Sentimos el afán de redención y solidaridad del pueblo cubano, volcado para sus hermanos aún bajo el yugo del mismo enemigo: el imperialismo norteamericano. Es la primera vez que se irgue en la Asamblea de las Naciones Unidas la voz de un pueblo latinoamericano verdaderamente libre e independiente, proclamando que los principios contenidos en la Primera Declaración de La Habana son los objetivos de la Revolución, la cual tiene una importancia sin precedentes para la historia de los países de América Latina.
Pedro Pomar, dirigente del Partido Comunista de Brasil
Es lamentable que una revolución tan importante como la revolución cubana haya sido truncada y aún traicionada. (…) ¡Cómo es diferente Fidel de 1973 del de 1953! Se entregó completamente a los social-imperialistas soviéticos. En realidad, arrió la bandera de la revolución. Pero, ni por eso el movimiento revolucionario deja de avanzar en América Latina.
Maurício Grabois, dirigente del Partido Comunista de Brasil y comandante en la Guerrilla del Araguaia.
Con la muerte de Castro, toda la reacción mundial y particularmente la gusanada enquistada en Miami se agitaron frenética e histéricamente expeliendo todo su rencor y recalcaduras de lacayos del imperialismo yanqui y su baba hidrofóbica de odio a la memoria de lo que fue la Revolución Cubana. Brindaron celebrando la muerte de Fidel agitando banderas de Cuba servil de USA, en el último 26 de noviembre.
Esos arribistas festejan la muerte de Castro cómo si enterrasen con él el comunismo. Esa gente odia las masas, siente repulsa a cualquier cosa mínimamente popular y democrática, como las conquistas de la Revolución Cubana alcanzadas antes de que su alta dirección la colocase de rodillas frente al social-imperialismo soviético sobre el bastón de Kruschov, Brejnev y sus sucesores, todos traidores del socialismo.
La primera cuestión importante es comprender el odio con que el monopolio de la prensa y los diversos grupetos anticomunistas viscerales derechistas y de la reacción tratan Fidel Castro y la Revolución Cubana. Aunque sea un proceso de avance con significativos retrocesos y estagnación por haber sido una revolución democrática que no avanzó al socialismo y, por lo tanto, resultó inconclusa y que culminó con la sumisión de Cuba a la URSS social-imperialista, el hecho es que Fidel Castro y la lucha armada que planteó el programa democrático de las reformas agraria, educacional, habitacional y en el tratamiento de la salud popular, etc. animaron todo el movimiento popular, particularmente en la esclavizada América Latina, inspirando revolucionarios y luchas antiimperialistas por todo el mundo.
Un pequeño país, próximo a las fronteras yanquis, se declaraba independiente y amenazaba inspirar la rebeldía en la más importante base del imperialismo yanqui: la América Latina.
Rompen las corrientes: triunfa la Revolución Cubana
En 1960, Fidel leía para una multitud entusiasmada el programa democrático de la Revolución, que quedó conocido como Primera Declaración de La Habana.
“El derecho de los campesinos a la tierra; el derecho del trabajador al fruto de su trabajo; el derecho de los niños a la educación; el derecho de los enfermos a la asistencia médica y hospitalaria; el derecho de los jóvenes al trabajo; el derecho de los estudiantes a la educación gratuita, experimental y científica; el derecho de los negros y de los indios a la ‘dignidad plena del hombre’; el derecho de la mujer a la igualdad civil, social y política; el derecho de los ancianos a una vejez segura; el derecho de los intelectuales, artistas y científicos a luchar, con sus obras, por un mundo mejor; el derecho de los Estados a la nacionalización de los monopolios imperialistas, rescatando así las riquezas y recursos nacionales; el derecho de los países al comercio libre con todos los pueblos del mundo; el derecho de las naciones por su plena soberanía; el derecho de los pueblos en convertir sus fortalezas militares en escuelas, y armar sus trabajadores, sus campesinos, sus estudiantes, a sus intelectuales, el negro, el indio, la mujer, el joven, el anciano, todos los oprimidos y explotados, para que defiendan, por sí mismos, sus derechos y sus destinos.”
La Revolución Cubana, siendo en un país semicolonial-semifeudal, nació erigiendo banderas democráticas, expresando la insatisfacción de las masas populares del pueblo cubano que vivían en total sumisión nacional y brutal tiranía, con su economía reducida a la mono cultura y al turismo de burdeles y cansinos.
Con el golpe del dictador Fulgência Batista en 1952, diversos grupos se sublevan, y entre ellos un grupo liderado por Fidel y Raul Castro intenta de armas en las manos tomar un cuartel militar, el Cuartel de Moncada (1953). Allá son detenidos y, cuando sueltos, si exilan en México, de donde organizan nueva tentativa de derrumbar Batista, desembarcando con el yate Granma con 82 combatientes y desencadenando la lucha armada por el poder.
