En la apertura de la Agrishow, en Ribeirão Negro, el último día 29 de abril, Bolsonaro defendió que los latifundistas que asesinen quién invadir sus tierras no sean ni procesados y ni condenados por sus crímenes. Así como prometió enviar al Congreso un proyecto de ley que caracterice la lucha por la tierra como terrorista.
También anunció para los ladrones de las tierras públicas y de los campesinos pobres, los latifundistas, mas específicamente para los barones del agronegócio, que el seguro rural en su primer año de gobierno será de mil millones de reales (aumento de 125 %), así como pidió intereses menores de los préstamos contraídos por los latifundistas con el Banco de Brasil: más beneficios para estos parásitos que sólo exportan y no colocan un grano de alimento en el plato de los brasileños.
Antes, ya había renovado el privilegio de esos tiburones, con exención de 40 mil millones de impuestos de los insumos agrícolas, en su gran mayoría vendida por multinacionales cartelizadas.
En el discurso en la Agrishow, de concreto, nada de nuevo , sólo más de lo mismo , además de la defensa abierta del pistolerismo y del genocidio en el campo. Servil y descarado, dijo lo que piensa y lo que agradaría a los dueños de la fiesta.
Las multimillonarias exenciones de impuestos para los barones del agronegócio y las transnacionales de la agroindustria, junto con los multimillonarios intereses pagados a los banqueros y las remisiones de logros para el extranjero de las grandes empresas, nunca dejaron de ser practicadas por ningún gobierno que lo antecedió en los últimos 30 años, sólo para quedar en aquello de los que les gusta llenar la boca embelleciendo el tal “Estado Democrático de Derecho ” de esa vieja orden de explotación y opressão . Esto sí quebró el Brasil, y no los míseros gastos del Estado con salud, educación y jubilación, como proclaman a los cuatro vientos los que hoy planean el asalto a la Seguridad.
Impunidad para matar campesinos, indígenas, quilombolas, abogados, padres y militantes proletarios que luchan por tierra, pan, trabajo y justicia, tampoco es nuevo. Siempre fue así.
Tratar como terrorista la lucha consecuente del pueblo por derechos y reivindicaciones y la protesta popular contra los abusos e injusticias de este viejo Estado de latifundistas y grandes burgueses, la antecesora de Bolsonaro ya lo había hecho, después de las grandiosas rebeliones de la juventud de 2013 y 2014, con la Ley Antiterrorista. Y el imperialismo, principalmente norteamericano, ya opera con este mantra en el país desde el golpe civil-militar de 1964.
Lo que hay de nuevo en todo eso, siempre practicado y nunca hablado, es que vino de la boca del Presidente de la República, electo en verdad sólo con 30% de los votos de los brasileños en condiciones de votar, en las elecciones más desmoralizadas de todas las ediciones de la farsa electoral de los últimos 30 años.
Es para intentar salvar este brutal sistema de explotación y opresión de tiburones de la tierra y de las finanzas, serviles de los imperialistas norteamericanos, de su crisis agónica, en medio de la crisis general y mundial del imperialismo, que el genocida Estado putrefacto y en descomposición desencadenó su ofensiva reaccionaria preventiva contra el pueblo y contra el Brasil.
Quitando los bancos, ya que el imperialismo es la fase del capitalismo del predominio del capital monopolista financiero, ¡el mejor negocio del mundo es ser latifundista en Brasil! Roban las tierras públicas y particulares, practican trabajo esclavo, no pagan impuestos, tienen seguro contra perjuicio (logro garantizado) y pueden matar impunemente. Cuánto privilegio, absurdos, privilegios, cuánto liberalismo, cuanta “modernidad” y cuánto fascismo.
Con sus descaradas declaraciones, Bolsonaro, que disputa con los generales la forma de régimen de la contrarrevolución para salvar de su ruina el sistema de los sanguijuelas del pueblo y de la nación, proclama como mayor valentón el devaneo de terror del latifundio, de la grande burguesía y del imperialismo de ahogar en baños de sangre la secular y sagrada lucha por la tierra de los campesinos de nuestro país. ¡Va a fracasar!
Bolsonaro con sus declaraciones y provocaciones es sólo la punta del iceberg en Brasil del fascismo que está, otra vez, levantando la cabeza en todo el mundo. Bolsonaro está convocando sus seguidores fascistas, fanáticos y obscurantistas para incentivar la guerra civil al genocidio de los pobres en el país. Pero los campesinos de Brasil han luchado a lo largo de los siglos por un pedazo de tierra para plantar y crear sus familias y construir con sus hermanos obreros una nación y un Brasil Nuevo.
Como los indígenas masacrados en este país los campesinos lucharon en centenas de levantamientos armados y nunca pararon de luchar. El hecho de que las derrotas de estos siglos de luchas ocurran, ora por falta de condiciones objetivas y ora por falta de una dirección esclarecida, no los condena eternamente a la derrota. Muy al contrario, fue exactamente su persistencia en la lucha, a pesar de las derrotas y aprendiendo de ellas, que pudieron conocer el camino de la victoria. La reacción piensa que siempre derrotará las masas, pero los campesinos han aprendido mucho y lucharán, no según la provocación de sus enemigos jurados, pero a su modo, a su manera, y en el momento que mejor les convenga llevarán adelante fatalmente esa lucha con sus armas empuñadas.
¡Y para los campesinos, sobrevivir es conquistar un pedazo de tierra para trabajar!
¡Viva la sagrada lucha por la tierra!
¡Tierra para quién en ella vive y trabaja!