La Operación “Lava Jato”, instigada por la Embajada de USA para maquillar el viejo y empodrecido sistema político brasileño y salvarlo de la desmoralización completa, fue inocua en cuanto a composición del antro de las clases dominantes brasileñas, también conocido como Congreso Nacional.
La última farsa electoral atestó claramente que renovar las personas no significa renovación política. Queda claramente probado en la elección para las mesas directoras de las dos casas del parlamento brasileño, cuyas presidencias quedaron en las manos, nada más, nada menos, del partido Demócratas, que responde por el apodo de DEM. Su origen data de 1985 como una disidencia del PDS, de hecho Arena (partido oficial del régimen militar-fascista), recibiendo la denominación de Partido del Frente LIBERAL (PFL), portavoz principal de los latifundistas. Entre sus emprendedores se destacan José Sarney y Antônio Carlos Magalhães.
El PFL mantuvo una gran bancada en el periodo de la gestión FHC a través de una alianza con el PSDB, pero encogió en la gestión Luiz Inácio y Dilma Rousseff, cuando quedó en la oposición.
Con el alejamiento de Eduardo Cuña de la Presidencia de la Cámara, el diputado Rodrigo Maia, nueva generación del DEM, consiguió alzarse a la condición de presidente de la casa. Maia, que fue rápido en aprender las mañas y astucias de aquella casa, prolongó su reinado a través de mil costuras entre las siglas del Partido Único, envolviendo desde la seudo-izquierda , como PT y PCdoB , pasando por el MDB y PSDB, hasta la extrema-derecha bolsonarista presente en diversas siglas de alquiler.
En el Senado, donde se concentra la mayor parte de las autoridades oligárquicas, la disputa quedo fea cuando el regimentó de la casa fue rasgado, dando lugar a insultos, empujones, trapazas en general, poniendo al desnudo la lama de que son hechas sus excelencias. Al final de la ópera bufa salió como presidente del Senado Davi Alcolumbre, también del DEM, teniendo como principal referencia poseer dos procesos en el STF.
He ahí la dirección con que el parlamento brasileño intentará dar sobrevida a la vieja democracia de latifundistas y grandes burgueses, serviles del imperialismo, principalmente yanqui. Garantizando la política de subyugación nacional gestionada por Bolsonaro, gobierno tutelado por las Fuerzas Armadas y monitoreado por la Embajada de USA.
Vale destacar que, al enfrentarse en lucha por garantizar “lugarcitos rentosos” de la mesa directora de las dos casas del Congreso, el oportunismo de la seudo-izquierda dio una nueva demostración de estar completamente integrada en esta vieja y podrida democracia de las clases dominantes. No basta para ellos formar parte de la farsa electoral, ellos tienen que curvarse y contentarse con los restos empodrecidos de la vieja oligarquía. No pasan de engañadores y mistificadores de las masas y acabarán por encoger, pues que tales prácticas ya son de ellas conocidas.
Ahí está, no hay renovación alguna de la política que no sea la renovación de individuos a la caza del enriquecimiento propio. No hay reforma que pueda encubrir la podredumbre de este sistema político latifundista-burocrático, ni moralizarlo, menos aún salvarlo. El actual gobierno fue elegido por una minoría de electores y más de 42 millones rechazaron esta farsa. Las transformaciones necesarias que la inmensa mayoría de nuestro pueblo ansía y busca no pueden ser alcanzadas a través de este sistema. Cada acto y cada día de este gobierno sólo dejará más patente que, más que nunca, la lucha de clases de nuestro pueblo no pasa por este lodazal.
Se engañan aquellos que creen que la resistencia de los trabajadores del campo y de la ciudad quedará restricta a este empodrecido antro legislativo. Lo principal de la lucha de los trabajadores será en las calles para impedir la retirada de derechos conquistados y para garantizar el derecho a la tierra por parte de los campesinos sin tierra y con poca tierra y de los pueblos indígenas y quilombolas. Y son estas luchas tormentosas e inevitables que desenmascararán, paso a paso, las mentiras e insidias de este gobierno latifundista, anti-obrero, obscurantista y vende-patria.
Por eso que la conquista de una Nueva Democracia que garantice tierra a los campesinos, derechos para todo nuestro pueblo y una verdadera independencia nacional sólo es posible por la vía revolucionaria, por la rebelión popular.