2010 ciertamente representó un punto de inflexión en la historia de Río de Janeiro. El año que será recordado por la burguesía, por los ricos, como un periodo de abundancia; y por las masas, por los pobres, como una época de sufrimiento, pérdidas y, principalmente, de lucha.
Policiais da UPP do Borel impõem regime de terror na favela
En 2010, las clases dominantes y su viejo Estado orquestaron un intenso ataque al pueblo de la recientemente anunciada ciudad olímpica. Ataque marcado por la acción sincronizada de todas las esferas de la gestión política, municipal, con las remociones de varios barrios pobres y el choque de orden robando ambulantes y prendiendo habitantes de calles; en la esfera estadual, con la intensificación del exterminio de jóvenes pobres en varias favelas y la violenta militarización de otras por medio de las execrables UPP; y por fin, la gestión Dilma-Luiz Inácio, patrocinador de toda la barbarie.
¿Quién recuerda los titulares de los periódicos del primer día del año? Hace exactos doce meses, la prensa en el Brasil y en el mundo informaba sobre la lluvia de proporciones catastróficas que castigó las ciudades de Paraty y Angra dos Reis. Cuando caían las aguas, los ricos se exiliaban en sus mansiones, mientras los pobres luchaban por la supervivencia. En otra tragedia anunciada, en el primer día del año 46 personas murieron en la región de la Costa Verde, 14 solamente en el Morro da Carioca, en Angra. Los gerentes de turno y el monopolio de los medios de comunicación, listamente, culparon el pueblo pobre, los muertos y los heridos, omitiendo el abandono de esas regiones por el Estado y la inexistencia de una política de habitación que garantice viviendas dignas y seguras para esos trabajadores.
A la vez, el intendente de la capital, Eduardo Paes, anunciaba una inversión de 34 millones de reales en la adquisición de 400 cámaras de ‘seguridad’, armas ‘no-letales’ y torres de vigilancia para equipar la guardia municipal y atemorizar aún más los vendedores ambulantes, habitantes callejeros y otros pobres, ya bajo los ataques del choque de orden.
Ya a finales de enero, un coche de policía fue atacado en la región céntrica de Río y, rápidamente, el gobernador Sérgio Cabral y su secretario de seguridad José Mariano Beltrame respondieron con invasiones simultáneas de varias favelas de la ciudad. En la ocasión, habitantes de los morros Fallet y Fogueteiro entraron en contacto con nuestra redacción para denunciar que policías civiles estarían torturando habitantes exigiendo informaciones de los responsables por el ataque. Y así comenzaba uno de los más duros años para el pueblo pobre en Río de Janeiro.
Militarización en marcha
En el inicio de 2010 y final de 2009, la gestión estadual también intensificó su conocido proyecto de militarización de las favelas que ocupan espacio en las regiones nobles de la ciudad. En sólo tres meses — de diciembre de 2009 a marzo de 2010 — tres Unidades de Policía Pacificadora fueron instaladas en los morros Cantagalo/Pavão-Pavãozinho, Tabajaras y Providencia. En esos tres meses y durante todo el año de 2010, AND estuvo en las favelas militarizadas para oír los relatos indignados de habitantes abusados de todas las maneras por policías de las UPP. Saqueos, torturas, zurras, intimidaciones, persecución a los pequeños comerciantes y moto-taxistas, favorecimiento de monopolios en la distribución de gas y otros servicios, encarecimiento descomunal del coste de vida, fueron las denuncias más comunes durante el pasaje de nuestro equipo de reportaje por esas favelas.
Mientras tanto, el monopolio de los medios de comunicación mostraba al mundo las UPP como un ejemplo de proyecto social, fotos de niños jugando con policías; habitantes riendo y diciéndose satisfechos con la ocupación policial, todo para esconder la sórdida realidad por detrás de todo ese blablablá maquiavélico. Lo que no es dicho es que gran parte de los antiguos habitantes de esas favelas no gana más que dos salarios mínimos y, por eso, tuvieron que mudarse para otras favelas frente al encarecimiento del coste de vida. Barracas que antiguamente eran ocupadas por obreros, hoy están siendo compradas y reformadas, transformadas en restaurantes o divididos en cuartos para ser alquilados a extranjeros que quieren “aventurarse” en las favelas.
