El Financial Times, en 19/10/2009, dijo que Brasil es la potencia del Siglo XXI a ser observada. Dos días después, comentando el IOF del 2% sobre el ingreso de capitales extranjeros, el mismo periódico sostiene que eso es consecuencia del "éxito" de Brasil. El aspecto más engañoso de estas evaluaciones es la suposición de que el capital extranjero pueda ser benéfico para el País.
La prensa vinculada al establishment oligárquico no para de exaltar el desempeño de Brasil. No es novedad que elogien, siempre que bancos y transnacionales reciban todas las facilidades y subsidios para apropiarse de las riquezas del País.
Además, están atentos en el petróleo del pre-sal. La industria brasileña comenzó a ser liquidada, en 1954, por medio del golpe udenista-militar que, por la segunda y definitiva vez, alejó el presidente Getúlio Vargas. Días después del golpe fueron creadas ventajas absurdas en favor del capital extranjero. JK no sólo las mantuvo como las amplió. Electo, antes de la posesión, fue al exterior para atraer ‘inversiones' extranjeras.
De 1964 a 1966, medidas brutales fueron adoptadas para acelerar la liquidación de industrias de capital nacional. En el inicio de los años 70 Delfim Neto concedió más subsidios desmedidos a las transnacionales, especialmente para la exportación. Los resultados, en menos de 20 años (1954-1974), fueron documentados en informes como el de Newfarmer y Mueller para la Comisión de Asuntos Extranjeros del Senado de los EUA, 1975: intensa concentración de la oferta en los sectores industriales en las manos de tres a cuatro empresas; predominio de las multinacionales.
Sin invertir casi nada las transnacionales ocuparon los espacios durante los falsos milagros económicos (1956-1960 y 1969-1974). Todo quedó por cuenta del Estado. La prodigalidad de éste llevó el País al pesado endeudamiento. Los programas hidroeléctrico y siderúrgico y obras de la infraestructura fueron hechos bajo dependencia tecnológica y financiera, con importación de máquinas y equipamientos sobrevaluados, encarecidos por "servicios" y tecnología no absorbida, en paquetes cerrados.
A los "milagros" se seguían resacas, agravadas por políticas fiscal, monetaria y de crédito restrictivas, con el pretexto de combatir la inflación, a las expensas de los asalariados y de las empresas de capital nacional. Eso las inviabilizó, haciéndolas cerrar o ser compradas por las extranjeras, a precios mínimos.
Al final del segundo "milagro" (1975) Brasil caminaba hacia el desenlace, en 1982, de la deuda externa, que crecía impulsada por los mecanismos de la usura, aún con la caída en las inversiones productivas.
Vino el colapso de las cuentas externas, las moratorias y los acuerdos extorsivos dictados por el cartel de los bancos "acreedores" con total connivencia del "gobierno" de Brasil, que se omitió delante de la propuesta argentina de crear un club de deudores con Brasil y México.
Eso propició las intervenciones del FMI para estancar las inversiones públicas, que habían sostenido el crecimiento. Fue arrasado lo que restaba de la capacidad de sobrevivir de las medias y grandes empresas de capital nacional. El resultado, más tarde, fue que la participación de las transnacionales sobre la facturación total de dieciocho cadenas industriales que alcanzara un 36% en 1996 y saltara para un 52% en 2000.
Después de dominar la industria, las transnacionales se apropiaron de las estatales con las privatizaciones. La Unión Federal prácticamente nada recibió por ellas y gastó centenares de miles de millones de reales para entregarlas. Carteles extranjeros se adueñaron de los servicios públicos, como energía, agua, saneamiento, telecomunicaciones, cuyas tarifas se elevaron muy por encima de la inflación.
Hubieron también, las escandalosas donaciones de bancos, inclusive el mayor banco provincial del mundo, el BANESPA, al Santander, español, teleguiado por Londres. Otro exponente del imperialismo británico, el HSBC, se quedó con el Bamerindus. El holandés AMRO, con el Banco Real.
Hoy, de los siete mayores bancos privados cinco son extranjeros, y el Banco Central — en la práctica, por encima del gobierno — les proporcionó los intereses más altos del mundo y logros jamás vistos.
Las estadísticas subestiman el grado de control de la economía brasileña por las transnacionales. Consideran como tales sólo las empresas con mayoría oficial de capital extranjero, tomando por nacionales las participaciones de las empresas pantalla o testaferro, además de ignorar la propiedad de las acciones al portador.
Ejemplos son las portentosas Petrobras y Vale do Rio Doce. En la primera, el control no es de extranjeros, pero la participación de estos en el capital se hizo elevadísima. Más acciones son negociadas en Nueva York que en la BOVESPA, debido a la deletérea ley 9.478, de 1997, una de las desastrosas medidas dictadas del exterior durante los ocho años de FHC.
