Entre los días 23 y 28 de septiembre, la ciudad de Nueva York fue escenario para otro banquete anual de la Organización de las Naciones Unidas, la 64ª Asamblea General de la ONU. Estuvieron en USA centenares de presidentes, primeros ministros y ministros de las Relaciones Exteriores de los 192 países miembros de esta organización supranacional de mantenimiento de la orden imperialista, además de numerosos diplomáticos de carrera, allegados y otros lacayos mejor o peor remunerados para asesorar este nuevo show de engaños, teatro de los horrores en el cual confraternizaron los jefes del imperialismo y sus marionetas que administran la rapiña en las semicolonias, todos gerentes de los intereses de los monopolios.
Los poderosos de turno se esmeran en la charlatanería. Por debajo de divergencias, rencores y conflictos sólo de fachada, todos concordaron en intentar desviar las atenciones de lo que realmente importante acontece hoy en el mundo: las incontables, sucesivas y vehementes demostraciones de ánimo revolucionario que las clases oprimidas de todo el planeta vienen dando en medio a la crisis capitalista.
Y fue esforzándose para camuflar el levante de las masas que Luiz Inácio abrió los trabajos, el miércoles día 23. De forma patética, como le es habitual, fingiendo rechinar los dientes para los poderosos, intentando disfrazar su indisimulable servilismo a las grandes potencias, él intentó barrer la pauta revolucionaria para debajo de la alfombra al decir que los temas preponderantes para el futuro de la humanidad son "la crisis financiera, la nueva gobernabilidad mundial y el cambio de clima".
Los viejos poderosos del imperialismo se divierten en ver nuevamente la figura de Luiz Inácio, aún asociada por los más ingenuos a la izquierda, recitando el léxico de la derecha, siguiendo la agenda del capital, diciendo que el verdadero problema de fondo a ser enfrentado es la regulación de las instituciones financieras internacionales. Pues el pueblo dice que el problema de fondo continúa el mismo: la explotación de la mayoría de las naciones por unas pocas y del hombre por el hombre.
El demagogo que comanda el gerenciamiento del Estado semifeudal brasileño habló aún en la necesidad de construir una "nueva orden internacional sustentable, multilateral, menos asimétrica, libre de hegemonismos y dotada de instituciones democráticas". Nada más de que el palabreado del embuste de siempre, que los emisarios y pregoneros del capital esparcen por ahí para intentar cerrar los ojos de las masas para el hecho de que la construcción de democracia verdadera, de nuevo tipo, es una tarea histórica de la revolución, y no de los viejos Estados burgueses, que apenas se apuntalan en sus instituciones burocráticas carcomidas.
Luiz Inácio también volvió a reivindicar un lugar permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, agarrándose a la posibilidad que le fue abierta por las potencias capitalistas, especialmente por Francia, de ingresar en este club como miembro-títere. Nicolas Sarkozy fue a la tribuna de la Asamblea General defender la idea, ya que negocia con el grupo de Luiz Inácio la firma de un multimillonario contrato militar, en nombre de las gigantes del poderoso sector armamentista francés. No hay límites cuando los monopolios solicitan una ayudita.
Rechazar las canalladas del poder
Pero, como los vetos en el ámbito del Consejo de Seguridad de la ONU hace tiempo no son respetado por USA, inútilmente, la presencia de la semicolonia brasileña entre los Estados imperialistas serviría sólo de vitrina para la contra propaganda engañosa de la "nueva era de cooperación".
Fue con esta bandera tremolada – la de la nueva "era de la cooperación", del "interés mutuo" y del "respeto mutuo" – que Barack Obama subió a la tribuna de la ONU luego después del discurso demagógico de Luiz Inácio. En realidad, el discurso del fin del unilateralismo yanqui proferido por el jefe supremo del imperialismo en la Asamblea General es otra estratagema de la doctrina Obama (la de maquillarse para las semicolonias), transmutada en una especie de convocatoria dirigida a la "comunidad internacional" (colectivo de potencias imperialistas) en el sentido de unir esfuerzos para vencer la resistencia de las masas al proceso de repartija del mundo.
Desde la tribuna de la ONU, Obama no se privó de dos otras tentativas de embustes. Primero, tuvo una vez más la desfachatez de defender "un mundo sin armas nucleares" mientras tiene bajo su batuta el más poderoso arsenal de disuasión nuclear del planeta. Después, disfrazó levemente su comprometimiento con el sionismo asesino al llamar de "ilegítima" la construcción de colonatos en Cisjordania, pero resaltando que considera "legítimo" un Estado judío erguido en tierras robadas de los palestinos.
Pero no solamente Luiz Inácio y Obama alimentaron la verborragia hipócrita en la Asamblea General de la ONU. Estuvo también el libio Muamar Kadafi haciendo pose para las cámaras, rasgando la carta de las Naciones Unidas, y estuvo el premier británico, Gordon Brown, también haciendo pose para las cámaras, pero haciendo cara de bravo por la ofensa a la sacrosanta ONU. El oportunista Evo Morales fue aclamado por la Asamblea como "Héroe Mundial de la Madre Tierra", y el no menos demagogo Hugo Chávez adhirió a la orientación de la doctrina Obama, diciendo que el olor de azufre de Bush cedió lugar a un "aroma de esperanza".
En su discurso de despedida de la presidencia de la Asamblea General de la ONU, el obispo nicaragüense Miguel D'Escoto se esmeró en las tradicionales "denuncias" que son hechas en el ámbito de las Naciones Unidas como aparente contrapunto a la soberbia de los poderosos, pero que en la práctica no pasan de palabreado premeditadamente inconsecuente, además de ser perfectamente funcionales al teatro de la "nueva era de cooperación". D'Escoto "denunció" lo que llamó de falta "de empeño" para solucionar la cuestión "palestina" (como si el drama de los palestinos pudiera ser resuelto por la buena voluntad de las potencias cómplices con los crímenes de Israel), y pidió más atención de las Naciones Unidas para la crisis del capitalismo, naturalmente con el objetivo de minimizar sus efectos para que la máquina de explotación de las masas sea aceitada y siga funcionando normalmente.
Las masas trabajadoras de todo el mundo deben rechazar todas estas canalladas de los poderosos, proferidas por los integrantes de las varias jerarquías de gerentes de la opresión capitalista. Ellos no conseguirán aplacar la rebelión de los pueblos del mundo, ni con palabrero, ni con represión.
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