En USA, hace décadas que un ejército de seudo-intelectuales, bancados por la nata del patronato y del capital financiero yanqui, dicta el ritmo de las bombas, de los tratados comerciales y del nivel de la tasa de interés. Quien decide son los intereses del capital financiero, pero quien elabora teóricamente son estos pensadores de alquiler con sus fórmulas para multiplicar el gran capital. Estos mercenarios de los informes, planes, y memorándums están diseminados por los poderosos think tanks*, grupos cuya fachada es la excelencia del pensamiento y de la investigación científica, pero que en realidad existen para servir al imperialismo.
Talvez el más importante de ellos sea el llamado Rand (Research and Development Corporation), fundado en el posguerra, en California, por la Fuerza Aérea de USA. Más tarde se tornaría una especie de universidad de las estrategias imperialistas, reuniendo científicos sociales, matemáticos, físicos, ingenieros y otros más en el esfuerzo permanente de pensar el futuro dominio yanqui en el mundo en los términos de costo y beneficio.
Es de Rand la autoría y la patente del método Delphi. Se trata de un método teórico de pesquisa multidisciplinar desarrollado en el inicio de la Guerra Fría originalmente para evaluar el impacto de la tecnología en las operaciones militares a través de las estadísticas, realización de previsiones y esbozo de pronósticos.
Hoy el método Delphi es aplicado para hilvanar desde estrategias de mercado de las grandes empresas hasta estrategias neocoloniales– lo que al final es lo mismo. El objetivo es siempre delinear el camino más corto y más eficiente para la dominación, a través de un intrincado trayecto de búsqueda de un consenso sobre una determinada cuestión entre especialistas de las más variadas áreas.
Una vez alcanzado el consenso, y a partir de él, las políticas y estrategias imperialistas van a ser llevadas a cabo. No es por acaso que el método lleva el nombre que tiene. Delphis es una referencia al Oráculo de Delfos, que, según la mitología griega, era el templo donde los poderosos del mundo antiguo consultaban las sacerdotisas a las cuales eran acreditados poderes de videncia.
Y es con esta “videncia” ofrecida a las administraciones nacionales que los monopolios buscan hoy para hacer de sus estrategias de mercado la propia política externa de las diferentes naciones. Obviamente, esto no se hace más bajo el signo del oscurantismo, sino, con las credenciales de los elaborados métodos estadísticos y de las modernas técnicas de gestión, ambos instrumentalizados contra las masas trabajadoras del mundo entero.
Se determina que hacer y qué no hacer con la pretensa autoridad de un academismo embustero, y bajo la falsa legitimidad de organizaciones bien pensantes aparentemente sin fines de lucro, pero cuyo objetivo final es exactamente crear las condiciones para la expansión de los mercados y la maximización de los lucros de quien la financia.
Antes de la invasión de Irak y de la deposición del presidente Saddam Hussein, en 2003, los principales think tanks norteamericanos hicieron cuentas a corto, medio y largo plazo, llegaron a un consenso sobre los costos inmediatos para los cofres públicos y los beneficios futuros para las compañías que los financian, y emitieron informes con la sentencia definitiva: había llegado la hora de bombardear.
Hoy en USA son aproximadamente mil y quinientos think tanks ocupándose de los más variados asuntos, desde la expansión de la OTAN hasta la política imperialista yanqui para Oriente Medio, pasando por la instalación de escudos anti- misiles en el Oeste Europeo y por la corrida imperialista en América Latina. Sus presupuestos anuales varían entre tres a 200 millones de dólares, y sus equipos de especialistas van desde pequeños grupos hasta 200 personas.
Fundación de esto, Instituto de aquello
A continuación, aquello que uno de estos thin tanks define como su misión, explicita su papel de estratega del gran capital, mostrando su naturaleza y sirviendo como ejemplo y síntesis de la razón de ser de estas fábricas de informes que sirven como línea maestra para las ofensivas del poder económico en todo el mundo, bajo el manto de las armas o de la Diplomacia.
Esta aquí la declaración de intenciones del Cato Institute:
“El Cato Institute, fundado en 1977, como una fundación de pesquisa de política pública, sin fines de lucro, busca ensanchar los parámetros del debate de la política pública para permitir análisis de los tradicionales principios americanos del gobierno limitado, libertad individual, mercados libres y paz. Para atingir esta meta, el instituto se esfuerza para conseguir un mayor envolvimiento del público en cuestiones políticas y sobre el propio papel del gobierno”.
“Ensanchar los parámetros del debate de política pública”, significa hacer lobby en pro de la instrumentalización de la administración pública para atender los objetivos de las grandes empresas privadas. “Gobierno limitado” quiere decir que el Estado solo debe intervenir en la realidad socioeconómica para punir los trabajadores insurgentes o para mudar las reglas del juego capitalista, siempre a favor de la burguesía. Por fin, cuando se oye o lee en think tanks hablando de “paz” que los yanquis tratan de llevar a Irak por ejemplo.
El Cato Institute tiene hasta un brazo en Brasil, llamado Orden Libre. Es una especie de subsidiaria en los trópicos, comandada por jóvenes y almidonados ejecutivos brasileños, formados en las escuelas de gestores más apreciadas por sus gurús yanquis, y siempre listos para cumplir la tarea que llena sus bolsillos de dinero y su dignidad de lama: la de enraizar la cultura empresarial y los intereses del capital en el seno de las administraciones públicas.
En 2002, el Departamento de Estado de USA dedicó un número entero de su revista oficial para rendir homenajes al “auxilio” que los think tanks le prestan. Ya en las primeras páginas, se publicó una citación que sirvió de epígrafe para el contenido en sí:
“Entre las diversas influencias en la formulación política de relaciones exteriores de USA, el papel de los think tanks está entre lo más importante y lo menos apreciado”.
Estaba, entonces justificada la homenaje y corregida la injusticia. En las páginas siguientes, el Departamento de Estado yanqui dio atención a algunos think tanks que operan en Latinoamérica, e hizo cuestión de citar, con orgullo, la Fundación Getulio Vargas.
Pero la FVG no está sola por aquí. Más o menos en los moldes que existen en USA, muchas de estas organizaciones hacen aquí el trabajo sucio de tratar de imponer las ideas anticientíficas del liberalismo burgués con la fuerza de la autoridad científica, siempre – o casi siempre– con la falsa coartada de que no tienen fines de lucro.
Estas son algunas de ellas: Instituto Futuro Brasil, Instituto Millenium, DNA Brasil, Casa das Garças, Centro Brasileño de Relaciones Internacionales (Cebri), Instituto de Estudios del Trabajo y Sociedad (Letis), Instituto de Estudios del Comercio y de Relaciones Internacionales (Icone), el viejo Centro Brasileño de Análisis y Planeamiento (Cebrap) y –¿Cómo olvidar? – el Instituto Fernando Henrique Cardoso.
Es simple. Cuando se esté ante estas personas que hablan en nombre del bienestar de todos, diciendo lo que es cierto y lo que es errado, es necesario saber que hablan apenas en su propio nombre, y de quién les paga.
Nota de la redacción: la traducción que parece apropiada para la expresión think tanks es incubadora de pensamiento.
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