Durante el pasaje de nuestro equipo de reportaje por el Morro do Borel, recientemente, encontramos un ex-habitante del Cantagalo, con quien habíamos conversado en marzo de 2010. Él se quejó del inicio de la cobranza de tasas de luz, agua, internet e IPTU en su antiguo barrio y dijo que, por eso, se había mudado. Pero en junio, la UPP llegó al Borel y, nuevamente, el pobre trabajador se prepara para una nueva mudanza, esta vez, para la Baixada Fluminense.
Lluvia de negligencia
En abril, otro temporal alcanzó Río de Janeiro, esta vez la capital y municipalidades vecinas. Mientras los noticieros de la televición mostraban la zona Sur de Río debajo de agua, centenares de personas morían enterradas en los morros del Bumba, en Niterói, y Placeres, en Santa Tereza, región céntrica de la capital fluminense. En total, los deslizamientos de tierra causados por la lluvia dejaron 260 muertos, 59.852 desalojados y 10.837 desamparados y fueron la seña para el intendente Eduardo Paes anunciar la remoción de 9.633 viviendas, todas en barrios pobres, el equivalente a un área de 2.344.091 metros cuadrados.
Según Paes, su pretensión con las remociones masivas era evitar nuevos desastres. Sin embargo, el monopolio de los medios de comunicación no dijo que, tanto el intendente de Río, cuanto el de Niterói, Jorge Roberto da Silveira, ya habían sido avisados incontables veces de los riesgos de deslizamiento en las regiones alcanzadas y, aún así, ninguna obra de contención de laderas fue hecha en esas áreas por las administraciones de turno.
A partir de entonces, nuestro equipo acompañó paso a paso la movilización de varias favelas — entre ellas, Morro dos Placeres, Metro-Mangueira, Estradinha 1014, Laboriaux-Rocinha, Vila das Torres, Parque Madureira, Restinga, Vila Recreio y Vila Autódromo — para detener los obscuros planes de Eduardo Paes. Tras mucha lucha, con varias marchas, reuniones y asambleas colmadas, todas las favelas amenazadas por la municipalidad permanecen en sus debidos lugares.
Ya algunos de los habitantes del Morro do Bumba, en Niterói, dejaron sus casas, pero ganaron de la municipalidad, miserables tres cheques de 400 reales: el alquiler social. Una fachada de los demagogos de turno para decir al pueblo que remueve, pero acoge. Tras tres meses, acabaron los cheques y la mayoría de esas familias volvió a los abrigos instalados en cuarteles del ejército, transformados en depósitos de gente. Nueve meses después del desastre, esos campos de concentración continúan siendo la vivienda de centenares de familias que perdieron sus casas.
Y la masacre continúa
Mientras Eduardo Paes intentaba expulsar pobres de sus casas aquí y allá, Sérgio Cabral mandaba sus policías a las favelas para llevar a cabo el mismo terror de siempre, ahora incrementado por inversiones millonarias en la compra de helicópteros blindados, nuevos caveirões(vehículos policiales blindados), armas de grueso calibre y en la contratación de nuevos efectivos. Solamente el día 11 de junio en el Complejo de la Maré, en la favela Nova Holanda, seis personas fueron baleadas, entre ellas un padre, que cargaba el hijo en los brazos. Alcanzado en la cabeza, el playero Paulo Cardoso Batalha, 47 años, murió instantáneamente y su hijo de 5 años, Gabriel Batalha, tuvo los dedos de la mano izquierda amputados. Pero como siempre, el monopolio de los medios de comunicación notició la criminal acción de la policía como ‘una bien sucedida operación que dejó seis traficantes muertos’.
