Concluido el palco para la escenificación de la farsa electoral 2010, como actores principales se presentaron Dilma Rousseff (PT, PCdoB, PMDB, PSB, PDT, et caterva), José Serra (PSDB, DEM y PPS) y Marina Silva (PV). Además como coadyuvantes, los de siempre José Maria del PSTU, Rui Pimenta del PCO, Ivan Pinheiro del PCB, del PSOL no más Heloísa Helena ahora Plínio Arruda, además de Eymael y Levi Fidelix.
El monopolio mediático, confirmando el carácter de las elecciones burguesas de antemano, ya decidió que la pugna será trabada por tres candidatos: Dilma Rousseff, José Serra y Marina Silva, pero, principalmente, por los dos primeros. Sus programas incorporan el núcleo común impuesto por el imperialismo, a través de las determinaciones del FMI, del Banco Mundial y de la OMC, motivo por el cual el trío recibió el papel de destaque en la escenificación. Los candidatos José Maria, Rui Pimenta, Ivan Pinheiro y Plínio Arruda, socialistas de boca y electoreros de hecho, acataron el llamado de hacer una punta en la farsa dirigida por la gran burguesía y por el latifundio bajo el patrocinio del imperialismo.
Una parcela considerable de la población ya identificó esta artimaña del imperialismo y proclama abiertamente su boicot a esa trampa. Existe, sin embargo, una parcela bien menor, pero no menos importante, que aún se deja llevar, no por el canto de sirenas burgués, pero por el proselitismo trotskista de enaltecer la importancia de participar de las elecciones burguesas. La justificación, unos la presentan como forma de propagandear un “programa socialista” que, en el ejercicio de su cretinismo electoral, se resume a meras propuestas liberales para amenizar la explotación capitalista. Otros, como principal forma de “acumulación de fuerzas” para una supuesta futura toma del poder vía “huelga general política”, “insurrección”…
Más avanzada y esclarecida que los oportunistas, una parcela de las masas que aún vota, pero lo hace de forma pragmática por no creer en candidaturas que prometen el paraíso a partir de disputa electoral bajo la suela de la burguesía. Y esto es tan verdadero que el número de votos de estos candidatos decrece de elección para elección, mientras que con el boicot acontece lo contrario. Ya el PT, PCdoB y PPS sólo ampliaron su base electoral después que colocaron de lado todo pudor y ética con que lustran sus fachadas y adoptaron de forma sistemática la misma práctica corrupta y engañadora de los partidos reaccionarios tradicionales. Y esto, independientemente de las modalidades y variaciones de socialismo que presentan sus programas y de las arengas de sus corifeos y militantes.
El pueblo no es bobo, mucho menos rechaza el socialismo. Acontece que él desconfía de la facilidad ofrecida por los oportunistas, pues por la dura vivencia, sabe muy bien que nada les cayó o caerá del cielo, habiendo sido las mínimas conquistas obtenidas solamente después de mucha lucha. Cosa que los oportunistas rechazan al profesar su legalismo y pacifismo pequeño-burgueses.
A los vendedores de ilusiones
La utilización o no del parlamento y participación o no en las elecciones burguesas no son cuestiones de principios para los comunistas, portando pertinentes a la esfera de la táctica. En este sentido, a lo largo de la historia del movimiento revolucionario, muchos partidos participaron de elecciones después de evaluación concreta de la correlación de fuerzas y con miras a objetivos tácticos a alcanzar.
Sin embargo, el proletariado revolucionario, a través de auténticos partidos comunistas que ha constituido históricamente en diferentes países, nunca olvidó el carácter de clase del Estado y de la democracia burgueses, donde el sufragio universal (las elecciones) es como afirmaba Engels, “un instrumento de dominación de la burguesía”. Sirviendo para enmascarar la condición dictatorial de la minoría sobre la mayoría. Tampoco los revolucionarios auténticamente marxistas nunca desconocieron que la burguesía atribuye un carácter universal a su democracia y una mistificadora condición al Estado bajo su dominio como un ente por encima de las clases, así como de su violencia reaccionaria: la democracia burguesa es dictadura de la minoría.
