(NdelT este artículo fue publicado antes de la muerte del candidato Eduardo Campos, sin embargo fuera un cambio de nombres, los hechos analizados aquí no cambian en su esencia)
Con la proximidad de la fecha marcada para las elecciones en Brasil y los institutos de encuestas de los monopolios de comunicación alarmados con la propensión de gran parte del electorado a repudiar la farsa electoral, las siglas que componen el Partido Único, principalmente PT, PSDB y PSB, ensayan un jueguito de hacer de cuenta para, una vez más, atraer la atención del electorado para sus seudo diferencias.
Todo junto y mezclado
Las coligaciones, tanto a nivel nacional como estadual, son las pruebas cabales de esa condición de Partido Único que constituyen las diversas siglas. Sus diferencias no van más allá de los voraces intereses de grupos correspondientes a las oligarquías regionales y del afán de poder personal que distinguen las cúpulas de tales siglas. Ejemplo de esto es la situación patente del principal partido de sustentación de la gestión petista, el PMDB, que hará alianzas con la “oposición” en la mayoría de los estados. El mismo PMDB que, liderado por el actual vicepresidente Temer y candidato a la reelección, sirvió como uno de los principales sustentáculos para las privatizaciones del PSDB, bajo el mando de FHC, ahora entra en el proceso electoral con su convención obteniendo poco más del 50% de apoyo a la candidatura de Dilma, pues, su base carioca, liderando una rebelión nacional, ya hipotecó su amor a Aécio Neves del PSDB.
Vale destacar que figuras que colaboraron con el régimen militar como Sarney, Maluf y Delfim Netto, por ejemplo, sirvieron a griegos y troyanos dentro del Partido Único. Lo mismo aconteciendo con Henrique Meireles, el representante del sistema financiero internacional, que, afiliado al PSDB e indicado por sus amos, fue aceptado por los petistas para ocupar el Banco Central de Brasil. Este fue un ejemplo evidente de “lobo cuidando del gallinero”, ya que el FMI y el Banco Mundial querían asegurarse de que Luiz Inácio cumpliría al pie de la letra lo que había escrito en la “carta a los brasileños” de someterse a las directrices del imperialismo. Júntese a esta mezcla la figura de Fernando Collor, que después de cumplir pena de pérdida temporaria de sus derechos políticos, como resultado de su impeachment, del cual el PT fue uno de los principales articuladores, compone hoy su base aliada. Por su parte el PSB, que poco tiempo atrás integraba la gestión petista y que elogiaba tanto a Luiz Inácio cuanto a Dilma Rousseff, la base aliada de la gerente federal es casi la misma que dio sustentación al PSDB en la gestión de Cardoso. Y más, en São Paulo sirve como base aliada de Geraldo Alckmin, candidato a la reelección teniendo como vice un indicado por el PSB de Eduardo Campos y Marina Silva, fantaseados de tercera vía.
Finalmente, capítulos conocidos de la nauseabunda novela: la farsa electoral que da cobertura jurídica y legitimidad de “democracia” a la dictadura de grandes burgueses y latifundistas al servicio del imperialismo, principalmente yanqui.
Inventando “diferencias”
Es cada vez más percibida por el pueblo que las principales siglas del Partido Único tienen como punto de cohesión la política de subyugación nacional consubstanciada en la sumisión al imperialismo y en el mantenimiento de la semifeudalidad. Estas son las características del capitalismo burocrático implementado en el país que resulta en el dominio de la maquina estatal por los representantes del imperialismo, de la gran burguesía y del latifundio. Son los representantes de estos sectores que montan la farsa electoral a través de la financiación de las candidaturas, sea del ejecutivo sea del legislativo, que se someten y se comprometen con la defensa de sus intereses. Examínense los informes oficiales del STE (Superior Tribunal Electoral) sobre la prestación de cuentas de las varías siglas para constatarse que los financiadores son prácticamente los mismos. Esto acontece porque estos financiadores saben que cualquiera de los que se elijan cumplirá el programa mínimo del mantenimiento del mercado, de la subyugación nacional y de la semifeudalidad. De ahí que programáticamente las diferencias son cosméticas.
Llegado el periodo electoral es necesario crear el clima de rivalidad entre el partido azul y el rojo. Por los discursos pronunciados por los principales candidatos del Partido Único podremos ver que ellos se esmeran en apuntar diferencias entre ellos, haciéndolas de modo que aparezcan como contradicciones irreconciliables. Aécio Neves acusa el PT de corrupción y de desmontar del Plan Real que, como vimos, fue elaborado por el FMI y por el Banco Mundial, y para tanto propone un tsunami para barrer el petismo de la gestión del Estado. Luiz Inácio y su criatura Dilma Rousseff reafirman todos sus compromisos con el imperialismo, con la gran burguesa y con el latifundio, principalmente el agronegocio, y sobrevaloran la política de focalización de la pobreza orientada por el Banco Mundial, chantajeando los beneficiarios con la posibilidad de su suspensión, todo al viejo estilo de política de los coroneles.
Mientras tanto esconden la retirada de derechos conquistados por los trabajadores. Valiéndose de los insultos que la hinchada de ricos lanzó contra Dilma Rousseff en un partido de la Copa y de artículos de algunos periodistas de la prensa de los monopolios, los escoge como sus principales enemigos y desafectos proponiendo la seudopolaridad entre “ellos y nosotros”. O sea, pretenden con eso crear un discurso nuevo en las elecciones, queriendo con eso revivir los tiempos pasados cuando el PT tenía una militancia que iba para las calles y erguía su bandera roja. Esta fue sustituida por especialistas en márquetin y funcionarios contratados y regiamente pagados para levantar banderas verde y amarilla. Por su parte Eduardo Campos y Marina Silva buscan también una diferenciación con sus concurrentes encima de cuestiones superficiales, restringiéndose más al cuantitativo de que al cualitativo, proponiendo más de lo mismo, intentando robar los patrocinados de Aécio y de Dilma, afirmando que son más capaces de realizar sus intereses y de “modo sustentable”.
Sobre el cambio del carácter del Estado, el fin del latifundio, la independencia nacional y una real y nueva democracia para las masas, obviamente, ninguna palabra de ninguno de ellos además de los arrobos demagógicos propios de la farsa electoral.
Sólo la Revolución demarcará el campo entre nosotros y ellos
Al afirmar que no se combate el imperialismo sin simultáneamente combatir el oportunismo, Lenin tenía bien presente en idea de cuánto es nociva y deletérea la acción del oportunismo infiltrado en el campo del proletariado y del pueblo en general para hacer la política del imperialismo.
Hoy, más que nunca, el oportunismo juega todas sus fichas en la farsa electoral para mantener las masas encadenadas a esta vieja y falsa “democracia” de las clases dominantes. Levantar bien alto la bandera de la Revolución de Nueva Democracia, creando el instrumento para su implementación: el Partido Revolucionario. Difundir ampliamente el programa democrático de la revolución basado en la Revolución Agraria y Antiimperialista a ser implementado por el frente único de las clases oprimidas, basadas en la alianza obrero-campesina y dirigida por la clase obrera a través de su Partido Revolucionario.
Esa es la tarea que está colocada para la juventud combatiente de nuestro país y para todos aquellos históricamente empeñados en la transformación completa de las estructuras económicas, sociales, políticas y culturales de nuestra sociedad.
