La revista Examen divulgó en agosto pasado una investigación realizada por la revista Forbes, la cual apunta Dilma Rousseff como la tercera mujer más poderosa del mundo, tras Ângela Merkel y Hillary Clinton. La revista no informó la metodología para definir este ranking, lo que nos lleva la indagar: ¿Qué poderes Dilma Rousseff tiene?
Diferente de las dos representantes del imperialismo alemán y yanqui, autorizadas por la oligarquía financiera y por los monopolios a defender sus intereses en todas las instancias, a la gerente de nuestra semicolonia – que cuando de su elección manifestó espontáneamente su sumisión a la oligarquía financiera y a los monopolios –, sólo le resta el poder de administrar una pequeña parcela del presupuesto que no fue reservada para atender a los intereses de sus amos, con la imposición del superávit fiscal.
Falta, por lo tanto, coherencia a la declaración de Dilma cuando cuestionada por un periodista sobre una materia de la revista británica The Economist sugiriendo la exoneración del ministro Guido Mantega. Ella afirmó entre otras cosas que “en hipótesis alguna el gobierno brasileño electo por el voto directo va a ser influenciado por la opinión de una revista que no sea brasileña”, como si su elección no hubiera tenido el peso decisivo de la oligarquía financiera y de los monopolios internacionales que usan la revista The Economist como un canal de expresión de su pensamiento.
Los verdaderos poderosos
La lista de las 50 mayores empresas con actuación en Brasil, divulgada por la misma revista Examen, en julio de 2011, en la sección Mejores y Mayores, presenta un resultado de 30 empresas controladas por extranjeros contra 20 controladas por brasileños, entre estas, “estatales” con acciones en la bolsa de Nueva York, como la Petrobrás y empresas privadas también de capital abierto. Considerando las 15 mayores, tenemos el resultado de 9 extranjeras (Volkswagen, Fiat, Ambev, Shell, Vivo, Telefonica, General Motors, Tim y Pão de Azúcar) contra seis brasileñas. Entre las empresas comerciales, en la lista de las 50 mayores, 18 son controladas por extranjeros. Cuando se trata de las 10 mayores del comercio, 7 son controladas por extranjeros (Shell, Pão de Azúcar, Walmart, Carrefour, Atacadão, ADM y Casas Bahia). En la esfera del agronegócio, de las 50 mayores, por lo menos 20 son controladas por extranjeros con destaque para Bunge Alimentos, Cargill, ADM, Unilever, Louis Dreyfus, Basf, Sousa Cruz, Nestlé y Bayer.
Estas empresas, cuyo capital está entrelazado con el capital de los mayores bancos del mundo controlados por un puñado de 200 familias de parásitos, tiene su comando centralizado en sus matrices. Es allá que toman la decisión de donde invertir, cuando invertir y cuánto invertir y, es allá, también, que definen la tasa de logro que pretenden arrancar de cada semicolonia. Tomada la decisión, su implementación es hecha a través de la corrupción practicada por los “lobbies” junto al parlamento y las financiaciones de campañas electorales en todos los niveles. Y, confirmando el viejo dictado que dice que “quién paga la banda escoge la música” estas empresas reciben como retorno vultuosos préstamos del BNDES, renuncia fiscal, legislación favorable a exenciones y eliminación de cualquier barrera a sus productos, además de otros agrados.
Los poderes de la gestión de turno
A los gerentes de las colonias y semicolonias les son otorgados poderes para el mantenimiento de la orden imperialista. Después de la crisis desencadenada a partir de 2008, la orden exige la intensificación de la explotación a través de la ampliación de las transferencias de recursos para cubrir el déficit en el cofre de los monopolios, como resultado de la inexorable ley de la tendencia decreciente de la tasa de logros, y de los bancos después de la crisis de 2008.
A finales de noviembre, el IBGE informó que la economía brasileña creció 0,6% en el tercer trimestre ante el segundo trimestre, apuntando para el cierre del año con un crecimiento de poco más del 1%. La prensa de los monopolios se encargó de alardear la gran frustración de todos los analistas tanto del mercado como del gobierno. Esto, a pesar de que en el transcurso del año, aquella expectativa de crecimiento del 4% a 5% viniera siendo reducida a cada balance presentado por el IBGE.
