En marzo de este año, el PC do B lanzó una campaña nacional de tergiversación a partir del slogan “Una misma cara, una misma historia, un mismo partido”. Propugnaba aún en su inserción mistificadora un “socialismo con la cara de Brasil”. Hundido en el más bajo cretinismo parlamentario, del cual derivan el sindicalismo colaboracionista y la estrangulación del ímpeto revolucionario de la juventud, esta organización partidaria burguesa nada tiene en común con el PC do B de la Reorganización (1962), con que se constituyó el Partido Comunista del Brasil como partido marxista-leninista, hasta la trágica reunión de su Comité Central de diciembre de 1976, en la casa de la Lapa, ciudad de São Paulo, en cuya emboscada fueron detenidos y asesinados tres de sus miembros.
¿Qué misma cara?
Al reivindicar los 91 años de existencia del Partido Comunista del Brasil con la misma cara, el PC do B manifiesta su visión idealista del mundo, pues, tanto desde el punto de vista del materialismo dialéctico como del materialismo histórico, esta reivindicación presupone la inmutabilidad de las cosas. La naturaleza, la sociedad, las personas y las instituciones están en proceso permanente de transformación.
El Partido Comunista do Brasil, por lo tanto, tuvo varias caras, desde su fundación hasta su liquidación como partido revolucionario, después de la “masacre de la Lapa”, siguiendo el camino trazado por el revisionista João Amazonas. En cada momento histórico, el curso de la lucha de dos líneas en su interior, como reflejo de la lucha de clases, presentaba una cara diferente, cuyos rasgos asumían los trazos a veces de la revolución y del marxismo, y otras de la contrarrevolución y del revisionismo.
Cuando conmemoramos los 91 años de fundación del Partido Comunista del Brasil no podemos dejar de hacerlo bajo el prisma de la crítica y de la autocrítica y de la observancia de la lucha de dos líneas. Pues de estos resultaron momentos en que prevaleció la línea revolucionaria, como el glorioso Levante de 1935 y la gloriosa Guerrilla del Araguaia, en los cuales no se puede despreciar los errores y equívocos, así como los momentos de inmersión en las ilusiones constitucionales, en el legalismo y pacifismo, en el oportunismo derechista y en el revisionismo.
PC do B de hoy X PC do B histórico
Después de la victoria del grupo de Luis Carlos Prestes (final de los años de 1950 e inicio de los de 1960) en su seguidismo al PCUS de Kruschov, a los marxistas-leninistas les tocó la decisión de reconstruir el Partido Comunista del Brasil a través de la separación, con lo que adoptó la sigla PC do B para diferenciarse de los revisionistas.
Y fue con base en la crítica al oportunismo y al revisionismo lanzada por Maurício Grabois contra la “Declaración de marzo de 1958”, en la cual Prestes se había entregado de cuerpo y alma al revisionismo kruschovista, que se dio el primer paso.
En los documentos de preparación para el V Congreso del partido (1960), Grabois hizo constar el artículo Dos concepciones, dos orientaciones políticas, desenmascarando dicha declaración: “(…) En lo esencial, tal documento defiende una línea oportunista derechista (…). Tal disposición de fuerzas corresponde a una revolución exclusivamente nacional. Por lo tanto, la solución de la cuestión agraria deja de ser una de las tareas de la revolución (…). Sin forjar la alianza con estas masas [campesinas], el proletariado no asegura su hegemonía en el movimiento revolucionario.” Y refutando la tesis de la “Transición Pacífica” de Kruschov, sostiene que: “nada aún ha comprobado que el camino de la revolución brasileña sea el camino pacífico” (citado en AND nº 84).
La misma posición es expuesta en la Carta de los Cien, documento de ataque al revisionismo y en defensa del Partido Comunista del Brasil y en el Manifiesto-Programa aprobado por la Conferencia de Reconstrucción del Partido Comunista del Brasil. Reorganizado, y a pesar de herencias oportunistas, el partido se desarrolla, asumiendo un carácter revolucionario al formular el documento Guerra Popular: Camino de la lucha armada en el Brasil, con el cual asume identificación con el Pensamiento Mao Tsetung. Aunque su práctica aún no expresase una total correspondencia con esta ideología, fue ahí que se inició la tentativa de desarrollar la guerra popular en el Brasil, resultando en la Guerrilla del Araguaia.
Con la derrota de la Guerrilla del Araguaia y otros golpes recibidos, en que fue aniquilada la mayoría de los mejores cuadros que el partido había formado, se creó el ambiente propicio para Amazonas conformar su camarilla y liquidar por completo el partido.
Sofocó la lucha crítica sobre el Araguaia, abandonó la línea revolucionaria de la guerra popular y tiró su vómito negro contra el maoísmo, para lo que se sirvió de la cobertura del revisionismo albanés de Enver Hoxha. Encaminado por esa dirección, fue cuestión de tiempo lanzar lama contra Stalin y Lenin. Bajo la continuación de la sigla PCdoB, Amazonas y su camarilla, principalmente egresada de las hileras cristianas de la Acción Popular (AP), dieron origen a un partido revisionista, encaminándose para la contrarrevolución, con su modalidad propia de revisionismo electorero, mistificador, empotrándose en la burocracia del viejo Estado de grandes burgueses y latifundistas, serviciales del imperialismo.
