En 1851, Karl Marx escribió que la lucha de clases creaba condiciones para que personajes mediocres y grotescos posaran de héroes.
Marx hablaba de Napoleón, pero es a ese esfuerzo de falsificación de la historia que hoy se dedica el Comité Nobel, este colectivo de cinco viejos demagogos de profesión cuya atribución primordial es escoger todos los años a quién se destina la honraría más hipócrita del planeta, en cuyo rol de ganadores están muchos oportunistas, conciliadores, capitulantes, señores de la guerra, contrarrevolucionarios, cabezas del imperialismo y belicistas y sanguinarios de toda clase. Al laurear Obama, el comité reconoce el valor que la nueva doctrina yanqui de maquillar la ferocidad del imperialismo para las semicolonias, en vez de exhibirla, tiene para los esfuerzos reaccionarios de aplacamiento de la furia de los pueblos oprimidos alrededor del mundo. Nada de nuevo en el front.
Desde la entrega del primer premio Nobel de la Paz, en 1901, cuatro jefes yanquis fueron escogidos para llevar la distinción. Theodore Roosevelt fue homenajeado en 1906, después que inauguró la doctrina del "Gran garrote" para América Latina y de añadir el Corolario Roosevelt a la Doctrina Monroe, mediante lo cual pretendía decretar que USA era la única potencia capitalista con derecho de intervenir en la región. En 1919, fue la vez de Woodrow Wilson ser escogido después de ordenar la invasión de Haití y de imponer a Nicaragua el Tratado Bryan-Chamorro, que preveía la cesión de tierras nicaragüenses a USA para la construcción de un canal que disminuiría la distancia entre Nueva York y San Francisco y después de idealizar la Liga de las Naciones, institución de la vieja orden imperialista, predecesora de la ONU.
En 2002, fue la vez de Jimmy Carter ganar el Nobel de la Paz, 21 años después de haber dejado la autoridad del imperialismo yanqui, por sus esfuerzos en favor de la diplomacia de caballeros entre las potencias imperialistas y por promover cómo pocos el embaucamiento demagógico de los "derechos humanos" entre explotados y explotadores. Entre Wilson y Carter, hubo espacio para Henry Kissinger, Secretario de Estado de la administración Richard Nixon, ser premiado en 1973. Entre los servicios prestados por Kissinger que justificaron el premio están el asesinato del presidente Salvador Allende el mismísimo año en que recibió la honraría sueca y la subsiguiente sustentación de USA a la dictadura del general Augusto Pinochet.
Cuanto a Obama, el Comité Nobel justificó su elección por "su extraordinario esfuerzo para fortalecer la diplomacia y la cooperación internacional".
Pocas semanas antes de ser laureado con el Nobel de la Paz, Obama decidió enviar 40 mil nuevos soldados para reforzar el contingente invasor en Afganistán. Su secretario de Defensa mantenido de la administración Bush, Robert Gates, anunció que en los próximos tres años otros 22 mil nuevos militares al servicio del imperialismo deberán desembarcar en Asia Central. A pedido de Obama, el Congreso yanqui acaba de destinar 80 mil millones de dólares más para financiar las ocupaciones criminales y la secuencia de los genocidios emprendidos por USA en Irak y en Afganistán. La secretaria de Estado del "pacifista" Obama también acaba de anunciar ayuda militar a Georgia, auxiliando a hacer redoblar los tambores de la guerra en el Cáucaso el mismo día en que Moscú avisó que utilizará armas atómicas en conflictos regionales. Este es el tipo de paz que Obama viene promoviendo en el mundo: la silenciosa e imperturbable paz de los cementerios.
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