Acontecimiento rarísimo en la trayectoria milenaria de la tribu, que por sus tradiciones siempre valorizó la oralidad y nunca, o casi nunca, utilizó la escrita para hablar de sí misma, los guaraníes comienzan a publicar sus primeros libros con la memoria traída de los antepasados.
El movimiento de las aldeas por la divulgación de sus relatos, en lengua portuguesa o en ediciones bilingües, es encarado por ellas como lucha de resistencia contra las clases dominantes juruás (los "blancos", los no-indios), "que continúan forzando para que nos aculturemos cada vez más, olvidando nuestra identidad" como afirma Karai Tataendy (Adão Antunes), de las aldeas Morro dos Cavalos y Massiambu (SC).
Él es el autor del libro más reciente de su pueblo, lanzado pocas semanas atrás en Florianápolis, con el titulo Palabras do Xeramõi. "Xeramõi", en guaraní significa "mi abuelo", "mi antepasado", "mi ancestral".
Gran valor antropológico
La obra, con lenguaje accesible a todas las edades, contiene narrativas culturales, además de mitos inéditos, oídos de viejos indígenas y compilados por Karai Tataendy (Señor Llamas Brillantes). Habitante de la aldea de Massiambu y profesor en la vecina Morro dos Cavalos, él contó con la participación de alumnos de escuelas guaraníes catarinenses, que actuaron como sus auxiliares de investigación.
Ilustrado por la joven indígena Gennis Martins Timoteo, el texto no repite las leyendas comunes, como la del boitatá y otras, pero presenta historias desconocidas (o poco conocidas) por la sociedad Juruá, algunas de ellas antiquísimas, como las de la búsqueda del fuego y la peculiar visión guaraní sobre el elemento agua.
En Brasil existen pilas de libros con relatos hechos por la tribu, sin embargo la enorme mayoría fue escrita por autores no indígenas. Por eso la antropóloga Flavia de Mello, doctorada por la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC), resalta el valor de la obra de Karai Tataendy: "El trabajo de él tiene una gran importancia para la Antropología, porque se habla bastante de la mitología guaraní, pero casi nunca a partir de la perspectiva de ellos mismos".
Sabia táctica de defensa
Varios pueblos indígenas brasileños han escrito sus sagas históricas y textos leyendarios en las últimas décadas. Es el caso por ejemplo, de la colección Narradores indígenas, de tribus amazónicas, que hoy ya está con siete volúmenes publicados.
Sin embargo los guaraníes, que siempre sacralizaron la palabra hablada, veían la escrita con desconfianza. Por este motivo, en estos 500 años adoptando el silencio y también un sabio mecanismo de autodefensa llamado "Jekoré", buscaban resguardar sus "archivos", transmitiendo a los juruas muy poco o casi nada.
Las pilas de obras escritas por "blancos" revelan la enormidad de los conocimientos de esos indios, pues antropólogos como Dorothea Darella (UFSC) constatan que apenas una ínfima parte de los "archivos" fue abierta.
El jekoré que puede ser traducido como "desviar del asunto", "invertir la historia", "engañar", parece haber sido puesto en práctica desde los años de 1600, para escapar de los represivos interrogatorios de los padres jesuitas de las Misiones.
Cuenta Karaí Tataendy: "(En la época de las Misiones) los guaraníes tenían que practicar la religión católica. Muchas familias de guaraníes huían para la mata y se escondían bien en su interior para poder cantar y practicar su religión. Muchos padres interrogaban las personas (guaraníes) más viejas sobre su fe, pero ellos engañaban a los juruas y aplicaban el jekoré.
Más tarde, muchos antropólogos también fueron engañados por el jekoré."
Enfrentando "la fiera del capitalismo"
Hoy, aunque la táctica continúe valiendo, la sabiduría guaraní parece haber evaluado que es importante dar su propia versión de ciertos aspectos de su memoria ancestral, a través de la escrita.
Así, en estos años 2000, algunos libros redactados por ellos finalmente comenzaron a salir.