Nótese que las posiciones oportunistas, como el desarrollismo, la transición pacífica y el cretinismo parlamentario presentes en la Declaración de Marzo de 58 y en los documentos del V Congreso de 1960, son de la misma naturaleza del “Nuevo Proyecto Nacional de Desarrollo (NPND)” y el “Programa Socialista” aprobados en el 12º congreso de esa degenerada agremiación.
¿Cuál misma historia?
Reivindicar la misma historia de los que fundaron el Partido en 1922, que hicieron la Alianza Nacional Libertadora (ANL) y al Levante de 35 y de los que dieron sus vidas en las florestas del Araguaia es como mínimo una falta de respeto, no sólo para con la Historia, pero, principalmente, para con la memoria de tan bravos y heroicos comunistas.
El tal “Partido del socialismo”, como se intitula, sólo puede levantar la bandera amarilla del oportunismo, del cretinismo parlamentario y del colaboracionismo. Por lo menos en los últimos treinta y cinco años, cierta bandera roja con la hoz y el martillo encorralados en un círculo (del revisionismo) fueron la forma encontrada para encubrir una práctica de traición al proletariado, tanto del país como el internacional.
Amazonas y Renato Rabelo modelaron esta organización en el más fino estilo electorero al transformar política y organizativamente la militancia en cazadores de votos a cualquier costo y de candidatos a algún puesto rentable – como nos decía Lenin – en el parlamento, en un ministerio o secretaría de cualquier cosa (de los deportes de preferencia), en la burocracia sindical y en las pachorrientas entidades estudiantiles oficiales.
¿Cuál mismo partido?
El Manifiesto del Partido Comunista, guía del proletariado de todo el mundo, escrito por Marx y Engels en 1848, criticando el socialismo burgués, que propone al proletariado una alteración en las relaciones materiales de vida, sentenció: “Por alteración en las relaciones materiales de vida este socialismo no entiende, de modo ninguno, la abolición de las relaciones de producción burguesas, sólo posible por la vía revolucionaria, pero mejoramientos administrativos que se procesen sobre el terreno de estas relaciones de producción, por lo tanto que nada alteren en la relación de capital y trabajo asalariado, pero que en el mejor de los casos reduzcan a la burguesía los costes de su dominación y le simplifique el presupuesto de Estado”.
Tal expresión, acuñada para el proletariado desenmascarar los falsificadores inevitables en el curso de la lucha de clases, se encaja como un guante en la mano inmunda que escribió el “Nuevo Plan de Desarrollo para el Brasil”. Plano este que orgullosamente el PC do B esgrime como si fuese lo máximo en el lucha por el “socialismo con la cara del Brasil”, otra fórmula para disimular su revisionismo. Pero siendo la cultura dominante la cultura impuesta por las clases dominantes, ella sólo puede esculpir una cara para el país a su imagen y semejanza. Una revolución social en el Brasil, obligatoriamente, deberá ser seguida de una revolución cultural o no se concluirá la transición para el comunismo.
Y para los charlatanes y serviciales de la burguesía en medio del movimiento obrero y popular, Marx y Engels no se descuidaron de reservar una pala de cal, concluyendo el grandioso Manifiesto del Partido Comunista con la máxima: “Los comunistas rechazan disimular sus perspectivas y propósitos. Declaran abiertamente que sus fines sólo pueden ser alcanzados por derrumbamiento violento de toda orden social hasta aquí. ¡Pueden las clases dominantes temblar ante una revolución comunista! En ella los proletarios nada tienen a perder a no ser sus cadenas. Tienen un mundo a ganar”.
Si esto aún fuera poco, recurramos a Lenin para concluir de qué lado de la lucha de clases está este segmento que educa sus asociados en el pacifismo burgués, en el cretinismo parlamentario y en la mentira. Lenin, en la tradición marxista, defendía “la necesidad de educar sistemáticamente las masas en esta, precisamente en esta idea sobre la revolución violenta, es algo básico de toda la doctrina de Marx y Engels”, pues “Sin una guerra civil no hay, ninguna revolución importante en la historia, sin una guerra civil ningún marxista serio se imagina el tránsito del capitalismo al socialismo”.
Como se ve, “misma cara, misma historia, mismo partido” es sólo una mentira. PC do B de hoy y el Partido Comunista del Brasil (PC do B) histórico son organizaciones distintas y opuestas en la lucha de clases, pues que de ADN excluyentes. En el ADN del Partido Comunista del Brasil de Grabois, Pomar, Duarte, Arroyo, Lincon Oeste, Danielli y los heroicos del Araguaia encontramos Marx, Engels, Lenin, Stalin y Mao Tsetung. Ya en el del PC do B de Amazonas, Rabelo, Rebelo et caterva, sólo se puede localizar Bernstein, Kautsky, Trotski, Bukarin, Tito, Kruschov, Liu Shao-shi, Brejnev, Gorbachov y Teng…
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