Combinada con esta frustración, vino la decepción con la reducción de la inversión. El tercer trimestre de 2012 fue el quinto consecutivo en que la inversión presenta caída constante.
Es probable que los analistas hubiesen evitado tal frustración y tal decepción, si no hubiesen embarcado en la cantilena de Luiz Inácio, de que la crisis en los países sede de las matrices de las transnacionales repercutiría en sus filiales como una “olita” y, más, que el Estado podría apalancar el crecimiento contando sólo con la sobra de migajas del presupuesto.
Una prueba patente de la falta de autonomía de la gerente Rousseff fue el anuncio demagógico hecho pocos días antes de las elecciones municipales de que las tarifas de la energía eléctrica caerían en media 20%. Aún negociando ventajas para las empresas de distribución de energía, ellas se rechazaron a desistir de sus super lucros en el país que tiene el menor coste de generación de energía eléctrica y la mayor cuenta para el consumidor.
Otra cuestión que compone el cuadro de estagnación de la economía brasileña es que el empresariado local no aumenta sus inversiones si la gestión no toma medidas concretas para proteger su industria y minimizar el proceso de desindustrialización en curso en el país. Lo que hemos testificado en larga escala es que sin condiciones de competir con equipamientos asiáticos, esas empresas cortan producción para intentar sobrevivir, importando los mismos productos asiáticos. El efecto de todo eso es la disminución del nivel de empleo en el sector, además de la crisis en el sector de producción de bienes de capital. Y ese empresariado local y el extranjero quiere más, exigen más cortes en los derechos laborales, lo que Luiz Inácio no terminó de hacer y que se cobra de Dilma dar. Por los compromisos asumidos, Dilma Rousseff no tiene poder para revertir el cuadro de declinación de la economía.
Le resta solamente mitad del mandato y, fuera el poder de reprender los miembros de su equipo y de recurrir a los viajes internacionales con la pretensa y ridícula ilusión de convencer sus amos de algo que no pueden y ni quieren hacer, poco poder le sobra, ni aún más el de distribuir limosnas. Imposibilitada de cumplir su promesa de acabar con la pobreza absoluta, ella ya recibe críticas hasta de los círculos petistas como en el artículo escrito por André Singer para la Folha de São Paulo, en el cual afirma que “Para disminuir la diferencia entre una cosa y otra, el Ejecutivo disminuyó las metas, lo que produce efecto estadístico engañoso. En mayo de 2011, adoptó el objetivo de combatir la ‘pobreza extrema’, que se define por ingreso monetario cuyo techo es la mitad de aquel puesto por la ‘pobreza absoluta’. Se disminuyó, por lo tanto, de manera expresiva el número de individuos comprendidos por la categoría.”.
Cambiar radicalmente el país
En la edición de número 96 de AND hicimos la defensa de la necesidad de la revolución democrática en el Brasil, capaz de asegurarle la soberanía y Poder popular necesarios para garantizar al pueblo aquello que él verdaderamente merece. Esto, porque “Cómo nada cae del cielo y como las clases dominantes no renuncian de un milímetro siquiera de su ganancia ni de su vieja democracia que, para el pueblo siempre fue una feroz dictadura, solamente un proceso revolucionario creciente y vigoroso podrá conquistar una Nueva Democracia, que traiga en su esencia profundas transformaciones en la política, en la economía y en la cultura del país”.
Por lo tanto, ninguna de estas gestiones, conformados a partir de la farsa electoral como gobiernos de turno del imperialismo y de las clases dominantes locales, pueden implementar estos cambios. Sólo, como concluye el artículo citado, la “Asamblea del Poder Popular [surgida de la Revolución de Nueva Democracia] ejercerá el Poder Nuevo de forma soberana, asumiendo todos los recursos de la nación para colocarlos al servicio del pueblo y de la solidaridad internacional con otros pueblos, poniendo fin al secular derramamiento de la riqueza nacional para las arcas del colonialismo y del imperialismo”.
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