Siendo el problema fundamental la cuestión del poder, como afirmó Lenin, “Salvo el poder todo es ilusión”, las elecciones burguesas nunca fueron terreno de disputa de poder, aunque pudieran ser utilizadas como tribuna para revelar a las masas trabajadoras su carácter de clase y la necesidad de la revolución violenta para establecer una nueva sociedad. Pero esto era útil en la democracia burguesa de la época del capitalismo de libre competencia y no monopolista. En las condiciones de profundización de la dominación imperialista se hizo completamente insuficiente para definir cualquier situación a favor de las clases trabajadoras. Existe, pues, una cuestión estratégica, ya comprobada históricamente, que se coloca de forma impositiva: la de que la toma del poder para las clases trabajadoras sólo se verificó posible por la vía revolucionaria. El antagonismo de clases impone, para la liquidación de la dictadura de la minoría (vieja democracia) una ruptura completa, hasta ahora sólo posible vía violencia revolucionaria para el estabelecimiento de la dictadura de la mayoría (nueva democracia y democracia proletaria). La dictadura de la mayoría sobre la minoría es una necesidad histórica para posibilitar el proceso de desarrollo social rumbo a la sociedad sin clases.
Si por un lado el ensayo de la Comuna de París, la Revolución Rusa y de la Revolución China, para quedar en los tres más destacados acontecimientos de la revolución proletaria, estimularon a muchos a seguir la senda revolucionaria, por otro, las maquinaciones de la burguesía con sus procesos de cooptación e imposición de su ideología como ideología dominante, influenciaron amplios sectores de la pequeña burguesía y de la aristocracia obrera a llevar la lucha de las clases trabajadoras para dentro del parlamento burgués, conduciéndose por el descamino de las ilusiones electoreras.
Desde el inicio del siglo XX jefes de partidos obreros como Bernstein y Kautski pasaron a vender estas ilusiones. Ambos fueron contestados por Lenin que los desenmascaró como revisionistas, delante de la tentativa de excluir del marxismo su carácter revolucionario, o sea, su esencia. En su libro El Estado y la Revolución destacó que “… la necesidad de educar sistemáticamente las masas y precisamente en esta idea sobre la revolución violenta, está en la base de toda la doctrina de Marx y Engels”. Posteriormente Nikita Kruschov en la URSS, Togliatti en Italia, Thorez en Francia y Earl Browder en USA, recalentaron las mismas ideas revisionistas, recibiendo en esta oportunidad el combate cerrado del Partido Comunista de China bajo el mando de Mao Tsetung en la defensa de la vía revolucionaria.
Blablablá para incautos
Hoy, la vieja cantilena sobre la importancia de la participación en el parlamento burgués y en el proceso electoral es propagado por las corrientes trotskistas y otras corrientes degeneradas del marxismo. Estos oportunistas al servicio de la burguesía osan, inclusive, insinúan apoyarse en Lenin para defender su participación en la farsa electoral. Trafican con las afirmaciones de Lenin expuestas en su libro Izquierdismo enfermedad infantil del comunismo, en el cual defendía la combinación del trabajo legal con el trabajo ilegal en una fase en que la lucha de clases se caracterizaba por un auge de la revolución proletaria mundial, pero principalmente en la utilización del parlamento burgués en los periodos de ofensiva de la contrarrevolución y de derrota del movimiento de masas revolucionario. Lenin advertía a los que querían quemar etapas (oportunistas de “izquierda”) sobre los pasos necesarios para los que querían seguir el camino de los bolcheviques.
Ocurre que más de que nunca, el imperialismo usa el proceso electoral para justificar su farsa de democracia. Es patente la intervención del sistema financiero internacional y de las transnacionales en todas las elecciones realizadas por el mundo. Hechos recientes como las elecciones en el Irak y Afganistán, ocupados militarmente por los yanquis, y la elección en Honduras, después de un golpe militar, retratan bien la imposibilidad de alcanzarse la mínima democracia para las masas bajo gestiones de lacayos “electos” por estos procesos espurios. Pero, nada de eso disuade los oportunistas de su desiderátum de cohonestar la vieja burla burguesa.