Al mes siguiente, AND publicó el conmovedor testimonio del comerciante y habitante del Morro do Cantagalo, André Luiz, de 34 años. Cathola, como es conocido, tiene como hobby componer sambas y correr maratones y aún siendo uno de los más queridos habitantes del Morro fue importunado por policías de la UPP mientras hacía una confraternización con las familias en su bar. El muchacho, según su relato, fue prendido arbitrariamente, torturado y baleado con un tiro de fusil en la espalda. Un mes después, un vídeo producido por vecinos mostraba el momento en que una señora acusó un cabo de la policía de haber efectuado el disparo que hirió André en la espalda. ‘¿Acertó en la espalda? ¡Tuvo suerte, porque era para acertar en la cabeza!’. Respondió el policía. El vídeo se encuentra disponible en el blog de la redacción de AND.
Pero no piensen que Cabral y Paes actúan aleatoriamente. En las favelas militarizadas, durante los meses de julio y agosto, varios bares fueron cerrados por no respetar el arbitrario toque de queda. Para eso, Cabral y Beltrame usaron el choque de orden de la municipalidad, que cerró varios establecimientos por falta de licencia. Lo que no es dicho es que las casas en las favelas del Río no poseen escritura, pues son posesiones por usucapión y, para conseguir una licencia y legalizar el funcionamiento de cualquier comercio, entre los documentos que el propietario necesita presentar a los órganos legales es la tal escritura. Un verdadero callejón sin salida. La mayoría de esos comerciantes también ya se mudó de las áreas militarizadas y, ahora, los nuevos propietarios, en un pase de mágica, están consiguiendo las licencias para reabrir los establecimientos.
Fin de año de lucha
Durante la campaña para la farsa electoral, obviamente, los enemigos del pueblo dieron una tregua. Pero lo que vino enseguida fueron consecutivos ataques en diferentes puntos de Río de Janeiro. Sólo dos días después de la segunda vuelta de las elecciones, obreros y perros de guardia de la municipalidad fueron a la Favela del Metro y allá permanecieron por tres días intentando expulsar los habitantes para el campo de concentración del proyecto Mi Casa, Mi Vida, en Vila Cosmos, a 60 kilómetros del local. Pero los enemigos del pueblo pararon en la heroica resistencia de los habitantes, que expulsaron los operarios de la municipalidad de la favela y, al día siguiente, promovieron una manifestación que contó con la presencia de líderes comunitarios de varias otras favelas amenazadas.
Días después, oficiales de justicia en la compañía de la tropa de choque de la PM fueron a Vargem Grande intentar remover la favela Vila Taboinha, que, según el proceso, ocupaba un área privada. El propietario abandonó el terreno 40 años atrás y el local pasó a servir de vivienda para más de 300 familias, que resistieron bravamente. Aún después de ser atacados por la policía, los habitantes permanecieron firmes en el camino de las tropas del Estado. A presidente de la asociación dijo: ‘Si quieren demoler las casas, van a tener que demoler con la gente dentro’. La acción de reintegración de posesión de las administraciones de turno fracasó y, semanas después, una medida cautelar garantizó la permanencia de Vila Taboinha en el local por tres meses más.
Aún con la victoria parcial de los habitantes de las favelas amenazadas de remoción, el año de 2010 reservaba aún una gigantesca operación militar. Tras una onda de ataques a coches, autobuses y cabinas de policía por las calles de la ciudad, las tropas del Estado fascista respondieron con baños de sangre que dejaron casi 40 muertos en varias favelas y barrios pobres. En el Complejo del Alemán — como muestra materia exclusiva en las páginas 10 y 11 de esta edición de AND — los bandidos huyeron — pero, las 14 favelas del Complejo fueron ocupadas por la policía de Cabral y Beltrame, que inició una verdadera ola de terror contra los habitantes, invadiendo y saqueando casas, agrediendo, humillando, torturando y ocultando cuerpos en la mata. Mientras tanto, las fábulas del monopolio de la prensa daban cuenta de una tal paz, después de una tal guerra, donde “el bien venció el mal”.
Una cosa es verdadera: la resistencia fue el justo camino recorrido por las masas de Río de Janeiro en 2010. Las clases dominantes, a través de su viejo Estado, intensificarán los ataques este nuevo año que comienza, en el cual las masas, los trabajadores pobres, en todos sus frentes de batalla, deben mantenerse atentos, organizados y dispuestos a responder a la altura la criminalización de su organización y a la ofensiva de los reaccionarios de turno al servicio del Estado.
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