es de eso que se trata.
Las cinco fuerzas
La situación política surgida de las elecciones de 2018 dividió la sociedad en, esencialmente, cinco fuerzas. Son ellas:
1) La extrema-derecha militar y civil (Bolsonaro y su grupo, con base social limitada a los sectores inferiores de las clases dominantes y parte inferior del monopolio de prensa, que quieren imponer un régimen militar-fascista); 2) la derecha militar y civil (ACFA, los sectores más poderosos de los grandes industriales, de los banqueros, de los latifundistas y agronegocio, de los grandes comerciantes, de los monopolios de prensa, que quieren mantener la fachada democrática y constitucional, pero restringiendo derechos y libertades y con poder concentrado en el Ejecutivo); 3) la centro-derecha (o derecha tradicional, concentrada en el parlamento y en el Supremo); 4) el oportunismo (falsa izquierda electorera); y 5) el movimiento revolucionario popular (organizaciones clasistas del proletariado, del campesinado, de los sectores proletarizados de la pequeña burguesía, de los estudiantes e intelectuales democráticos).
Esas fuerzas luchan entre sí y algunas se alían. En el seno de las clases dominantes, la ofensiva contrarrevolucionaria, cuya dirección es disputada por la derecha y la extrema-derecha, maneja con la centro-derecha parlamentaria y se confronta en diferentes niveles con el oportunismo y el movimiento revolucionario. Eso porque necesitan recuperar la economía de la crisis a través de la imposición de ataques a los derechos del pueblo y corte de los “gastos públicos”. Para viabilizar tales ataques es preciso retirar poder y funciones del parlamento, reduciendo la necesidad de “negociaciones”.
Para qué sirve el parlamento
La función del parlamento surgido con la república democrático-burguesa, históricamente, fue mascarar la dominación de clase, a través de una supuesta “universalización del acceso al poder” a través de elecciones donde cualquier ciudadano podría candidatearse y elegirse.
Conforme el capitalismo se fue consolidando y pasó de la libre competencia al régimen de los monopolios, el imperialismo, fue quedando claro al proletariado que la real función del parlamento es reproducir la dominación de la burguesía y legitimar su dictadura como democracia, de modo aún más sofisticado porque oculto.
Para la burguesía, sin embargo, el parlamento cumple aún otra función, la de regular las disputas entre los burgueses. Dividida en fracciones y por grupos de poder, la burguesía lucha internamente por la posesión de los recursos y, principalmente, por el control de su Estado para dirigir la aplicación de la política económica, social y cultural, dominar al máximo el acceso a los mercados, tener todas las ventajas etc. Para tanto, trata de comprar con su volumen colosal de dinero el máximo posible de candidatos, hacerlos electos y asegurar por el parlamento sus intereses en el Estado. Es una distribución de fuerzas en el seno de la burguesía.
El Congreso en Brasil
En Brasil, que nunca pasó por una verdadera república democrática (tenemos una república burocrático-latifundista, asentada en las estructuras semifeudales y semicoloniales), esa relación de dominación burguesa sobre el parlamento es aún más patente. Ella es una lucha de las fracciones de la gran burguesía y los latifundistas por definir quién controlará al máximo el viejo Estado para dirigir la aplicación de la política dictada por el imperialismo, principalmente yanqui (Estados Unidos, USA).
Los parlamentarios son representantes directos y abiertos de las oligarquías regionales, algunos de ellos señores de tierras con aires de “modernidad” (agronegocio), y de los sectores de la gran burguesía (de sus fracciones: burocrática y compradora). En la situación actual disputan entre sí para administrar la política del imperialismo de modo a quitar el máximo de provecho de su capital e intereses. Además de luchar por proyectos personales.
Rodrigo Maia y Davi Alcolumbre pugnan contra el gobierno no por la “democracia”. Luchan por los intereses de determinados monopolios, y por la simple razón: pueden perder, con la atenuación del parlamento, el poder que hoy tienen y lo que pueden venir a tener.
La ofensiva contrarrevolucionaria, por su parte, necesita imponer ataques a los derechos del pueblo rápidamente y se choca con el parlamento, que exige contrapartidas, como aprobar enmiendas parlamentarias para los congresistas en beneficio de sus patrones. La ofensiva contrarrevolucionaria quiere centralización de poder. El golpe militar en marcha necesita recuperar rápidamente el capitalismo burocrático de la crisis (tarea muy difícil) y los intereses fragmentados de los diversos grupos de poder en el parlamento atrasan tal tarea, además de estar muy desmoralizado ante las masas y sin cualquier legitimidad. Motivo de la contradicción entre ambos.
Democracia verdadera
La única verdadera democracia posible para Brasil sólo vendrá con la Revolución Democrática, Agraria y Antiimperialista. Al liquidar el latifundio, la Nueva Democracia libera millones de campesinos de las amarras feudales y semifeudales cuyas formas evolucionan. Al liquidarlo, la Revolución liberta económica, ideológica, política, militar y culturalmente ese contingente de la dominación directa ejercida en el campo por los latifundistas.
Todas las viejas relaciones en el Estado, de promiscuidad entre lo privado y lo público, como vemos en los casos de corrupción diuturnos, son herencias de la dominación feudal de los señores de tierras, que fueron pasadas para los grandes burgueses oriundos de ese medio. Desde el Brasil colonial se reproduce también la misma esencia semifeudal en la cultura y en la ideología. La dinámica de los funcionarios en la estructura estatal reproduce los métodos burocráticos de los Estados feudales, huérfanos de tradición democrática.
Lo mismo pasa con las masas, que sólo pueden adquirir elevación en su conciencia, de su papel en la escena política y en la historia a través de la Revolución Democrática, después de que ellas mismas participen de un movimiento democrático-nacional y testificar las grandes y profundas transformaciones de que son capaces de hacer. Desde el punto de vista del proletariado, sólo pasando por esa etapa es posible construir exitosamente el Socialismo.
Por su parte, sólo el proletariado revolucionario puede, hoy, desatar el gran torrente de la revolución democrático-nacional, a comenzar por la Revolución Agraria. Sólo los revolucionarios proletarios, comunistas, por no tener ningún interés a preservar de esta vieja orden, pueden dirigir y llevar adelante tal lucha, uniéndose a los campesinos, masas más oprimidas por la semifeudalidad, por el imperialismo y por el capitalismo burocrático.
En este 25 de marzo, en que se completan 98 años de la fundación del Partido Comunista de Brasil (P.C.B.), es necesario rescatar que solamente con un partido revolucionario del proletariado restablecido puede el Brasil salir de los siglos de retraso burocrático-feudal en el cual está sumergido, encontrar la verdadera y Nueva Democracia. Las masas, a su modo, cobran y ansían por eso.