Traducido por Enrique F. Chiapa
La gerencia FMI-PT, el oligopolio de los medios de comunicación que opera en Brasil y el patronato nacional, están empeñados – y juntos – en una nueva campaña orquestada contra el pueblo trabajador. Se trata de la cantinela según la cual está sobrando vacantes de empleos y lo que estaría faltando sería gente capaz de desempeñar con competencia las funciones propias de estos puestos de trabajo.
Sería apenas una tontería, si no fuese un triple embuste. Primero por que se trata de hacer al pueblo brasileño, creer que él propio es el culpado por el desempleo y por el subempleo que lo penaliza día tras día, año tras año. En realidad, se trata exactamente de lo contrario: desempleo y subempleo son dos de las más eficaces armas sistemáticamente utilizadas por la burguesía contra los trabajadores, desde que el capitalismo es capitalismo.
Segundo, esta farsa tiene el objetivo de diluir la lucha de clases en palabras huecas, interesantes al patronato explotador, como “especialización”, “calificación” y “entrenamiento”. La artimaña consiste en tratar de camuflar el antagonismo entre la burguesía y el proletariado, con el propósito de sustituir las luchas populares contra el capital por la adecuación del pueblo a las necesidades de la producción capitalista.
Se quiere también cambiar la posibilidad de una educación política volcada para el trabajo emancipador, por un sinnúmero de cursos técnicos destinados a formar la mano de obra que el empresario quiere.
Finalmente, la charlatanería sobre la abundancia de empleos y la escasez de trabajadores dignos de esos empleos remite a una imagen tan curiosa cuan imposible, la del patrón solitario en su fábrica nuevita, listo para compartir los beneficios de su emprendimiento con quien sé esforzar para aprender correctamente el oficio. Pero la realidad es más dura: cuando se exige del trabajador más esfuerzo, más productividad, más calificación – bajo la amenaza de, en caso contrario, caer o permanecer en el limbo del desempleo –, lo que la burguesía ofrece en cambio son salarios bajos y menos derechos y garantías.
Además de todo eso, llega a ser injuria al pueblo brasileño cuando algún miembro de la administración Luiz Inacio, algún representante de entidades patronales o algún periodista poco familiarizado con lo que es gente común, cuando alguno de ellos va para la TV a pedir a las personas que consigan tiempo y dinero para invertir en su propio “reciclo”profesional.
Así, la burguesía presenta al trabajador dos opciones: o él se las arregla para competir con otros trabajadores por un lugar en la línea de montaje, o es desclasificado, descartado, humillado. Pero los trabajadores saben que la alternativa es otra, y urgente, y es entre la rendición a la voluntad del capital o la lucha contra la explotación.
La propaganda embustera de la burguesía
La realidad es que no hay empleos sobrando; se trata de una estrategia de los patrones para preparar un ejército industrial de reserva para garantizar que hasta mismo los desempleados sepan manejar la moderna maquinaria industrial – maquinaria industrializada para servir a la lógica capitalista, de acuerdo con el objetivo último que el poder económico atribuye a la ciencia y a la tecnología: sustituir el trabajador.
Puede parecer una ironía de la historia, mas es apenas fruto de la concurrencia y de la acumulación del capital: el trabajador sustituido por la máquina – o que no consiguió empleo por causa de ella es exhortado a aprender sobre el manejo de esta misma máquina. La propaganda burguesa afirma que debe hacer esto para su propio bien, para el de su familia y para su sobrevivencia profesional.
Pero la propaganda burguesa, además de simplemente hacer el juego de la burguesía, es mentirosa. Y el pueblo lo sabe. Sabe que cuando recibe órdenes de la burguesía para “reciclarse”, lo que ella en la realidad quiere es garantizar su poder de chantaje sobre aquellos que están mal empleados en sus empresas, recibiendo bajos salarios gracias a la permanente amenaza de dimisión.
Una cierta cantidad de fuerza de trabajo desempleada es una característica del modo de producción capitalista y un triunfo en la manga del patronato. La concurrencia y la necesidad de acumulación de capital tienden a aumentar la demanda por productividad, mas no necesariamente por más gente trabajando. Esto es debido a que gran parte de esta mayor necesidad de productividad es suplida por el trabajo mecanizado. La cantidad de trabajadores reclutada por los patrones será por lo tanto, determinada por el equilibrio entre la demanda por mayor productividad y cuanto de esa demanda puede ser suplida por las nuevas tecnologías de producción.
