Históricamente la farsa electoral ha proporcionado una tremenda decepción a los electores menos informados. Sarney y su “Plan Cruzado”, Collor y el confisco del ahorro, Cardoso y el “Plan Real”, Luiz Inácio y la Carta a los brasileños y Dilma con el nuevo “paquetazo de austeridad”. Todos provocaron profunda indignación tanto en sus electores cuanto en sus no electores. Estos, por su parte, siempre buscaron una manera de vengarse de sus trapaceros, expulsando Sarney en las calles, exigiendo el impeachment de Collor, gritando ‘Fuera FHC’, exigiendo la investigación del mensalón de Luiz Inácio y ahora exigiendo la averiguación de los escándalos de la Petrobras y hasta el impeachment de Dilma Rousseff, además de la tan prometida y nunca concretizada reforma política. Como se ve, tantas venganzas fueron incapaces de alterar la práctica política de las varias siglas del Partido Único, todas ellas unificadas en torno a la política de subyugación nacional impuesta por el imperialismo.
El ‘X’ de la cuestión está en la debilidad del Partido Revolucionario del Proletariado, en nuestro país, en intervenir mostrando al pueblo que sus problemas fundamentales no serán resueltos por la vía electoral, terreno propicio al mantenimiento de este viejo y empodrecido Estado burgués-latifundista, servil del imperialismo, en levantar bien alto la bandera de la revolución. Esto porque solamente una revolución democrática, antifeudal y antiimperialista, dirigida por un partido revolucionario proletario, podrá realizar las profundas transformaciones demandadas, históricamente atrasadas y favorecidas por la situación revolucionaria que se desarrolla en Brasil.
¿Qué resultó del impeachment de Collor?
Después de confiscar el ahorro de los brasileños e iniciar nueva ofensiva vende-patria — proceso de privatización y desnacionalización del patrimonio nacional intercambiado por vis papeles podridos —, pero en función de su afán de poder que lo llevó a chocarse con grupos poderosos, Collor cayó en desgracia y fue fulminado por el monopolio de prensa que lo había elegido e incitó la opinión pública en una conmoción nacional por su impeachment. Sin una perspectiva revolucionaria, y conducidos por el oportunismo electorero, la juventud pinta la cara y ocupa las calles, en un movimiento orquestado por la Red Globo que intentaba dirigir el proceso dentro de la “normalidad democrática”.
Saliendo Collor, entró el vice Itamar Franco, al cual el imperialismo impuso el nombre de Cardoso para el ministerio de las Relaciones Exteriores y, enseguida, para el Ministerio de la Hacienda, con la finalidad de hacer la transición de la moneda para el Real, otro plan económico vendido al pueblo como la salvación nacional.
Así, el PSDB asume la gestión del viejo Estado brasileño con Cardoso en el puesto de gerente.
¿Qué resultó de elegir Cardoso?
Dar continuidad al proceso de privatización y desnacionalización del patrimonio público, elaborar un simulacro de reforma agraria, socorrer el sistema financiero llenando las arcas de los bancos y comprar al congreso un segundo mandato, en el inicio del cual aplicó el golpe de la quiebra del Real. Desmoralizado, sin embargo, no fue destituido por la campaña ‘Fuera FHC’, estirada principalmente por la militancia petista con objetivo de elegir Luiz Inácio.
¿Qué resultó del “Lula lá”?
Con el PSDB arrastrando el PFL y el PMDB para su lodazal y teniendo Luiz Inácio escrito la Carta a los Brasileños (léase, Carta al FMI y al Banco Mundial), no restó al imperialismo otra alternativa que conceder al PT, bajo el mando de José Dirceu, la oportunidad de servir:
– Al latifundio al nombrar para el Ministerio de la Agricultura el Presidente de la Confederación Nacional de la Agricultura, dando proseguimiento al simulacro de reforma agraria de Cardoso;
– A la gran burguesía al aportar vultuosos recursos del BNDES para inflar media docena de empresas a intereses subsidiados y favorecer el sistema financiero con el nombramiento del representante del FMI y diputado del PSDB, Henrique Meirelles, para el Banco Central, y;
– Al imperialismo, principalmente yanqui, al socorrer la industria automovilística, quebrada en la crisis de 2008, además de seguir al pie de la letra las recomendaciones del FMI y del Banco Mundial, inclusive en lo que concierne a las llamadas políticas públicas de inclusión social, como Bolsa Familia, Prouni etc.
Para no quedar sólo por ahí, Luiz Inácio armó la mayor farra que un gerente ya hizo en más de cien años de esta República. Farra de la renuncia fiscal para la Copa; para los automóviles y electrodomésticos; farra del crédito con cuotas en hasta 90 meses en el crédito consignado y en la financiación de coches; farra en la publicidad, superando todos los récords en gasto con radio, periódico, revista y televisión, haciendo la alegría del monopolio comunicacional. Todo eso para mantener el PT en la gestión del Estado con Dilma cómo gerente.
¿Qué resultó de elegir Dilma?
