Traducido por Enrique F. Chiappa
La absolución de Renan Calheiros en el plenario del Senado, después de haber sido condenado en la Comisión de Ética de la casa, encoleriza la nación con su juego de cinismo y desfachatez, confirmándolo como modelo de actuación de un parlamento de pacotilla. El desenlace grosero dirigido por el Palacio da Alvorada contó con la cooperación de la oposición. No se trata, por lo tanto ni de un hecho aislado ni de apenas parte de la institución.
Por más indignación y perplejidad que cause, es apenas otro capítulo de la crisis de descomposición, en lenta agonía, de una orden injusta y putrefacta. Orden esta que las clases dominantes, su sistema de gobierno, medios de comunicación y toda la gama oportunista, insisten en hacer pasar por democracia.
El caso Calheiros es muy revelador de esta falencia y contiene los mismos elementos de los diferentes episodios de la crisis política brasileña.
Entre los factores que pesaron para su absolución estaba la determinación de Calheiros de no caer solo. Disponía de una lista de criminales en las esferas del poder y demostró disposición de utilizarla.
A su vez, el Palacio y el PT tuvieron que emplear su "poder de convencimiento" ya que son rehenes de Calheiros y de sus ramificaciones en el Legislativo, del cual dependen para aprobaciones de medidas y proyectos cruciales y urgentes, como la prorrogación del impuesto CPMF, representando R$ 38 mil millones.
Contra Calheiros votaron los reformistas de siempre, que entre bien intencionados e hipócritas, se propusieron limpiar los "establos de Áugias" del sistema para humanizarlo y embellecerlo. Obra que solamente Hércules, de acuerdo con la mitología, pudo realizar desviando el curso de un gran río sobre ellos o, lo que hicieron las revoluciones populares que barrieron toda la podredumbre junto con el sistema explotador.
La "gran imprenta" lanzaba retumbantes campañas por la ética y la "restauración" de la moralidad. Los motivos verdaderos de toda esa presión, eran los intereses contrariados con la instalación de la CPI por parte de Calheiros, que investiga la compra de la TVA del Grupo Abril por la Telefónica. Apenas eso. La expectativa de la inmensa mayoría de la población, que se dice estar representada en los votos, fue nuevamente ignorada.
O sea, la crisis que hace más de tres meses paraliza el Senado en torno de la expulsión o no de Calheiros fue el ring de grupos de poder de los cuales hacen parte, además de los políticos, corporaciones económico-financieras y de comunicaciones (imprenta). ¿Serían otros episodios de esencia diferente? Claro que no.
El desenlace descarado y asqueroso de este otro episodio de las instituciones del poder dominante, diferentemente de lo que proclama la llamada "gran imprenta" no son puñaladas en la "democracia" y en la "ética", más bien, golpes contundentes aplicados en las ilusiones de los que, inducidos por esa misma imprenta y partidos oficiales, creen o creían firmemente, ser la orden vigente, una democracia o su consolidación.
Como hemos insistido, este, así como otros episodios de la crisis política que recurrentemente aparecen en el escenario nacional, sea en el legislativo, ejecutivo o judiciario, no son crisis políticas aisladas en un u otro partido, ni en alguna parte de las instituciones del Estado como comúnmente se hace creer. Esta es la crisis de todo un sistema de gobierno de una vieja orden cuyo Estado, con más o menos reformas, se afonda en la descomposición económico-social, política y moral. Con la llegada del PT al poder, quedó evidente el desmoronamiento de una legitimidad proyectada y montada en un proceso electoral viciado y corrupto, cuyos resultados son dados y definidos por el poder económico.
Si no fuese así, la cantilena de la "reforma política" como panacea para los males del país no sería el tema que une el mundo oficial en la intención de reparar su indubitable crisis de legitimidad.
