La crisis económica ya causó enormes estragos para los activos de la mayoría de las grandes empresas capitalistas, en Brasil y en el exterior. Las que realmente ya fueron alcanzadas en lleno por la agonía de la economía imperialista no hesitan en intentar repasar sus perjuicios para los trabajadores, cortando salarios, suspendiendo contratos y mandando miles para la fila del desempleo. Pero hay también quién se aproveche del alarmismo con la crisis, y de la consecuente inestabilidad entre el proletariado, para intentar instaurar formas más acentuadas de explotación.
Para eso, el poder económico y el político cuentan con la inestimable colaboración de sindicatos y sindicalistas, que en vez de exigir medidas identificadas con los anhelos del proletariado, siembran el divisionismo e intentan ayudar al patronato a obtener logros más fáciles a cuesta de la precarización generalizada de las condiciones de trabajo.
La crónica diaria del poder económico apenas esconde la alegría a cada vultuosa cuantía liberada por los estados burgueses para los suyos. Sí, los tiempos son de crisis, pero son también de farra de los paquetes de socorro. Como el pueblo ya está cansado de oír y de saber, son dos las justificaciones que los gobernantes vienen presentando para este sin fin de repases vultuosos de dinero público para compañías privadas: no dejar la economía capitalista caer y salvar los empleos de la población. Mentira. La realidad es exactamente al contrario: las fortunas que los gerentes políticos del mundo entero, de Obama a Luiz Inácio, vienen repasando a los capitalistas que les cabe socorrer son siempre vinculados a los llamados planes de reestructuración, lo que en la práctica significa desempleo.
Funciona así: una empresa o sector entero de la economía llega a la Casa Branca o al Palacio do Planalto de sombrero en la mano, alegando que la crisis los sorprendió de lleno, y que sin una inyección de dinero público tendrán que cerrar las puertas, perjudicando clientes y colocando miles de trabajadores sumariamente en la calle; son atendidas inmediatamente, pero no sin que se haga la trapaza de transformar el deseo de los patrones de tener libertad para dimitir en la propia condición para la ayuda financiera. En suma, el patronato y los accionistas matan dos conejos con una sola pedrada, capitalizándose con impuestos pagados por los trabajadores al mismo tiempo que ganan el derecho de privar los trabajadores de sus empleos – y aún posan de buenos cumplidores de las exigencias que el Estado impone a empresas responsables, que actúan al servicio de la Nación.
Es exactamente este el guión que aún está para ser finalizado en el USA en relación a las empresas del sector automovilístico. A finales del año pasado los ejecutivos-jefes de las llamadas tres grandes de Detroit – General Motors, Ford y Chrysler – fueron a Washington llorar miseria a bordo de tres jets particulares, uno para cada uno. Entonces al frente de la administración yanqui, Bush les concedió US$ 17.400 millones. Ahora, ya con Obama, las montadoras vuelven a la carga, pidiendo más US$ 21.600 millones. Ellas alegan estar al borde de la insolvencia. En contrapartida, por así decir, anunciaron que van a dimitir nada menos de que 50 mil empleados. Sólo la GM va a despedir 47 mil personas en todo el mundo y cerrar cinco de sus fábricas en el USA. Y es sólo el comienzo.
Peleguismo* sin precedentes
Mientras tanto, el Sindicato de los Metalúrgicos del sector automovilístico, infectado de pelegos, hace su parte para tornar aún más fácil la vida del capital, costurando acuerdos donde los beneficiarios son los patrones, y no los trabajadores. La última del United Auto Workers fue presentar, como una victoria, un acierto para la reducción de las jubilaciones de sus representados! Pero, como la clase trabajadora de Brasil sabe bien, sindicatos tomados de asalto por pelegos y oportunistas no es una exclusividad del hemisferio norte. Hoy en día, la mayoría de las centrales de allá y de acá trabajan para desvirtuar la naturaleza del sindicalismo, haciendo el juego de las clases dominantes e intentando minar los intereses de la clase obrera en las discusiones en las fábricas. Por un lado, abandonaron la defensa intransigente del empleo y del salario; por otro, dejaron de ser norteados por la superación del régimen de explotación de las masas trabajadoras.
En el Brasil en crisis, algunos representantes honrados del Ministerio Público están necesitando hacer el papel de los sindicatos, tamaño es el descaramiento con que los sindicatos vienen contribuyendo con los patrones. A finales de enero el MP de São Paulo llegó a emitir seis notificaciones a las centrales sindicales del estado exigiendo que se respetaran las leyes laborales, tan duramente conquistadas en una larga historia de enfrentamiento con el capital. Conquistas que ahora la Fiesp (Federación de las Industrias del estado de São Paulo) y la Fuerza Sindical pretenden fingir que no existen al costurar acuerdos excusos que en nada interesan al proletariado paulista.