La primera gestión de Dilma Rousseff, después de la tremenda irresponsabilidad de Luiz Inácio en el manejo del dinero del pueblo, no podría ser diferente de lo que de hecho aconteció: potencializada por la crisis mundial, la crisis en la economía brasileña, que según Luiz Inácio sería sólo una “olita”, se aceleró de forma tal a materializar viejos fantasmas ya conocidos del pueblo brasileño como la inflación, el desempleo y la recesión. Fueron cuatro años administrando la resaca de la farra promovida para su elección. Hasta propuestas como la propalada “extinción de la miseria” (después reducida para “miseria extrema”), el ascenso de supuesta clase D para supuesta clase C y las bajas tasas de desempleo, todo se fue tornando humo. Y esto mientras la propaganda oficial del gobierno y la propaganda partidaria buscaran encubrir todo para no comprometer su reelección.
Todo esto al lado del incremento de la represión a las masas en lucha en la ciudad y en el campo, asumiendo la tarea pro-latifundio y “agronegocio” de barrer de la agenda política del país la cuestión agrario-campesina, en una reedición de las habituales ofensivas reaccionarias en el campo impulsadas desde las altas esferas del Estado, en el ejecutivo, judicial y legislativo, y con toda la cobertura de los monopolios de prensa. Ataques y asesinatos de campesinos, indígenas y remanentes de quilombolas. De la misma forma con que apoyaron con extensa publicidad oficial los programas represivos en las favelas, villas, como también contra la lucha de los obreros en las grandes obras del PAC (usinas de Jirau, Santo Antônio y Belo Monte, complejos industriales petroleros de Suape, Comperj etc.).
El clímax de todo se dio exactamente en la campaña electoral cuando Dilma, acosada por las candidaturas de las demás siglas del Partido Único, tomó aires de “izquierda”, transformándose en “corazón valiente” denunció un supuesto plan de las candidaturas de Aécio Neves y Marina Silva de cortar derechos de los trabajadores, reducir salarios, aumentar las tasas de intereses y otras cosas más. Temiendo rupturas en sus áreas, golpeó la candidatura de Marina, escogiendo Aécio para la segunda vuelta. Ganó por poco, quedando con sólo cerca de un tercio del electorado, debido a los elevados números de abstenciones, votos blancos y nulos.
Y ahí comienza el debacle: pocos días tras electa anuncia un equipo conectado al PSDB para dirigir la economía y aplicar el plan que ella había acusado sus concurrentes de planear para el país. Tal cual el punguista que sale corriendo con el robo y gritando “agarren el ladrón”, no restó a Dilma y al PT, delante de la revuelta general de la opinión pública, salir gritando: “miren el golpe, quieren dar el golpe”.
¿Y ahora?
No había golpe alguno. Había sólo, delante del clamor popular, media docena de reaccionarios comandados por Bolsonaro, viudas del régimen militar, alardeando la necesidad de una salida militar. No encontrando eco para tal aventura, pasaron al plan B, levantando demagógicamente la propuesta del impeachment de Dilma, ya con manifestaciones marcadas en alianza con migajas partidarias conectadas al DEM y otros partidecos, así como de grupos sociales arribistas de la clase media. Por su parte, el PSDB y el PMDB guardan esta carta en la manga para una eventualidad extrema, principalmente tras la llegada de Eduardo Cuña a la presidencia de la Cámara de los Diputados, siendo poco probable su utilización, aunque pueda ser bien utilizada como instrumento de chantaje. El PT perdió totalmente la iniciativa. Viendo repudiada por el congreso su mentira de “reforma política radical”, a través de una constituyente específica, quedó paralizado.
Como siempre acontece cuando la política se restringe al espacio institucional del viejo Estado, la reforma política parida por el actual congreso no pasará de cambios para que todo continúe como está.
Aumentar la protesta popular levantando la bandera de la revolución
En la primera edición de AND en 2015 trajimos la llamada de portada: “Se anuncia un 2015 de luchas”. Y ya en estos dos primeros meses tuvimos varias demostraciones de cómo será de aquí para frente. Como venimos, motivos no faltan: lucha por la tierra y asesinatos selectivos en el campo, represión al pueblo pobre en las periferia y favelas, remociones, corrupción, intereses altos, inflación, desempleo, falta de agua, luz, anegamientos, deterioro de los sistemas de salud, de educación y de transporte, falta de viviendas etc..
El pueblo está en las calles haciendo sus hogueras y colocando sus protestas y reivindicaciones y, por encima de todo, repudiando las inconsistentes banderas de las varias siglas del Partido Único que tuvieron oportunidad de engancharse en la gestión de turno de esta semicolonia. Nuestra agitación debe siempre convocar el pueblo a quitar lecciones de estas amargas experiencias de la institucionalidad impuesta por el latifundio, por la gran burguesía y por el imperialismo. Debemos levantar bien alto la bandera de la Revolución de Nueva Democracia, movilizando más, politizando más y organizando más las masas del campo y de la ciudad.
En los últimos 30 años los oportunistas y revisionistas del tipo PT/PCdoB hicieron esfuerzos mancomunados para lanzar agua fría en la situación revolucionaria latente en el país. No sirvió de nada, ahora no pueden más contener. La tarea de los revolucionarios es empeñar esfuerzos y lucha dura en preparar la revolución.