Lo que sobrar, lo que no fuere necesario, será el ejército de reserva de trabajo, para utilizarlo como masa de maniobra – de chantaje – para minimizar los gastos con el trabajo humano y aumentar los lucros.
Siempre fue así. La diferencia en el Brasil de hoy – el Brasil adonde la burguesía exhorta a la fuerza de trabajo a “reciclarse” – es que las elites percibieron que, con su ganancia y truculencia, ni siquiera se tomaron el trabajo de garantizar un ejército industrial de reserva con formación técnica y profesional suficiente para permanecer apto y preparado, a merced de los intereses del capital.
Ahora tratan de correr contra el tiempo, con una infinidad de cursos técnicos y profesionalizantes anunciados a los cuatro vientos como la única salida para la población marginada.
Mas el perjuicio es de los enemigos del pueblo, no del pueblo, como tratan de hacernos creer. Es de la burguesía que quiere reducir la grandeza y la fuerza del pueblo a una mera fuerza de trabajo, empleada o desempleada, para servir a los intereses del patronato. Los trabajadores no pueden dejarse seducir por la propaganda engañosa de los empleos fáciles y abundantes. No pueden y no dejan: ellos saben que son los protagonistas de un proceso revolucionario que no puede ser minado por las tentativas del poder económico de “reciclar” el pueblo de acuerdo con sus intereses.
Explotación no es un destino
Una de las principales divulgadoras de la propaganda engañosa de la burguesía y de esta nueva campaña de difamación contra los trabajadores brasileños es la Rede Globo. La emisora abrazó de forma entusiástica la mentira de que sobran empleos y falta un pueblo capaz, y utiliza todo su aparato para hacerla repercutir. En sus noticieros y programas de entretenimiento, hace esto como una especie de actualización de la vieja charlatanería siempre repetida por las elites brasileñas, la de que la culpa por los infortunios de las masas es de las propias masas – que según los difamadores, sería constituida por un pueblo indolente, deshonesto e incapaz.
Desde abril de 2007 el programa dominical Fantástico, de la Rede Globo, uno de los más asistidos de la emisora, colocó en el aire una serie llamada “Empleo de A á Z”, concebida y llevada a cabo para insultar los trabajadores brasileños. El primer programa de la serie, por ejemplo fue intitulado “A de aumento”. En él, la Globo trató de minimizar delante de sus telespectadores la cuestión salarial –motivo de tantos embates dramáticos, históricos, entre patrones y trabajadores a lo largo de la historia del país – transformándola en algo burlesco. El responsable por el texto de la serie, escribió:
“La manera más práctica de pedir aumento es llegar ante el jefe, mirarlo en los ojos, y decirle: ‘Jefe, yo quiero, necesito, y merezco un aumento de 20 %’. En ese momento, el jefe podrá tener una de estas tres reacciones: 1) Carcajada; 2) El jefe dirá “Veamos”. Y dará una extensa explicación. 3) El jefe dirá: “Mas 20% es poco. ¿Por qué no 40%?. Esta reacción, hasta hoy, fue conseguida solamente en cobayas, en testes científicos de laboratorio. En la vida real, esto nunca sucedió.”
El responsable por la redacción de esta sorna contra el pueblo trabajador es Max Gehringer, que el programa Fantástico presenta al público como “su consultor particular de carreras”. Coherente con los propósitos de la Globo, incita a la división y la competición entre los trabajadores.
Así, la primera lección que el “consultor particular” pretende hacernos tragar es que el lugar del trabajador explotado es en la sala del jefe, implorando pequeñas porcentajes de aumento sobre su salario miserable, y no en asambleas, reuniones y otras formas de articulación colectiva legítimas, realmente comprometidas con los intereses de las masas, que deben ir más allá de las negociaciones puntuales y apuestan en la combatividad de todo el universo del trabajo.