La entrada del Ministerio Público en la jugada no quiere decir necesariamente que los procuradores entraron de cabeza del lado de los trabajadores en la lucha de clases; pero demuestra como empresas y sindicatos pelegos vienen pasando por cima incluso de lo que la Constitución Federal, preparada y sancionada por la oligarquía del país, reza claramente en cuestión de reducción de jornada y de salarios. La ley nº 4.923, inscrita en el artículo 7º, inciso 6 de la carta constitucional burguesa, prevé que ambos – jornada y salarios – pueden ser reducidos en hasta 25% y por hasta 3 meses, y sólo en casos en los cuales la empresa prueba que está en reales dificultades financieras. A pesar de esta facilidad para el capital, el movimiento laboral brasileño consiguió insertar en el texto de la ley que todo esto necesita antes ser aprobado por asamblea de trabajadores.
Nada de eso es mínimamente respetado. Lo que viene siendo preparado en las reuniones que se suceden entre la Fiesp y la Fuerza Sindical es el llamado acuerdo paragua, que permitirá a las empresas paulistas reducir salarios de forma amplia, generalizada, sin la necesidad de consulta a los trabajadores de cada empresa específica. En resumen: un escándalo.
En Minas Gerais, el Ministerio Público del Trabajo quiere obligar a la Vale a reponer 50% de los salarios de todos los trabajadores incluidos en un acuerdo tramposo acertado con sindicatos vendidos. Según el arreglo patrones-pelegos, 38 mil personas tuvieron sus remuneraciones cortadas por la mitad, en una licencia (mal) remunerada cuya contrapartida es la promesa de que nadie será dimitido. La Vale llega a admitir que no tiene perjuicio alguno, diciendo que se trata sólo de medida preventiva. Es una afronta, un chantaje sin límites que ni aún nuestro sistema legal antiproletário fue capaz de prever, una prueba de que las representaciones sindicales andan simplemente firmando debajo en los decretos que vienen de las gerencias.
Y los patrones agradecen a los sindicatos…
Los trabajadores necesitan rechazar y desmentir líderes sindicales oportunistas que andan por ahí diciendo que vale todo para mantener los empleos. Lo que estos pelegos quieren es amparar la semiesclavitud. Ellos transbordan hipocresía, dando entrevistas en tono triunfal, y teniendo la caradura de presentar acuerdos inútiles – programas de despido voluntario, descanso en la semana de carnaval y anticipaciones de parcelas del aguinaldo – como victorias incontestables de la clase trabajadora, esto en el momento en que las masas necesitan movilizarse y luchar contra las tentativas del poder económico de imponer la precarización sin límites.
A finales de febrero la Fuerza Sindical alardeó a los cuatro vientos que había conseguido doblar la poderosa Febraban, la Federación Brasileña de Bancos. Motivo: los banqueros habrían aceptado bajar los gravámenes del préstamo consignado, aquel descontado directamente en el salario, para los trabajadores que tengan los salarios reducidos o suspensos a causa de aciertos de la propia Fuerza con el patronato industrial. Acontece que la tal flexibilización del consignado consiste sólo en una reducción del porcentual de la parcela del préstamo, para acompañar la reducción del porcentual del salario. Lo que la Fuerza y la Febraban no hicieron cuestión alguna de resaltar es que todo lo que sea descontado será cobrado más adelante, en el valor integral, al final del plazo para la parcelación.
Así funcionan nuestras centrales sindicales, incapaces e indispuestas a colocar el patronato contra la pared, respaldando el corte de salarios a pesar de las conquistas pasadas y presentes y bajando la cabeza para el juego por el capital financiero, que mantiene o aumenta los intereses de sus servicios no importando, por ejemplo, la disminución de la tasa Selic. El presidente de la Fuerza Sindical, el pelego-mayor Paulinho, comentó así las acciones de la gerencia petista, como la posibilidad del gobierno usar recursos públicos del Fondo de Amparo al Trabajador para completar los salarios que las empresas deberían pagar: “Son positivas, en la medida en que el gobierno abre alguna posibilidad de mantener los recursos de los trabajadores, que han perdido poder adquisitivo en esa coyuntura”.