Además, hablar de programa socialista y de ruptura con el imperialismo sin proponerse el único método posible para tal fin, la violencia revolucionaria, es de la más descarada hipocresía. Y, es esto lo que hacen los oportunistas coadyuvantes de la farsa electoral, como muestran tramos que extraemos de documentos divulgados en sus webs con sus propuestas para las elecciones 2010. Veamos algunos de esos primores:
“Nuestra candidatura presentó directrices que propone una clara ruptura con el imperialismo como precondición para que sean posibles medidas como empleo, salud y educación para toda la población. De esta forma, en vez de pagar la deuda pública a los grandes especuladores internacionales, por ejemplo, invertiríamos macizamente en servicios públicos y en la generación de empleos”. (PSTU)
“El objetivo del PCO, al lanzar candidatos en esta elección, es la de hacer de las elecciones una tribuna en defensa de las reivindicaciones de los trabajadores de la ciudad y del campo y de un programa socialista para transformar el país. (…) El Partido de la Causa Operaria decidió por el lanzamiento de las candidaturas para divulgar a los trabajadores y a la juventud un programa de lucha, socialista, en defensa de un gobierno obrero, que atienda a las reivindicaciones más sentidas de los trabajadores de la ciudad y del campo.” (PCO)
“El programa apunta para la construcción de una orden institucional y política propia de los trabajadores, capaz de impulsar la creación de una nueva cultura proletaria y popular y de contribuir para colocar el bloque proletario en movimiento en la lucha contra la orden conservadora. (…) La gobernabilidad, así, será garantizada por la movilización, por la creación de referencias claras, para los trabajadores, de esta nueva orden de cuño socialista, con cambios estructurales en el país, nuevas conquistas y formas activas de participación y de ejercicio colectivo del poder político”. (PCBrasilero)
“Plínio reafirmó que las candidaturas del PT, PSDB y PV representan la misma orden y que el PSOL quiere acabar con ella. ‘Somos la candidatura de la transgresión de la orden establecida’, destacó, recordando que el partido tiene en su programa de gobierno acciones que la burguesía no tiene el interés y ni coraje de plasmar, como la reforma agraria, de la educación y de la salud públicas; el fin a la criminalización de la pobreza y del movimiento de desindustrialización por el cual el país pasa; una reforma urbana que ataque la especulación inmobiliaria; y la reducción de la jornada de trabajo”. (PSOL)
Cómo se ve, sus “propuestas” muestran de forma bastante clara una misma retórica del engaño de las masas con promesas de reducción de jornada de trabajo, reforma agraria, no pago de las deudas externa e interna etc., todo ya pregonado por el “frente popular” lulista de donde vinieron. Escriben todo y hablan todo como si no existiera una estructura burocrático-militar guardiana de la vieja orden. Poco o nada importan los ejemplos dolorosos para las masas tales como los de Brasil con Jango, de Chile con Allende, de Indonesia con Sukarno, finalmente, en los cuales el reformismo y nacionalismo tacaños, las ilusiones legalistas, sólo resultaron en baños de sangre.
Bien al contrario, cada uno al modo que mejor le conviene, tratan de hacer la apología de “progresistas” a las gestiones del tipo Chávez, Morales y Correa, sin dudas más mediocres que los casos arriba referidos. En esto aún insisten en omitir que los mismos sólo llegaron a la gestión del viejo Estado burocrático-latifundista de sus países después de hacer fracasar procesos insurreccionales de las masas, a las cuales el criminal oportunismo logró desviarlas para el camino electorero, permitiéndoles cabalgar las masas en sus justos anhelos de cambios.
Pero esos son los huesos del oficio del oportunismo, ¡paciencia! No obstante el fracaso electoral de esa respetada gente en las sucesivas “elecciones” de los últimos 8 años, como antes, hoy y en el futuro, no es menos importante su participación avalando como democracia, ante el pueblo y la sociedad brasileña, esta vieja orden reaccionaria y putrefacta. De hecho, ¿puede haber algo más funcional al sistema y a su legitimación de que el aval de competición “democrática” a la farsa electoral? ¿Habrá algo más significativo de reconocimiento de las “razones” de nuestras clases dominantes que haber, al mismo tiempo, una “izquierda” en la oposición demarcando con “la otra” en la gestión de su Estado, ambas unidas en condenar y repeler los métodos y criterios revolucionarios?
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