Max Gehringer presentado por la Globo como su “consultor particular de carreras” es un gerente, un oportunista, un administrador de los intereses de la clase dominante, reconocido capataz, con enorme prestigio entre la burguesía nacional. Fue director de varias empresas multinacionales, como la Pepsi y la Elma Chips. En 1999 fue escogido en una encuesta del periódico Gazeta Mercantil como uno de los “30 ejecutivos más codiciados por el mercado” Cuando se dirige al pueblo, habla en nombre de los enemigos del pueblo, mismo que aparezca en la TV con piel de cordero.
Gehringer es el representante de las elites para incitar a los trabajadores a buscar ‘reciclarse’. En el episodio “F de Formación”, él aparece diciendo lo siguiente:
“En la década de 60, un joven necesitaba de 3.000 horas de estudio para conseguir un empleo, ganando tres salarios mínimos por mes. Hoy para conseguir ese mismo empleo ganando los mismos tres salarios mínimos, un joven necesita de 12.000 horas de estudio. Cuatro veces más tiempo estudiando, para ganar lo mismo. ¿Esto es justo? Esta es la realidad del mercado de trabajo.”
Es necesario rechazar y denunciar los voceros de la burguesía y su insistencia en decir que la realidad de explotación es un destino que debe ser acepto, y no algo que debe ser derrotado por la fuerza revolucionaria de los trabajadores. Ante esto, no resuelve apagar la televisión. El camino es resistir y luchar contra esta propaganda.
Entre un ‘plin-plin’ (onomatopeya de la señal que marca los intervalos de la Globo) y otro, mentiras
Las Organizaciones Globo toman el pelo del pueblo brasileño en todos los ramos de sus negocios. El oportunista Max Gehringer acostumbra a repetir el lema patronal del “reciclaje” también en la radio CBN, de propiedad de la Globo. Hace algún tiempo el Jornal Nacional, principal programa periodístico de la empresa, viene exhibiendo en su último segmento, como en el día 7 de setiembre, en el cual decía que “de cada cuatro puestos de trabajo abiertos por las fábricas para profesionales calificados, uno no es ocupado. La campaña de descalificación de los trabajadores llegó también a la Internet. En el sitio G1, de la Globo, el albo es la juventud, justamente ella, mayor víctima del desempleo: “La falta de interés de los jóvenes en formación técnica hace sobrar vacantes de empleo en el país”.
De acuerdo con la Rede Globo, el trabajador brasileño no viene siendo explotado, degradado, usurpado, de sus derechos y garantías, ganando poco y trabajando en malas condiciones. Según la Globo el problema del trabajador brasileño es ser perezoso.
En agosto último, la emisora llegó a dedicar una edición entera del programa Globo Reporter a esas provocaciones “El Globo Reporter revela un Brasil adonde sobran vacantes y faltan trabajadores”, decía la llamada del programa. En uno de los segmentos, intitulado “agricultores siembran casas” se contó la historia de un campesino del interior de Río Grande do Sul que necesitó hacer un curso de albañil para construir su propia casa, y que ahora mantiene las esperanzas de conseguir un empleo en la construcción civil:
“El operario Izael Fagundes hace parte de un grupo de estudiantes que va a recibir el diploma de albañil. La ceremonia es realizada en la propia obra, lugar que representa el esfuerzo de los más de setenta aprendices que ya participaron del proyecto. Son besos, familias orgullosas, gente vibrando. Y en las manos, una nueva herramienta para construir el propio destino”.
Como vemos, no importa saber los motivos que llevaron al campesino Izael a abandonar la vida en el campo e ingresar en el ejército de reserva de la construcción civil brasileña, un sector conocido por el talento de sus gerentes y directores para cumplir el papel de capataces de los peones, tratándolos con truculencia y chantaje.
Para la Rede Globo lo que importa es realizar, así, entre un ‘plin-plin’ y otro, el sueño mayor de la burguesía: ver los trabajadores siendo explotados con una sonrisa en el rostro. Mas, así como es una farsa– además de una afronta– el ardil de las elites de decir que el pueblo no está a la altura de los empleos que le ofrecen, la mayor parte del periodismo de la Rede Globo también es de ficción. ¿O será que los campesinos brasileños comprometidos con su propia libertad cambiarían satisfechos los esfuerzos y la lucha por la tierra por el látigo de un capataz vestido de empresario de la construcción?
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