Por esas y otras, la actuación de centrales como CUT y Fuerza Sindical avergüenza el pueblo brasileño, y dejan los poderosos orgullosos. El mismo día en que los periódicos informaban con entusiasmo un sin número de acuerdos lesivos a los trabajadores que estaban para ser firmados entre las centrales y entidades patronales, el presidente del Instituto Brasileño de Relaciones de Empleo y Salario (Ibret), salió por ahí diciendo que los sindicatos están más maduros, apenas conteniendo el entusiasmo con el peleguismo cada vez más incrustado en el medio sindical: “Las relaciones entre los sindicatos y empresas se consolidaron. Hoy el sindicalismo brasileño es suficientemente maduro para saber con qué empresa y qué tipo de acuerdo puede ser cerrado, y las empresas ven los sindicatos como agentes que facilitan la negociación con los operarios”.
Sí, los más maduros facilitaron, por ejemplo, la vida de los dueños de una fábrica localizada en la región de Catanduva y Jaboticabal, en el interior de São Paulo, que tuvieron el aval de sindicatos de trabajadores rurales y de transportes para suspender los contratos de 347 empleados. La gerente de recursos humanos de la fábrica vino a público a saludar el peleguismo: El apoyo de los sindicatos fue fundamental para convencer los trabajadores.
Es a este punto que llegó el descaramiento de quien dice defender el interés del pueblo.
Luiz Inácio lleva patrones para viaje de negocios a Nueva York
Mientras tanto, ¿qué ha hecho Luiz Inácio, el mayor de todos los traidores del proletariado brasileño? Actualmente, anda entretenido con el incremento del entreguismo. El día 16 de marzo él protagoniza un seminario internacional sobre Brasil en el Hotel Plaza, uno de los más lujosos de la ciudad de Nueva York, en el USA.
El objetivo es invitar al gran capital internacional para depredar el país, sin amarras, sin límites, y vender todo que pueda ser negociado a las prisas en medio a la crisis, de la mano de obra a la infraestructura. Son 250 inversores y ejecutivos-jefes de empresas multinacionales invitados a ver lo que la nata de la gerencia brasileña ha de ofrecer. Sí, Lula irá acompañado del banquero Henrique Meirelles y de los ministros Guido Mantega, de la Hacienda, y Dilma Roussef, de la Casa Civil y de la sucesión presidencial, además del canciller Celso Amorim.
Pero es claro que la élite del patronato nacional no perderá el picnic. Estarán allá Roberto Setúbal, del Itaú, Roger Agnelli, de la Vale, y Marcelo Odebrecht, de la propia. Es para ellos, finalmente, que se promueve este tipo de oportunidad apadrinada por el Estado burgués.
Mientras tanto, el pueblo va pagando el pato, con despidos, altos intereses y endeudamiento estimulado por la propia gerencia petista. A finales del año pasado, hubo una campaña oficial en la televisión para decir al pueblo que si él no comprase cocinas y heladeras nuevas, el padre de familia acabaría en la calle. El objetivo declarado del gobierno era mantener en pie la industria. El patronato industrial y los minoristas lucraron más de lo que se preveía, pero el número de CPFs inscritos en los servicios de protección al crédito está próximo a explotar. Cuánto a la preservación de los empleos, ni se habla…
Es contra todas estas adversidades, y en medio a condiciones tan precarias de movilización y de lucha, que los trabajadores vienen resistiendo con bravura, con un ojo en sus necesidades inmediatas, y con el otro en la superación definitiva de toda esta injusticia.
Y no es sólo por aquí que las masas parecen dispuestas al enfrentamiento, a despecho de los sindicatos vendidos y de las amenazas, veladas o abiertas, de represión y desempleo. Los dirigentes de la Europa del capital, por ejemplo, ya aumentaron su atención en relación a las crecientes señales de insurrección popular. Están alarmados con la onda de protestas que barre el continente, de Lisboa a Varsovia. Las élites económicas y políticas ya se sienten acosadas por las movilizaciones populares en países como Francia, España, Gran Bretaña y Alemania.
En USA, Barack Obama anunció un llamado paquete de socorro a los mutuarios en el valor de US$ 275 millones, y fue inmediatamente saludado como padre de los pobres. Acontece que, de este total, US$ 200 millones serán usados para comprar acciones de empresas de hipotecas en falencia, y quién la administración yanqui considerar que compró casas por encima de sus posibilidades no verá el color del dinero. ¿Sobró alguien para ser socorrido?
*Pelego: En Brasil nombre dado a aquel "líder" sindical o político que tiene la función de amortiguar, distraer y traicionar la lucha de sus representados. Trabaja disimuladamente contra los intereses de los trabajadores.
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