La crisis continúa y continuará por tiempo indefinido. Las clases dominantes disputan contiendas internas para decidir quién manda más y ejerce el control del aparato del Estado. Contrariamente a la unidad que tientan aparentar, como en el caso del "gobierno de coalición" de Luiz Inacio, las clases dominantes se enfrentan y, normalmente, los gobiernos son el palco de una riña intercalada de acuerdos temporarios, entre los grupos de poder, en pro de la gobernabilidad de quien ejerce la administración de turno.
Como todo fenómeno social, las crisis políticas tienen una base material que las proyectan y explican. La base económica de la crisis crónica, dada la condición semicolonial del país, subyugado, dependiente y en función del gran capital imperialista, principalmente yanqui, tiene su desarrollo condicionado por la lucha, principalmente, entre las dos fases de la gran burguesía, la burocrática y la compradora, además de las contradicciones con la clase latifundista y la feroz lucha contra la resistencia de la clase operaria y las masas populares.
Por este motivo, las crisis políticas no pueden ser resueltas y superadas definitivamente en los moldes de esa vieja orden que oprime e impide la nación brasileña afirmarse y completarse. El sistema se fundamenta en el desarrollo de un capitalismo burocrático que explota y condena las masas trabajadoras a la miseria, que se apoya en el monopolio de la tierra y en el atraso de la industria. Las economías de las semicolonias tienen la función de complementar las economías de los países imperialistas y están cada vez más, obstaculizadas y desnacionalizadas, por lo tanto dominadas.
Raíces históricas
En ese capitalismo burocrático, hace más de un siglo, las clases dominantes retrógradas y colonizadas — compuestas por fracciones que se unen para oprimir el pueblo y que se confrontan para controlar el aparato del Estado — realizan, de acuerdo con sus intereses inmediatos y particulares, la explotación del pueblo al servicio del imperialismo.
La historia de la política dominante en Brasil, particularmente desde la Proclamación de la República, es la historia de las crisis políticas surgidas de las pugnas entre las diferentes fracciones de las clases dominantes.
El viejo Estado brasileño, inicialmente instrumento de una clase de señores de tierras y burgueses compradores, continuó igualmente a partir de la "proclamación" de la república, alterando apenas el sistema de gobierno, reestructurándose en los agravamientos de las crisis, dependiendo de la fracción que venciese en el control de su aparato.
Con el Movimiento del 30, una nueva fracción emergente — la de la burguesía burocrática — toma el centro del poder del Estado. De manera general, y en medio a las crisis de los años de 1940 a 1980, fue esta fracción burocrática que conservó las riendas del poder.
De Vargas a Sarney — inclusive durante el régimen militar — invariablemente prevaleció el mando de la burguesía burocrática.
Collor, principalmente como un accidente de ruta y en razón de la propia división de las clases dominantes, representa el retorno de la burguesía compradora a la hegemonía del Estado.
Por eso que FHC, al tomar posesión de la presidencia, afirmó ser su elección, el fin de la "era Vargas". No es que la fracción burguesa burocrática signifique exclusivamente el peso de la intervención estatal en la economía. Esa intervención fue debida a la necesidad del propio capitalismo de enfrentar su crisis general y mundial — que se desarrolló en todo ese período de las décadas de 1930 a 1980 — y de combatir la revolución proletaria y los movimientos de liberación nacional.
La llegada del oportunismo (frente popular electorera) a la administración del viejo Estado, con Luiz Inacio en la cabeza, reveló rápidamente la agudización de los conflictos entre los grupos de poder. Entre otros factores determinantes, su triunfo electoral sólo fue posible debido a la profundización de la división de las clases dominantes y en razón de los intereses contrariados de la fracción burocrática, destronada desde Collor, que hizo convergir poderosos contingentes económicos y sus esquemas electorales para la candidatura del PT.
Sin embargo, la instalación del PT en la gerencia del viejo Estado, no representa una mera continuidad de las crisis, sino su agravamiento, ya que nuevos grupos de poder se configuran, aumentando las pugnas.