Entre ellos estaba el argentino Ernesto “Che” Guevara, que demostró rápidamente ser de todos aquellos demócratas revolucionarios el más avanzado, representando el ala izquierda de la revolución democrática que se desarrollaba.
El carácter de clase
Es simplemente ridículo negar la necesidad del Partido en la realización de la lucha armada, como hace Fidel Castro (…). La negación del Partido es, en el fondo, una forma de oponerse a la hegemonía del proletariado en la revolución en beneficio de la pequeña-burguesía.
Comité Central del Partido Comunista de Brasil, enero de 1969, en “Guerra Popular, el camino de la lucha armada en Brasil”
De este osado proceso revolucionario que resultó en la victoria en 1º de enero de 1959, romantizado con aires de aventura juvenil, se desarrolló una serie de conclusiones que confundieron los sectores menos esclarecidos del movimiento popular y revolucionario a lo largo de muchos años.
El punto que inmediatamente fue bastante explotado por los que buscan atajos fáciles fue de que sería posible que un puñado de hombres, sin la dirección de un auténtico Partido Comunista, podría iniciar una guerrilla y, con la propia dinámica de los combates, movilizar las masas populares para posteriormente conquistar el poder. Así, Fidel Castro incentivó el revisionismo armado y todo tipo de oportunismo de “izquierda”, llevando a la derrota varias luchas revolucionarias en toda América Latina, aquí mismo en Brasil, siendo la más reciente con las Farc en Colombia.
Che Guevara aún intentó aplicar esa fórmula en Bolivia y pagó con la propia vida los equívocos de teorías que preconizan subestimar el papel de dirección del Partido Comunista como encarnación de la ideología científica del proletariado o de sustituirlo por “frentes de izquierda” u otros arreglos pequeño-burgueses.
Otro tortuoso legado del grupo de Castro fue la reivindicación de algunas reformas sociales de cuño democrático, como tratándose de transformaciones socialistas.
Las primeras acciones del gobierno revolucionario son auténticamente democráticas y antiimperialistas, como la democratización del acceso a la tierra, la nacionalización de las empresas extranjeras y una inversión en salud, educación y vivienda populares. Es de ese proceso inicial de carácter democrático-burgués de la Revolución Cubana que nacieron las más importantes conquistas para el pueblo cubano.
Lenin, al analizar la fase imperialista del capitalismo, la cual vivimos, afirmó que a partir de entonces está terminado el periodo de las revoluciones democráticas dirigidas por la burguesía y por la pequeña-burguesía, y se había iniciado la era de las Revoluciones Proletarias. Con eso Lenin afirmó que en un mundo repartido entre potencias imperialistas, ningún país semicolonial conseguiría desarrollarse de forma autónoma e independiente sin que hubiera una revolución democrático-burguesa conectada a la onda revolucionaria proletaria, iniciada con la osada Comuna de París, en 1871, pero principalmente triunfante con la Revolución Bolchevique de 1917 en Rusia.
Así, la lucha antiimperialista y anticolonial no puede vencer desenlazada de la lucha por la revolución proletaria mundial; necesita de la dirección del Partido Comunista para elevar del programa democrático y antiimperialista a la revolución ininterrumpida al socialismo, bajo el riesgo de que esas revoluciones caigan y sigan el bastón de mando de una u otra potencia imperialista.
La Revolución China, victoriosa 10 años antes de la Revolución Cubana, demostraba la validez de las tesis de Lenin a través de su aplicación concreta por el Presidente Mao Tsetung. En el país más populoso del mundo, en una encarnizada y prolongada lucha dirigida por el Partido Comunista, llevaba a cabo las transformaciones democráticas (principalmente la Revolución Agraria y la independencia nacional) pasando ininterrumpidamente a las transformaciones socialistas, que significaban la industrialización acelerada del país y la colectivización de la agricultura basadas en los propios esfuerzos y en la movilización de las masas.
Sin que se avanzase en las transformaciones socialistas que pudieran consolidar el poder político, las propias conquistas de la Revolución, como la independencia nacional y la Revolución Agraria, estarían amenazadas.
Un problema ideológico: el cambio de amo
Luego después de la tentativa de invasión de Cuba por tropas financiadas por USA, en 1961, Fidel hace una opción política e ideológica. Como forma de mantenerse fuera del área de influencia yanqui, escoge la dependencia a la URSS social-imperialista, ya en la época en pleno proceso de restablecimiento capitalista.
