En pronunciamiento realizado el día 27 de febrero pasado, el general Walter Sousa Braga Netto afirmó, según el portal G1, que el “objetivo de la intervención federal es ‘recuperar la credibilidad ‘ de la seguridad pública en el estado”. Afirmó aun que “Río de Janeiro es un laboratorio para Brasil”, dando a entender que Río funcionará como tal para posibles intervenciones en otros estados de la federación.
Las Fuerzas Armadas (FF.AA.), como columna vertebral del Estado brasileño y organización política de la gran burguesía y del latifundio, serviles del imperialismo, principalmente yanqui, sirven para asegurar el mantenimiento de este sistema de explotación y opresión de las masas trabajadoras y la subyugación de la Nación. Ante eso y su carácter de clase, la misión asumida por el general está hadada al más completo fracaso.
Históricamente las intervenciones de las FF.AA. han dejado inauditas “pacificaciones”, después de las cuales restaron ríos de sangre y la paz de los cementerios. Basta observar la Guerra de Paraguay, actuando como servicial del colonialismo inglés; las intervenciones de Canudos, Contestado, Trombas y Formoso , todas en la era republicana y transformadas en guerra contra el pueblo pobre; finalmente, su historia siempre demuestra sus lazos de clase con el latifundio, la gran burguesía y su servicio al imperialismo.
Además de este aspecto histórico sistémico y continuado, el objetivo establecido por el general de recuperar la credibilidad de la seguridad pública de Río de Janeiro se reviste de una gran falacia por tratar el efecto por la causa y no llevar en cuenta, entre otros, los siguientes aspectos:
1º. La intervención federal en la seguridad de Río de Janeiro, es decir, intervención militar, acontece en un momento de profunda crisis económica, política, social y moral que alcanza a todas las instituciones del viejo Estado, en una crisis general de credibilidad.
2º. Que la crisis económica, base material de toda situación actual, es crisis general de descomposición del capitalismo burocrático vigente en el país y resultante de la condición semicolonial y semifeudal, dentro de la profunda crisis mundial del imperialismo, caracterizándose, también, como crisis de dominación sobre el pueblo y de la subyugación nacional.
3º. El estado de Río de Janeiro se tornó para el Brasil y para el mundo la vitrina de este estigma nacional.
4º. Un gobernador desacreditado y que, públicamente, abdicó de la gestión, reconociendo su falencia no sólo en cuanto a la seguridad pública como de los demás sectores de la administración.
5º. Una policía que posee un grado superlativo de implicación con el tráfico y con milicias, estas, casi siempre compuestas de policías militares (de la activa o reformados)..
6º. La crisis de la seguridad pública está condicionada por la crisis económica representada por la falencia de la administración del estado, que es parte del viejo Estado brasileño en descomposición. Condicionada también por la crisis política, caracterizada por el desgobierno en todos los sectores de la administración; por la crisis social, que impuso el desempleo generalizado en el país y, especialmente, en Río de Janeiro; y por la crisis moral, revelada por la inmoral corrupción del escalón superior de la administración pasada, envolviendo el gobernador, sus principales auxiliares y asesores , el legislativo, en la figura de su presidente y subordinados y por el Tribunal de Cuentas , envolviendo casi todo el consejo.
Así, por los objetivos anunciados y operativos ya en curso con ocupaciones de las favelas, el decreto federal en la seguridad pública de Río de Janeiro, resultando en la intervención militar, es tan solamente la ampliación e intensificación de la guerra civil reaccionaria contra los pobres que este viejo Estado ha aplicado de modo inalterado.
Cercar favelas e identificar sus habitantes para causar una sensación de seguridad es la revelación más cruda de la total falencia del enaltecido “Estado democrático de derecho ” y de la avanzada etapa de descomposición del viejo Estado brasileño. Es también confesión descarada de su naturaleza opresora y represora del pueblo para mantener este caduco sistema de explotación. Delante de la inevitable reacción de la furia popular contra la ampliación de los asesinatos y masacres de sus hijos, principalmente jóvenes (cómo ocurrido recientemente en la favela de Salgueiro, en São Gonçalo), el comandante del Ejército se anticipó en declarar cínicamente que no se venga con “Comisiones de la Verdad”, confesando así la planificação de la guerra contra el pueblo y su plan de asegurar inmunidad jurídica a las tropas en sus actos de genocidio .
Sin embargo, lo que está en cuestión bajo la apariencia de “crisis de seguridad pública” y “poder del crimen organizado” es la crisis general del vigente sistema de explotación y opresión. Por esta razón, la intervención militar en curso, anunciada con bravatas de generales y apoyada y publicitada hasta el hartazgo por los monopolios de prensa y comunicación, tendrá rotundo fracaso. Los planificadores saben de esto, pues su objetivo con ella es ensayar y preparar el futuro golpe de Estado contra la inevitable insurgencia revolucionaria popular.
Sin embargo, tal como los mandantes y ejecutores de esta intervención saben los crímenes que irán a cometer contra nuestro pueblo trabajador, este sabrá, a pesar de la desigualdad de medios e ingentes sacrificios necesarios, organizar y emprender a la altura su justa rebelión.