En la Vale todo es obscuro. Los fondos de pensión son los mayores accionistas. El control oficial sería del Bradesco, en parte nacional, pero la participación extranjera tiene connotaciones estratégicas que trascienden los meros porcentuales de la contabilidad accionaria.
En gran número de empresas, aún abstrayendo los pantalla y las acciones al portador, participaciones abajo del 50%, y bien menos, son suficientes para que la transnacional tenga el poder decisivo. La propiedad de la tecnología es uno de los factores para eso. A partir de la fatídica presidencia de FHC, el BNDES dejó de financiar estatales y pasó a beneficiar empresas extranjeras, inclusive en los negociados de las privatizaciones. Actualmente ellas son las mayores tomadoras del crédito de ese estupendo banco.
Las transnacionales vienen, en los últimos quince años, ocupando de manera intensa los pocos sectores en los que no tenían presencia dominante, como informática, agronegocio, comercio minorista, turismo y hotelería.
Es con base en estadísticas subestimantes del control extranjero que, por ejemplo, Reinaldo Gonçalves, de la UFRJ, dijo, en entrevista de 23 de marzo de 2009, que el capital extranjero controla un 25% del PIB brasileño y más del 40% de la producción industrial y de las exportaciones.
Aduce que esa proporción es un 60% en la industria de bienes de capital y en la automotriz, una subestimación grosera, pues prácticamente un 100% de ésta pertenece a las transnacionales, habiendo la política económica y decisiones del gobierno hecho cerrar las fábricas nacionales. En las autopiezas, el porcentual de las brasileñas se cayó para menos del 20%. Antes de 1990, era superior al 50%.
Gonçalves reconoce que Brasil se quedó con reducida capacidad de resistir a la crisis global, afirmando: "La actuación de las empresas depende de las matrices, que se aprovechan del resultado de las mejores filiales. Las cadenas productivas de las montadoras dependen del mercado internacional en un 19,5%. Como es una cadena productiva muy significativa, va desde la ganadería en la producción de cuero, para los bancos de los automóviles, hasta química, plástico, goma, metalurgia, siderurgia y electroelectrónica."
"Esa cadena productiva tiene como eje estructurador las montadoras, y cuando hay problema allá fuera, hay una reestructuración en los flujos financieros vía remesa de logros y dividendos, repatriación de capital, pago de patentes, préstamos inter compañías, uso de la tesorería para cubrir agujeros externos…"
Carlos Lopes, del Hora do Povo, observa:
"Las telecomunicaciones, la distribución de energía eléctrica, la distribución de gas, las Teles a cabo (a través de empresas pantalla) son casos notorios. Pero no son sólo esos sectores …" " ¿El lector ya oyó hablar en las empresas norteamericanas General Growth Properties (GGP), CB Richard Ellis, en el Becker Group o en la canadiense Ivanhoe Cambridge? Son empresas que poseen probablemente la mayor parte de los shopping centers instalados en nuestro país."
"Ni vamos a hablar de los supermercados — donde el americano Wall-Mart, el francés Carrefour y el medio francés Pan de Azúcar monopolizan el comercio…"
"Recientemente las 145 tiendas de la Red Quero Quero, que vende material para construcción civil y casi todo lo que se pueda imaginar en el Sur del país, pasaron para la propiedad del fondo norteamericano Advent. El grupo francés Louis Dreyfus es uno de los mayores productores de azúcar y alcohol — después de adquirir las fábricas del grupo pernambucano Tavares de Melo"
Al contrario de lo que imagina Lopes, las inversiones extranjeras de antes no eran mejores que estas, a pesar de ser originales y productivas. Por eso también no deben quedarse bajo control tecnológico y financiero extranjero. Además, Brasil pagó fortunas por equipamiento de segunda para las matrices de las transnacionales, que lo registraban con valores altísimos como inversión directa extranjera, tomaban cuenta del mercado y pasaban a importar insumos a precios sobrefacturados y a arreglar n formas de transferir dinero para el exterior a título de servicios, sobrefacturados y hasta ficticios.
En el próximo artículo cuantificaré las remesas de logros de las transnacionales, tanto las oficiales — que han crecido enormemente — como las enmascaradas, realizadas a quince títulos diferentes en cuentas del comercio exterior, de rentas y de servicios, que enumero en el capítulo 7, "Empresas transnacionales y transferencia de recursos" del libro " Globalização versus Desenvolvimento ".
* Adriano Benayon es Doctor en Economía. Autor de " Globalização versus Desenvolvimento ", editora Escrituras.
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