Olivio Jekupe, de la aldea Krucutu (SP) escribió algunos. Las aldeas de Espíritu Santo hicieron Os Tupinikim y Guaraní en la lucha por la tierra. Luiz Carlos Karaí Rodriguez publicó Masacre indígena guaraní, en San Pablo, en abril de 2007. En setiembre del mismo año, cinco indios de la aldea de Pico de Jaraguá lanzaron Nuestra vida tradicional y los días de hoy. Y ahora, 2008, Karaí Tataendy publicó el suyo en Santa Catarina.
Para Karaí , el motivo que lo llevó a escribir "fue que los juruás están invirtiendo nuestra historia cada vez más, y ellos hacen esta inversión con la finalidad de negar nuestros derechos".
Afirmó en las páginas finales de su obra: "Hoy vivimos en las márgenes de las carreteras, en pequeñas áreas, donde hay tacuara y otras fibras, haciendo nuestra artesanía, pero siempre cantando para Nhanderu y esperando por una tierra sin males. Cada hectárea de tierra, con una aldea formada por cuatro o cinco familias, se torna un pedacito de tierra sin mal. La mayor fiera que hemos enfrentado hasta hoy es la cultura opuesta a la nuestra, el capitalismo".
Soy su agua de ayer y de mañana
Rosana Bond
Cuando Adão (Karaí Tataendy) estaba terminando su libro, me mostró algunos capítulos. Leí en casa y en la primera visita a la aldea, apunté un trecho que me había interesado mucho.
Era el siguiente:
Cuando llovía, el agua corría por la orilla a través de las pajas de la cobertura de la casa, hecha de palmera y él (el abuelo, el xeramõi) recordaba de explicarnos sobre el agua:
— Lo que es también muy sagrado para nosotros es el agua, Yy.
El agua es como si fuese un vehículo de Nhanderuete. Como Nhanderuete está en todos los seres vivos, su manifestación también está en el agua.
Nhanderuete está en todo lugar, en todo el tiempo y el agua también está en todo lo que es vivo, en todo el tiempo.
El agua nunca aumenta ni disminuye. Desde que hubo seres vivos, el agua viene pasando de un ser para el otro. Hoy está en mi cuerpo, mañana estará en un árbol…
El agua que estaba en los nhaneramõi kuery (los abuelos, los antepasados guaraníes) a 500 años está en nosotros y en todos, hoy.
Le dije que aquellos pocos parágrafos, que mostraban la visión guaraní sobre el agua me habían impresionado bastante. Pero no sabía si había entendido correctamente. Este fue nuestro diálogo:
— Sr. Adão, ¿entonces los guaraníes ya tenían el conocimiento, científico, de que toda el agua del planeta, por millones de años, desde que la Tierra es la Tierra, siempre huvo la misma cantidad?
— Si Rosana. El agua nunca aumentó ni disminuyó, fue siempre la misma cantidad. Hasta hoy.
— No entendí bien porque usted dice que el agua va pasando de una cosa para la otra, hoy está en su cuerpo, mañana en un árbol.
— Es así mismo. Por eso que el guaraní respeta tanto el agua, diferente del Juruá. El guaraní sabe que el agua que está en su cuerpo (Obs.: sangre y todos los líquidos corporales) mañana podrá estar en un árbol, o en otra persona, o en un rio.
El agua somos todos nosotros, la tierra, el mar, y los animales, todo junto, todo hermano, todo hecho de la misma agua.
— ¡Qué cosa! ¡Nunca había pensado de esa manera1 ¿Quiere decir que, en ese entendimiento de los guaraníes, usted puede tener en el cuerpo hoy, un agua que estuvo en el cuerpo de su bisabuelo? ¿O entonces un agua que estuvo en las cataratas de Iguazú? ¿O en un elefante de África? ¿Y yo puedo tener en el cuerpo un agua que fue de un dinosaurio? ¿O el pis de mi escritor predilecto?
— Él rió.
— Es eso mismo. Usted Rosana, puede ser hoy, el agua que yo fui ayer. Y puede ser de nuevo mañana.
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