Factor decisivo para esta decisión fue la ausencia de la dirección proletaria revolucionaria para elevar la Revolución Cubana a un nuevo nivel, pasándola a la revolución socialista. Se aplica así la política de “cambio de amos”, o sea, dependencia de Cuba a un nuevo patrono, al dominio de otra potencia imperialista, el social-imperialismo soviético.
En ese proceso es formado una farsa de partido (denominado de “comunista”), para reproducir las formas políticas, ya bajo dirección revisionista de la URSS, que nada tiene más a ver con socialismo.
Se interrumpe cualquier proceso de desarrollo nacional, industrialización y colectivización de la agricultura, inclusive retrocediendo en importantes avances de los primeros años de la Revolución, para aplicar la política social-imperialista formulada por Brejnev de “división internacional del trabajo”. Cuba mantiene su economía proveedora de materia prima y monocultura a la URSS social-imperialista, retornando a la situación de colonia, en su forma semicolonial, de antes de la revolución.
Es importante entender que eso es el resultado lógico de una revolución democrática cuando no dirigida por el proletariado, a través de su Partido Comunista. En el caso particular de Cuba, ocurrió que, al sujetarse al social-imperialismo soviético, pasó a la dirección de la revolución el revisionismo, cuya cabeza del proceso fue Fidel Castro.
Ya para la camarilla revisionista que asaltó el poder en la URSS, Cuba sirvió como una importante base avanzada en su pugna con el imperialismo yanqui, y un contrapunto en el movimiento comunista internacional al protagonismo de los comunistas chinos, ya que el PCUS no motivaba el ímpeto revolucionario de los pueblos y, por otro lado, el “guerrillerismo errante” con fraseología castrista pudo ayudar a expandir la influencia social-imperialista soviética. Con la opción de Fidel Castro por el revisionismo soviético, el pueblo cubano perdió su soberanía y se paralizaron los avances sociales.
Negación de la lucha armada y cretinismo parlamentario
Cuba tiene alta responsabilidad en América porque fue una esperanza; pero tenemos que recordar muy bien lo que pasó en los años 70: Fidel Castro afirmó que la estrategia de la lucha armada había fracasado, buscando abandonarla, dejar lo que había incentivado y apoyado.
Presidente Gonzalo, jefatura del PCP y de la Revolución Peruana.
Luego después de incentivar el revisionismo armado, causando desgastes y capitulaciones ante las derrotas militares de los grupos guerrilleros, el propio Castro pasa a renegarla, tildando la lucha armada de “relativa y poco optativa”. Haciendo coro con la Perestroika, afirmó ser el peligro principal la “guerra nuclear”, que la bomba atómica impedía la victoria de la revolución y sostuvo esta tesis contrarrevolucionaria de que no hay diferencia entre los imperialistas y pueblos oprimidos, pues “estamos todos en el mismo barco”. Apunta como salida la vía del cretinismo parlamentario y de la legalidad subordinada a los viejos Estados, como había hecho recurrentemente con varios procesos en Centroamérica y con las Farc desde las décadas de 1980 y 1990, hasta el último día de su vida.
Bancarrota y lecciones a extraer
Con la bancarrota del revisionismo y el fin de la URSS social-imperialista, en la década de 1990, el pueblo cubano tuvo que enfrentar, sin el soborno de los revisionistas soviéticos dados a los dirigentes cubanos, el criminal bloqueo del imperialismo yanqui, contando sólo con tabaco y azúcar y dificultades colosales. Dificultades que no fueron superadas gracias a la decisión de la dirección cubana de servir de satélite a los revisionistas soviéticos.
La salida de Fidel para la crisis pos URSS fue una vez más la búsqueda por otras potencias imperialistas, llegando a los días de hoy con Raul teniendo que colocar las conquistas de la revolución de 1959, ya bastante debilitadas por el revisionismo de décadas, a merced del retorno a la sumisión nacional al imperialismo yanqui.
Aunque Fidel declarara después de la visita de Obama al país que Cuba “no necesitaba de presentes”, en una escenificación de mantener su posición anti-yanqui, no pudo encubrir la triste y deprimente escena de Raul erigiendo el brazo del representante imperialista como que diciendo “correcto, vosotros vencisteis”.
Así, Fidel, al contrario de representar los “problemas del socialismo”, como alardean toda la suerte de anticomunistas o la muerte de un comunista, representa la falta que hace el Partido Comunista, hoy marxista-leninista-maoísta, en cualquier proceso revolucionario para garantizar su propia victoria; representa el riesgo del revisionismo en la cabeza de la revolución democrática y las consecuencias de no avanzarse de esta para el socialismo; significa el fin de un ciclo de la historia de Cuba con el cual el revisionismo castrista, representado por el viejo régimen que él dirigió hasta su muerte, inevitablemente tendrá su colapso.