El destino del oportunismo
Las contradicciones entre las fracciones de la gran burguesía y latifundistas no son originadas por contradicciones programáticas. Todas sirven al imperialismo. La disputa es por el mando y línea de aplicación. Por ese motivo que sus representantes políticos están unidos para aplicar las reformas antioperarias, antipueblo y antinacionales que Luiz Inacio anunció y busca desde ya aplicar a través de la legislación extraordinaria de las medidas provisorias. Y mismo la unión de gubernistas y oposición para practicar los actos más indecentes, como la absolución de Calheiros y los acuerdos que conducen a nada la mayoría de las CPIs.
De manera simplificada y en el ámbito político, se puede afirmar que hoy la diferencia entre gubernistas y oposicionistas es que la fracción compradora defiende que la política dictada por las agencias del imperialismo debe ser aplicada sin la necesidad de se gastar tanto con el "bolsa-limosna" hasta por que su aplicación representó el fortalecimiento electoral de Luiz Inacio, al comprar el silencio, la inmovilidad y conciencia de millones, alienándolos y esclavizándolos en una especie de miseria asistida.
Esta gerencia sirve perfectamente al imperialismo y a las clases dominantes locales, por que cumple con el papel de amortiguador de las contradicciones de clases antagónicas. Sin embargo, esta disposición demostrada por el PT y todo su oportunismo que lo sigue y apoya, es más leña en la hoguera de las riñas en las esferas del poder. Antes paladín de la ética, el PT y sus cortesanos en su triunfo electoral, se encuentran en la fosa común de la politiquería que alimenta y mantiene el sistema semicolonial de explotación y opresión de nuestro pueblo y nuestra nación. Experiencia que sirvió para demostrar que la causa de las injusticias no esta determinada por el hecho de que los hombres sean malos o buenos. Sino, que depende del sistema social ser de explotación o no, lo que hace tener hombres malos o buenos. Y luchar para destruir la vieja orden de injusticia es el camino para construir una orden justa.
En todas esas crisis se crea la posibilidad de su profundización para la superación de la orden que las genera, la vieja orden semicolonial anacrónica y su sistema de poder y de gobierno. Para que esto ocurra es necesaria exclusivamente la intervención independiente y organizada de las masas populares en la crisis política. No habiendo esta movilización, siempre es posible a las clases dominantes, a través de sus grupos de poder — mismo en medio de sus contiendas — pactar treguas para evitar el naufragio del sistema.
Solo la intervención de las masas organizadas e independientes de los partidos políticos electoreros oportunistas podrá dar una solución cabal a la crisis crónica del País. Hasta que esto no ocurra, sufriremos todas las humillaciones de esta politiquería sucia que encubre y mantiene la explotación, miseria, enfermedades, marginalización, alienación, corporativismo, etc.
A pesar de todo, del largo período de ofensiva contrarrevolucionaria mundial, que se apoya en la destrucción de todas las conquistas de las masas trabajadoras, ellas nunca dejaron de luchar. Las masas trabajadoras brasileñas, mismo con toda la traición de que han sido víctimas, acosadas por el aumento de la explotación y amenazadas de perder su último derecho, ya se levantan en luchas que llevan toda la reacción a la histeria, como ahora contra el derecho a huelga.
La ética pasó a ser un tema recurrente en las disputas del congreso y en campañas del monopolio de la imprenta, ante la desmoralización y descrédito de las instituciones del viejo Estado, que tientan evitar el naufragio del sistema.
No sin motivo, alertan a los canallas reaccionarios sobre el peligro. El pueblo, las masas, ven todo, piensan y tiran conclusiones. Como afirmó una famosa actriz, al comentar para el diario O Estado de San Pablo (14/09/2007) el triste espectáculo del caso Calheiros, con lucidez política clarividente : "Si ellos pueden todo, nosotros también podemos. ¡Tenemos que resolver a porrazos!"
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